Calle de Cañizares

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Entre las calles de Atocha y Magdalena. Anteriormente se llamó calle de San Sebastián por conducir a la parroquia de igual nombre. Esta zona era conocida por la heredad de los Cañizares, donde tenía su quinta Juan Antonio de Luján.

Una noche, un amigo de Luján montó en su caballo a una mujer de un prostíbulo y la llevó a la quinta. Cuando llegaron la arrastró hasta un humilladero que allí había mientras la mujer luchaba por soltarse. Como señal de respeto hacia el Cristo del santuario, el hombre apagó el cirio pero en ese momento el Cristo dejó caer su corona de espinas. La mujer gritó con tal fuerza que el caballo se espantó y su dueño se subió a la montura para que no se le escapara viendo que el animal le llevaba hasta las puertas del convento de la Trinidad, donde finalmente paró su frenética carrera. El hombre giró y regresó a la quinta de Luján donde un criado le devolvió el sombrero de plumas que se le había caído y la corona de espinas. Entonces el caballo le llevó nuevamente ante el convento de la Trinidad de donde no podía hacerle regresar por más que lo intentó. El beato Simón de Rojas, al escuchar el ruido que hacían caballo y jinete abrió la puerta y el caballero le entregó la corona de espinas quien se la colocó de nuevo al Cristo después de oír al pecador en confesión.

En el número 4 de la calle se levanta el oratorio del Santo Cristo del Olivar, construido en 1910 donde se daba culto al famoso Cristo del Olivar que nada tiene que ver con el Cristo del humilladero antes citado.



Este artículo incorpora material del Diccionario Enciclopédico de Madrid, de María Isabel Gea, publicado por Ediciones La Librería, autorizada su inclusión en Madripedia bajo licencia Reconocimento-CompartirIgual