Industrialización (Artículo)

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Transcurrido más de un siglo desde los inicios de su proceso industrializador, el municipio de Madrid continúa siendo un centro industrial de primer orden. Según el Anuario Económico de España 2001 (La Caixa), es el de mayor índice industrial (4,78% sobre el total de establecimientos industriales contabilizados en el país), frente al 3,14% de Barcelona, o el 1,44% de Zaragoza, que le siguen; según el Directorio de Unidades de Actividad Económica (Comunidad de Madrid, la capital contaba en 1999 con 10.766 locales y 157.575 empleos industriales, lo que supone valores cercanos (48%) a la mitad del total regional, a gran distancia de los municipios (Alcalá, Fuenlabrada, Getafe...) que le siguen en volumen de ocupación. A lo largo de ese proceso se ha transformado tanto la estructura empresarial como -en el tipo de ocupaciones- su localización, los paisajes característicos y su impacto sobre el medio ambiente urbano. Aunque existen precedentes históricos, los inicios de un verdadero impulso industrializador no se produjeron hasta que la ciudad superó, a comienzos del siglo XX, los obstáculos que habían retrasado su despegue por comparación con las urbes litorales.

Tras la Guerra Civil, la posguerra supuso un débil crecimiento industrial. En las dos décadas de autarquía, la novedad más importante fue la creación del Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941, que localizó en la ciudad un total de once grandes empresas fabriles. Las empresas públicas permitieron un desarrollo de sectores avanzados (maquinaria y bienes de equipo, material eléctrico, automoción, aeronáutica...) hasta entonces muy escasos, junto a la proliferación de Pymes auxiliares de estas grandes fábricas. Su localización, en el sur, reforzó la dualidad urbana heredada, pero la instalación de algunas junto a la carretera de Barcelona contribuyó a impulsar ese sector de la ciudad en décadas posteriores.

La rápida expansión de la industria española, tras el Plan de Estabilización, se reflejó en Madrid, que experimentó un dinamismo bastante superior al promedio, por lo que en 1975 la provincia reunía ya el 12% del empleo y la producción industrial de España (8% en 1955), y de ese volumen la capital aún polarizaba dos terceras partes. La implantación de transnacionales y grandes empresas de capital nacional atraidas por la externalidades ligadas al propio tamaño urbano, a la concentración de infraestructuras y servicios de calidad, así como a unos recursos humanos abundantes, diversificados y con presencia de cuadros cualificados, permitió elevar su especialización en sectores intensivos en tecnología, de elevada capitalización y rápido crecimiento de su demanda (electrónica, químico-farmacéutica, automoción...). Ubicadas sus sedes en los distritos centrales, sus fábricas se llevaron a las áreas periféricas, junto a los ejes de transporte radiales, si bien las pequeñas empresas en sectores tradicionales (alimentación, transformados metálicos, artes gráficas, confección...) se mantuvieron en barrios antes periféricos y ahora integrados en la ciudad (Tetuán, Usera, Carabanchel...). El salto metropolitano a partir de los años sesenta supuso consolidar la difusión industrial de los municipios de la corona sur y este, mientras en el interior de la capital se esbozaban indicios desindustrializadores derivados del deterioro ambiental en ciertas áreas, la presión ejercida por la revalorización del suelo y las posibilidades abiertas a la recalificación de usos por el Plan General de 1963. Desde finales de los años setenta, el final del ciclo expansivo de la economía mundial, sumando a la transición política en España, provocaron un intenso proceso de ajuste industrial que hizo necesaria una reestructuración de las estrategias empresariales y la puesta en práctica de nuevas políticas, aspectos que han tenido un importante reflejo en Madrid.

Las estrategias espaciales de las empresas se ha transformado sustancialmente, lo que se traduce en una metamorfosis del paisaje industrial madrileño, que ya no puede identificarse de forma exclusiva con el ocupado por fábricas y talleres. La flexibilidad productiva que permiten las nuevas tecnologías (junto a la mejora de los transportes) han favorecido la segmentación de tareas realizadas por empresas medianas y grandes que mantienen en la ciudad de Madrid sus oficinas centrales y locales destinados a tareas de distribución, diseño y desarrollo tecnológico, servicio al cliente, etc., en tanto las tareas fabriles se desplazan a espacios de coste inferior. Esa proliferación de oficinas industriales explica que sean los distritos centrales los que reciben mayor número de establecimientos, así como la reducción de su tamaño medio medido en cifras de empleo, superficie ocupada o inversión inicial. Crece también la presencia de aquellas ramas intensivas en conocimiento (telemática, farmacéutica, óptica, nuevos materiales...) y que buscan para su instalación los nuevos parques industriales y empresariales del noroeste, con mayor calidad ambiental, en tanto los distritos industriales del sur resultan hoy menos atractivos para este tipo de iniciativas y padecen con mayor intensidad los costes sociales de esta nueva era industrial.

Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle