Población (Artículo)

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El 1 de enero de 2000 en Madrid había empadronados 2.882.860 habitantes de derecho. Por su tamaño demográfico, Madrid es el municipio más poblado de España y casi dobla al siguiente que es Barcelona. Dentro de la UE destaca entre las ciudades que tienen en torno a tres millones, sólo por debajo de París y Londres. Pero, como ocurre con todas las grandes ciudades, su territorio municipal acoge cotidianamente a otra población muy numerosa, imposible de determinar con precisión, formada por transeúntes: trabajadores, compradores, turistas, etcétera.

La inmensa mayor parte de esos habitantes de hecho provienen del entorno regional que, con otros dos millones largos de habitantes, completa -con la de la capital- una población metropolitana, cuya fragmentación administrativa municipal no impide que se pueda hablar de un único mercado de consumidores, de trabajo o de vivienda.

La población actual es el resultado de notables cambios experimentados a lo largo de todo el siglo XX. En 1900 en Madrid había 540.109 habitantes que se convertirían en 863.958 en 1930 gracias a un saldo migratorio de 247.894 y un crecimiento natural de 76.155. Ya en ese primer tercio de siglo se refleja el talante acogedor de Madrid. En 1950 comienza una nueva era de carácter casi convulsivo. En tan sólo veinte años la población de Madrid pasará de 1.527.894 a 3.120.441. Este crecimiento está compuesto por un saldo natural de 682.258 y un saldo migratorio de 1.314.148 habitantes. El protagonismo del fenómeno inmigratorio durante esos dos decenios ha marcado la dinámica demográfica de Madrid, hasta el punto de que todavía tendrán que pasar muchos años para que dejen de ser ostensibles algunos los efectos de aquellos intensos crecimientos.

A partir de 1970, nuevamente de forma brusca, cambia el signo de los saldos migratorios y, por primera vez, comienzan a producirse más salidas que entradas. El saldo neto migratorio entre 1970 y 2000 ha supuesto unas pérdidas de casi setecientos mil habitantes, que no ha podido ser compensados por un saldo natural de menos de cuatrocientos mil habitantes, fuertemente recortado por el descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población.

La tasa de natalidad ha pasado de 18,19 nacimientos al año por cada mil habitantes, en 1975, a 8,63 en 1996. Los fallecimientos por cada mil habitantes han pasado sin embargo de 7,02 a 8,97. Así, en los últimos años la población de Madrid presenta un saldo vegetativo en el que los nacimientos no siempre llegan a compensar los fallecimientos. Por su parte, los saldos migratorios vienen siendo negativos y sólo muy recientemente cambian de signo merced a los inmigrantes extranjeros.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la evolución del tamaño y el comportamiento demográfico de la población de Madrid estuvo estrechamente vinculada al modelo de desarrollo económico de España, primero, y al desarrollo metropolitano y a la organización espacial del mercado de la vivienda, después. Las migraciones generadas por las expectativas que creó el desarrollo industrial y urbano de la capital tuvieron su máxima intensidad en los sesenta. Fue un período de fuerte crecimiento qeu dio lugar a una población muy joven, con un gran predominio de los adultos jóvenes y de los hijos de éstos. Desde los primeros años setenta dejan de llegar inmigrantes de otras regiones y se intensifica la salida de jóvenes madrileños hacia la periferia metropolitana.

Ya en los años setenta se produce la salida desde la capital hacia periferias cada vez más lejanas de flujos migratorios de jóvenes que se emancipan y buscan una oferta de vivienda menos cara. La capital, al perder la población joven, pierde también una parte de su natalidad.

Esa salida de jóvenes madrileños hacia la corona metropolitana en los últimos treinta años ha terminado por configurar una estructura con marcados desequilibrios en la pirámide de edades. Lo más relevante en todo caso es el fortísimo proceso de envejecimiento de la población de Madrid. En el censo 1970 los madrileños de menos veinte años eran casi un millón cien mil, en el padrón de 1996 habían quedado reducidos a poco más de la mitad. Por el contrario, los mayores de sesenta y cinco años se habían duplicado, llegando a ser más de medio millón. En el último cuarto del siglo XX, la proporción de los jóvenes en el conjunto de la población pasó del 35,1% al 19,3%, mientras que la de los mayores de sesenta y cinco años era el 8,2% y ha llegado a superar el 18%.

En el brusco envejecimiento de la población de Madrid, además del descenso de la natalidad y del aumento de la esperanza de vida, fenómenos comunes a todas las poblaciones de los países desarrollados, están especialmente presentes la llegada a la edad de jubilación de las generaciones que protagonizaron las migraciones de los sesenta y la expulsión de los jóvenes hacia el mercado de vivienda de la periferia metropolitana.

Este modelo de evolución ha provocado unos muy altos porcentajes de nacidos en otras regiones. Todas las provincias españolas tienen aquí una importante representación. Todavía hoy, treinta años después de haber finalizado los fuertes flujos inmigratorios, dos de cada diez madrileños son naturales de una de las dos Castillas. Además, los últimos datos oficiales hablan de 214.161 extranjeros empadronados -lo cifra real es sensiblemente mayor- y unos fuertes ritmos de crecimiento de estos nuevos flujos.

La dinámica de la población pone de manifiesto también una progresiva disminución del tamaño medio de los hogares que, en 1996, llegó a ser de 2,88 personas. La proporción de hogares unipersonales se aproxima al 20%, muy lejos aún de los valores de otras grandes ciudades europeas, mientras que la de los formados por una pareja con hijos es del 43,3%.


Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Julio Vinuesa Angulo