José Bergamín: el regreso de un exiliado

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El exilio español de 1939, aún sin terminar e historiar, terminó antes para unos escritores que para otros. Muchos, la gran mayoría, no volvieron. Otros, los menos, pudieron regresar y morir en su patria. Algunos, regresaron a los países que se habían convertido ya para ellos en sus verdaderas patrias.

El contradictorio y apasionante escritor José Bergamín (1897-1983) fue uno de los primeros en volver, después de un peregrinaje desasosegado por México, Venezuela y Uruguay. Cansado de peregrinar, aunque se consideró siempre un peregrino, hasta en su propia patria. Intentó acercarse más a España y, en 1954, fijó su residencia en París, esperando la oportunidad de poder afincarse en su soñado Madrid. Pero esto no tuvo lugar hasta 1958.

Esta vuelta del escritor a su Madrid no fue nada fácil. No conectó con el mundo intelectual, mientras la situación del país se complicaba más cada día. En parte por la lucha contra el franquismo y en parte por la dureza con la que el régimen reprimía todo intento de liberalización del sistema. Bergamín, mal visto por los cuadros dirigentes, principalmente por los católicos que habían colaborado con Franco, mantuvo un alto valor de oposición, lo que le llevó de nuevo al exilio, después de encabezar una protesta por la crueldad con que se habían reprimido los movimientos huelguísticos asturianos. Refugiado en la Embajada de Uruguay inició, a sus sesenta y ocho años, su segundo y más doloroso exilio, sin documentación ni recursos. Su situación la explicó el propio escritor: «En España nadie se acuerda de mí. Ya no soy nada. Un fantasma: eso es lo que soy. Me han convertido en un fantasma».

Radicado en principio en Uruguay, volvió a París, donde permaneció hasta la primavera de 1970, en que puede volver a su Madrid. Ese Madrid al que desde el exilio había dedicado tres sonetos: «Madrid, grande de España te han nombrado. A mi más me gustabas cuando chico».

Si bien el nuevo contacto con la sociedad española le produce una evidente insatisfacción, esta segunda vuelta tiene para Bergamín muchos más alicientes que la primera. Reedita un volumen de sus artículos que titula Antes de ayer y pasado mañana y se publican algunos de sus olvidados libros. Asimismo, comienza una serie de colaboraciones semanales en la revista Sábado Gráfico, tomando contacto con el nuevo público español y destacándose como uno de los más agudos, ingeniosos y sugestivos comentaristas de la vida pública española, ala vez que un apasionante descubridor de los viejos valores literarios. Durante esos años se descubre también como uno de los líricos más sensibles en nuestro idioma, con la publicación de su diario poético, basado y partiendo de Bécquer.

Se reedita asimismo su revista Cruz y Raya y algunas de sus más brillantes y raras joyas literarias como Caracteres y Los filólogos, y es considerado por un representativo jurado «como la personalidad literaria más completa porto amplitud de su expresión y con mayor proyección sobre nuestra cultura dentro y fuera de España», de entre los llamados miembros de la llamada «generación del 27»,

Por otra parte, y sobre todo en los últimos años de su vida, se radicalizó su visión política respecto a la forma del estado hoy imperante en España, declarándose, como lo fue siempre, auténticamente partidario de la forma republicana para regir los destinos de la nación española.

Aumenta el interés por su obra, en tantos aspectos minoritaria, y se recogen sus primeras prosas, lo que la crítica ha dado en llamar su prehistoria, así como una antología de sus artículos poéticos, ala vez que se inicia la publicación de sus poesías completas.

Aquejado de grave dolencia, José Bergamín murió en San Sebastián el 28 de agosto de 1983, a la edad de ochenta y siete años, cansado de ser español, como le dijo una vez Ortega, o Machado, o Unamuno, o Azaña, cosa que el escritor ya no recordaba: «Creo que cualquiera de ellos pudo decírmelo».

El regreso de Bergantín produjo polémica entre los exiliados. Un viejo político español, desde su destierro, le reprochó su vuelta: «Por lo visto el autor deis bella frase: España peregrina, se ha cansado de peregrinan. Bergamín le contestó con otra bella frase, tomada de Lope: «El,peregrino en su patria». Y fue profético. Siguió peregrinando por tierras españolas desde su vuelta, y nunca dejó de peregrinar. Ni lo que es más de sentirse, cada vez más, peregrino en su patria. «Como un extraño a ella; no en ella. Y no por sus tierras y sus mares y sus cielos, sino por sus gentes. Extraño, peregrinamente, a un mundo humanos que no me parece sentir como el mío. [...] Estas extrañas gentes españolas que hoy pueblan los campos y ciudades de España se me aparecen, muchas veces tan inhumanas, que se metamorfosean a mis ojos con alucinantes imágenes enmascaradas de su humana figura...» Fue en el prólogo a De una Espana peregrina.

También lo dijo en verso: «Volver no es volver atrás. / Yo no vuelvo atrás de nada».

Como le pasó a su amigo Max Aub y a tantos otros, Bergamín volvió sin volver. La España de Franco no era ya su España. Sus gentes no eran ya sus gentes. Sus gustos literarios no eran ya los suyos. Además casi todos sus verdaderos amigos, los que de verdad podían comprenderle y sentirlo, o estaban muertos o seguían en el exilio. Volvió, pues, sin volver. Quizá porque de los exilios ya no se vuelve nunca.

Referencia[ ]

  • ESTEBAN José. José Bergamín: el regreso de un exiliado, en Enciclopedia Madrid S.XX


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