Sala J'Hay

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En el número 54 de la Gran Vía donde se encuentra el cine Rialto, en su subterráneo, existió una discoteca, antes cabaret, antes sala de fiestas, antes salón de té que se llamó J'HAY. Su historia comenzó en los años cuarenta como Salón de Té donde acompañados por la orquesta, en aquellas fechas probablemente "Los Miuras de Sobré", se merendaba honestamente. Nadie podía suponer entonces el devenir de la sala que, anticipamos, no cambió de propiedad ni de dirección hasta su cierre y pasó de los suizos y pastas a los whiskys para los soldados americanos de la base de Torrejón.

Su época de esplendor fueron los años cuarenta y cincuenta. Por allí pasaron figuras, que probablemente nadie recuerde pero que entonces tenían el mismo peso que pueda tener ahora, por ejemplo, Alejandro Sanz. Alguna figura ha resucitado como es el caso de Jorge Sepúlveda, que alternaba con un cantante de tangos llamado Jorge Cardoso.

Ya Sala de Fiestas, vió pasar por su escenario al Trío Calaveras, acompañantes de Jorge Negrete en tantas películas,a una ya pasadita Lilian Harvey, protagonista de muchas películas de la UFA, que fué la principal productora alemana de los años treinta y cuarenta. Al final de esos años cuarenta barría en España Tomás Ríos y su orquesta, un artista argentino casado con la gran bailarina Pilar López y que siendo realmente feíto enloquecía a las adolescentes de la época. A las puertas de Radio Madrid, algunos metros más arriba en la misma calle, le esperaban a la salida de un programa que allí tenía y dónde popularizó "Bendita" y "la feria de las flores" entre otras.

Antes trabajó otro artista que también resucitó años después: el balear Bonet de San Pedro que llevó a todos los patios de vecindad canciones como "Carita de ángel" y la polémica "Raskayú". Polémica porque no se sabe de que forma se extendió el rumor de que se refería a Franco, algo que también ocurrió con "Se va el caimán", y es que entonces se leía mucho entre líneas. Lo de los patios de vecindad se debe a que en aquellos benditos tiempos sin TV, la radio no empezaba hasta la una de la tarde, y acababa a las doce de la noche, y las vecinas cantaban a voz en cuello por las mañanas, eso sí, respetando un riguroso turno. ¿Quién ha oído hoy en día cantar por el patio?

Antonio Machín, el inolvidable Antonio Machín también honró a la Sala allá por el año 45, igual que Gloria Lasso , antes de marchar a Francia, donde triunfó. Beatriz de Lenclós,Pancho Lomuto y Chola Luna, ¡el negro Galindo!,muchos artistas entre ellos la gran, la inigualable Ana María González que cantó a Agustín Lara como nadie lo ha hecho. El maestro Soriano, gran representante de artistas la apodó "la voz luminosa de Méjico", claro que en Madrid, y al estar basstante rellenita, enseguida pasó a ser "la voluminosa de Méjico". Nadie como ella ha cantado "María Bonita" y nadie debe atreverse a cantar el chotis "Madrid".Ella fué quien dobló la canción que María Félix le canta a Fernando Rey en "Mare nostrum".

Lolita Garrido ha llegado hasta nuestros días y todavía estremece oirla cantar "Viajera". Después vino Irma Vila, la reina del falsete, con su "Malagueña salerosa".

Pocos saben que allí nació "la vaca lechera". Jacobo Morcillo, autor de la letra, buscó en J'Hay a un jovencísimo músico, tanto que el director del local, Alejandro Favieres, le llamaba "el nene", que se llamaba Fernando García Morcillo, sin parentesco con Jacobo, que accedió a escribior la música y a estrenarla ante un reducido púbico de empleados de la Sala. De todos es sabido que la canción arrasó.

En J'Hay llegó a formarse una orquesta que no ha tenido igual en la música ligera de este país. Todo sus componentes tuvieron orquesta propia más tarde y estuvieron entre los mejores instrumentistas de siempre. Salvo error eran el maestro Cisneros al piano, Juanito Sánchez al saxofón (llegó a tener en propiedad y dirigir la sala Casablanca), Joe Moro a la trompeta ( la mejor trompeta de jazz), Fernando García Morcillo al trombón y casi seguro que Jesús Fernández, el concertino de la Orquesta Nacional, que al parecer también tocaba el saxo. Semejante orquesta sería imposible hoy en día y todo el mérito hay que atribuirselo a l etermno director de la sala Alejandro Favieres.

Más tarde, los tiempos cambiaban, se pasó a la etapa de cabaret, con lo que la impronta artística se diluyó un poco. Los clientes de este tipo de salas cambiaron y desaparecieron los matrimonios que iban a disfrutar del espectáculo, sustituídos por un publico masculino que iba con otros fines. La masiva asistencia de soldados americanos reforzó el nuevo rumbo de la sala. Todavía había algún relámpago como cuando actuó Faico y en otro orden de cosas el éxito de Fernando Vargas, digno rival del Johnson del Molino de Barcelona, pero las cosas nunca fueron iguales.