Arboledas
Las arboledas con que contaba la ciudad al iniciar el siglo XX, en sus parques, paseos, primeras calles del Ensanche y jardines particulares, fueron incrementadas considerablemente en el primer tercio del siglo con la creación de nuevos parques, la Ciudad Universitaria y, especialmente, con plantíos de árboles de sombra en las calles del Ensanche y de las colonias, en la Ciudad Lineal y en las márgenes del río Manzanares.
En los años cuarenta y cincuenta se reforestaron los espacios libres más afectadas por la guerra -Casa de Campo, Dehesa de la Villa y Ciudad Universitaria- y se crearon nuevos parques con especies rústicas de crecimiento lento, especialmente pinos (La Elipa, La Ventilla, Pinar del Rey, Caramuel, el Calero y márgenes de la autopista de Barajas). Proyectos y actuaciones fueron encargados al Patrimonio Forestal del Estado por la Comisaría General de Urbanismo.
En los años cincuenta, sesenta y setenta se crearon extensas arboledas en los espacios libres de los nuevos barrios de bloques aislados y, al mismo tiempo, se talaron numerosos árboles en los parques frondosos con el fin de cubrir el suelo con césped. Desgraciadamente, en los años sesenta también se talaron muchos árboles, especialmente en los paseos del Prado, Recoletos y Castellana, en las calles del ensanche y en Arturo Soria, debido a la supresión y estrechamiento de andenes, parterres y aceras que entrañó la ejecución de la red arterial, y en las márgenes del río Manzanares para dar cabida a la M-30. En esa época también desaparecieron la mayor parte de las arboledas incluidas en los jardines particulares.
En los años ochenta y noventa se crearon parques con grandes extensiones de césped, carentes prácticamente de árboles de sombra (Enrique Tierno Galván, Lineal de Palomeras, Cerro de Tío Pío, Juan Carlos I, Cuña Latina...) y se plantaron en calles especies ornamentales de pequeño porte, totalmente inadecuadas (aligustres, tamarindos, majuelos, catalpas, ciruelos, olivos del paraíso, albitzias...), ignorando la capacidad que tienen los árboles de sombra para acondicionar y mejorar la calidad ambiental de los espacios abiertos, interceptar los rayos solares y proporcionar sombra, reducir la temperatura e incrementar la humedad relativa del aire, y amortiguar la luz intensa en días calurosos, además de filtrar las partículas de polvo suspendidas en el aire. La situación es agravada por el mal trato que reciben los árboles existentes, cuyas ramas son sometidas a podas exageradas que deforman, afean y debilitan las copas; de igual forma, las raíces son destrozadas con obras de todo tipo que reducen su capacidad para captar agua y debilitan el anclaje del árbol, haciéndolo peligroso.
Referencias[ ]
- Martínez Sarandeses, José. Arboledas. Enciclopedia Madrid Siglo XX.
Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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