Bloqueo internacional a Franco visto desde Madrid
El 19 de diciembre de 1946 tenía lugar en la plaza de Oriente de Madrid una gran concentración contra la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La razón: la más que probable condena al régimen de Franco (como sucedería tres días mas tarde, al aprobarse la resolución 39) por ser una dictadura contraria a los principios que la ONU defendía. Los medios de comunicación cifraron los asistentes entre medio millón y setecientas mil personas.
La resolución 39 de la ONU culminaba más de un año de presión de las Naciones Unidas contra la dictadura española. En la conferencia fundacional, en junio de 1945, el delegado mejicano había conseguido que se aprobara excluir de la organización a cualquier país cuyo régimen se hubiera establecido con ayuda del fascismo. Al poco, en Postdam, las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial decidieron no admitir España en la ONU mientras se mantuviera el régimen vigente.
Ante la presión internacional, el régimen franquista se vio obligado a modificar, siquiera aparentemente, su fachada autoritaria. En abril de 1945 el régimen jugaba la carta democristiana y acometía acciones políticas que presentaba como democratizadoras: el anuncio de un referendum para convertir España en una monarquía «católica, social y representativa», el nombramiento del católico Martín Artajo al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, la aprobación del Fuero de los Españoles (como carta de los derechos individuales), el levantamiento de la censura previa a la prensa extranjera, la abolición de la pena de muerte para los delitos cometidos durante la Guerra Civil y la clausura de los Tribunales Especiales. Pese a ello, la presión diplomática se mantuvo. En 1946, la Asamblea General de la ONU condenaba el franquismo; Francia cerraba la frontera con España; el delegado polaco declaraba que este país ponía en «peligro la paz y la seguridad internacionales», y México proponía una acción enérgica contra España. En junio, la Subcomisión de Naciones Unidas pedía al Consejo de Seguridad la ruptura diplomática con el Estado español. Tras el verano, el secretario general de la ONU se lamentaba en la Asamblea General de la permanencia en España de un régimen similar a los de Alemania e Italia derrotados en la guerra. Todo ello supuso una ofensiva diplomática contra la dictadura española: pero no eran todos, porque los gobiernos árabes o los hispanoamericanos no se sumaron a esa presión.
Pero quienes aparentemente condenaban al régimen, luego practicaban una política de tolerancia. En marzo de 1946, al tiempo que presionaban a Franco en la ONU, Francia, Gran Bretaña expresaban su deseo de que no se reprodujera una Guerra Civil; Estados Unidos (que formulaba duras manifestaciones contra el general y contra su actitud durante el conflicto mundial) daban preeminencia al interés militar estratégico en su política hacia España, desaconsejando una excesiva presión sobre un régimen claramente anticomunista. El 12 de diciembre se condenaba formalmente el régimen franquista y se pedía la retirada de embajadores: la realidad es que pocos embajadores quedaban aún en la capital, puesto que, de hecho, España estaba ya virtualmente aislada. Se marginaba de la escena internacional la dictadura española, pero Franco no vela peligrar su posición ni su régimen. Las potencias occidentales no iban a desestabilizar esta país ante la posibilidad (independientemente de que fuera cierta o no) de que surgiese una república en la que los comunistas pudieran desempeñar un papel de importancia. Y si bien los soviéticos deseaban el fin del régimen español, tampoco les incomodaba mantener un foco de inestabilidad en el sur de Europa.
Franco se defendió de la presión exterior: a los dos días de la condena internacional el diario Arriba iniciaba la publicación de una larga serie de artículos (escritos por el propio Franco y firmados con el seudónimo Jakim Boor) en los que responsabilizaba a la masonería de lo que consideraba una conspiración contra España. Todos los lideres políticos mundiales que habían tornado alguna decisión o adoptado alguna posición contra España eran, para Franco, masones en connivencia con los comunistas. El principal blanco de sus ataques fue, no podía ser de otro manera, Trygve Lie, secretario general de la ONU; pero también Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt—quienes hablan pactado con Josef Stalin en Yalta y Postdam— eran sobresalientes masones.
En ese contexto, la concentración de la plaza de Oriente de diciembre de 1946 fue un gesto de numantismo que presentaba la acción internacional contra el régimen como una intolerable injerencia extranjera, porque, como señaló Franco, nadie tenía «derecho a mezclarse en lo que es privativo de cada nación» No había que plegarse a las presiones externas, y en ello insistió el mismo Franco, tres días después, en el discurso de inauguración de la segunda legislatura de las cortes.
Referencia[ ]
- CERVERA GIL, Javier. Bloqueo internacional a Franco visto desde Madrid, en Enciclopedia Madrid S.XX
Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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