Consejo Superior de Investigaciones Científicas

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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas es el organismo público de investigación más importante de España, en términos cuantitativos y cualitativos. La contabilidad de la investigación y el desarrollo tecnológico se lleva a cabo teniendo en cuenta la distribución de los recursos económicos y humanos puestos en acción para estas tareas, según tres sectores: el gobierno o administración pública, la educación superior y las empresas. El sector del gobierno agrupa todos los organismos públicos de investigación y representa un esfuerzo algo inferior al 18%. De este apartado, al CSIC corresponde casi el 50%, con unos sesenta mil millones de pesetas del presupuesto recogido en los generales del Estado y siete mil personas trabajando en sus instalaciones.

La actividad del CSIC es cualitativamente importante, puesto que la investigación que se desarrolla en el centenar aproximado de institutos, centros y unidades que lo constituyen, es pluridisciplinar. Desde la física hasta las humanidades, el personal que labora en el CSIC desarrolla proyectos en áreas como la física y la química, la ciencia de los materiales, los recursos naturales y la agrobiología, la biología y la biomedicina, la ciencia y tecnología de los alimentos, la historia, la demografía y la sociología.

A pesar de su carácter nacional, ha estado particularmente ligado a Madrid. Creado tras la Guerra Civil -sobre la base organizativa y estructural que había establecido la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) en 1907, la incorporación de los bienes de la JAE en el recién creado CSIC no fue ni amable ni integradora. Sin embargo, tras haber transcurrido más de sesenta años de aquel traumático proceso, se puede afirmar que el CSIC y algunas de sus instituciones anejas, como la conocida y celebrada Residencia de Estudiantes, han contribuido a articular y desarrollar el espíritu de la Transición.

Para sustanciar esta afirmación es preciso hacer referencia a que los responsables de la fundación del CSIC (en particular su primer secretario general, José María Albareda, catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid y responsable primero de las características organizativas y funcionales sobre las que se edificó el Consejo) decidieran mantener la sede central del organismo en el complejo de los Altos del Hipódromo. La dinámica del CSIC determinó la construcción de nuevos edificios: también el CSIC integró fundaciones de la JAE, como el Museo de Ciencias Naturales, el Centro de Estudios Históricos (éste ubicado en la calle de Medinaceli) y el emblemático Instituto Rockefeller, hoy Instituto de Química-Física Rocasolano, contribuyendo así a fortalecer, a pesar de tantas circunstancias políticas contrarias, los nexos históricos de unión entre la vieja JAE y el CSIC.

El Consejo tuvo que afrontar muy pronto la cuestión de la expansión. El período autárquico reclamó del CSIC el apoyo tecnológico para mantener la supervivencia de la industria. De esta tarea se encargó el Patronato Juan de la Cierva. Este Patronato incorporó al Instituto de la Construcción Eduardo Torroja, y desarrolló institutos y centros orientados al apoyo de la industria, como el Instituto de Física Aplicada Torres Quevedo y el Centro Nacional de Química Orgánica, hoy dedicado a don Manuel Lora-Tamayo, y otros centros tecnológicos como el Instituto del Frío y el Centro de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM). El siguiente paso en la expansión de los centros e institutos tecnológicos del binomio Patronato Juan de la Cierva-CSIC, en áreas emergentes como automática y robótica, fermentaciones industriales, cerámica y vidrio, que requerían espacios para plantas industriales, optó por ubicar los mismos en el campus de Arganda.

El desarrollo de la biología, un área en la que el CSIC ha destacado de acuerdo con la tradición española, se inició con la puesta en marcha en los años cincuenta del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) y se completó con el nuevo edificio del Instituto Cajal. La gran explosión de la investigación en bioquímica y biología molecular y en la que el CSIC asumió evidente liderazgo en el ámbito español, reclamó una estrategia expansiva y de colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, que fue receptiva institucionalmente al desafío que se presentaba. La Facultad de Medicina acogió al Instituto de Enzimología, liderado por el gran bioquímico español Alberto Sols. Posteriormente, el campus de Canto Blanco fue el lugar escogido para la instalación del Centro de Biología Molecular, una unidad mixta CSIC-UAM. Como fruto de esta línea de colaboración entre el CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid, apoyada ésta por la capacidad territorial del campus de Canto Blanco, nuevos centros e institutos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Centro Nacional de Biotecnología, el Instituto de Materiales, el Instituto de Catálisis, el Instituto de Cerámica y Vidrio se han instalado en dicho campus o están en vías de hacerlo.

Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Emilio Muñoz Ruiz