Calles (Historia)

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En 1749, con el fin de facilitar la recaudación de impuestos, se realizó la llamada Visita General de Regalía de Aposento, consistente en una relación detallada de las casas y manzanas que había en Madrid. De ello resultó que había 557 manzanas y 7.049 casas, lo que dio lugar a que en 1765 se numeraran todas las casas y manzanas con azulejos de porcelana. Todavía se pueden ver en las esquinas de los edificios y encima de las puertas del casco antiguo las placas de la Visita General que se colocaron en esa época con el rótulo Visita G. Manzana nº....

A pesar de esta medida, se produjeron algunos problemas. Uno de ellos fue que se numeraron las casas por manzanas, por lo que en cada calle existían números repetidos, lo que provocaba numerosas confusiones a la hora de localizar una casa determinada. Otro de los problemas fue el hecho de que había hasta cinco vías con el mismo nombre y calles con varias denominaciones. Por este motivo, en 1835, el marqués viudo de Pontejos, corregidor de la Villa, ordenó numerar las casas y poner el nombre de las calles en sus dos extremos. Desde entonces la numeración parte del punto más cercano a la Puerta del Sol, situando los pares en la acera de la derecha y los impares en la izquierda. En cuanto a las plazas, hasta 1860 no se dispuso la numeración correlativa.

En 1840, Fermín Caballero, siendo alcalde de Madrid, realizó una lista de los nombres genéricos que tenían las vías y así se vio que había un total de quince maneras de denominar una vía: Calle, Carrera, Corredera, Callejón, Cuesta, Costanilla, Pretil, Portal, Arco, Pasadizo, Plaza, Plazuela, Campillo, Puerta y Postigo.

Para evitar denominaciones repetidas el corregidor marqués viudo de Pontejos cambió el nombre de doscientas cuarenta calles, casi la mitad de todas las existentes en aquel entonces desapareciendo nombres que se repetían en calle, callejuela o travesía, o en plaza y plazuela e iniciándose la costumbre de utilizar nombres de personajes y hechos gloriosos. Calles como Francos, San Miguel y San José, Santa Catalina la Vieja, San Pedro y San Pablo y Magdalena Alta pasaron a denominarse Cervantes, Daoíz y Velarde, Colón, Hernán Cortés y Pizarro respectivamente. Años antes, en [[1821]], habían desaparecido ya otros nombres considerados como ridículos que fueron cambiados por otros más decentes. Así, la calle de Tentetieso pasó a denominarse Costanilla de San Justo (hoy Doctor Letamendi); la del Azotado se llamó Grafal y la de Aunque os pese recibió el nombre de travesía de las Beatas. En 1844 la de Cantarranas fue bautizada como Lope de Vega y la del Burro, que aunque se había denominado Padilla en [[1821]], seguía con su antiguo nombre del Burro, pasó en 1848 a ser calle de la Colegiata. Había además nombres como Don Martín al que se le restó familiaridad siendo rebautizada Martín de los Heros, tal como hoy la conocemos y otras en que se ganó familiaridad como la actual Ponciano, antes Ponciano Olivares. Si observamos los planos de Madrid desde el primero conocido como el de F. de Wit, de 1635, hasta los de mediados del siglo XIX vemos que reflejan, en la mayoría de los casos, los mismos nombres de las calles y de la plazas habiéndose producido muy pocos cambios. Pero es a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando el callejero se convierte en un reflejo de los cambios políticos que caracterizaron ese período histórico. Se cambiaron nombres en 1840, 1844, 1856, 1868, 1869.... Parece que se ha convertido ya en costumbre el cambiar el nombre a una serie de calles dedicadas a personas o hechos relevantes favorables al partido ganador, sustituyendo a los que el anterior partido había bautizado. Además, durante el período revolucionario (1868-74) y en tiempo de las Repúblicas, los nombres alusivos a la familia real fueron cambiados por los de otros personajes. También, en 1898, con la pérdida de las colonias españolas, las calles que llevaban los nombres de éstas fueron cambiadas por las de los héroes españoles que lucharon defendiéndolas.

En 1936, a los tres meses de comenzar la Guerra civil, el Ayuntamiento se encargó de cambiar el nombre de unas doscientas calles, entre ellas el paseo de la Castellana que se denominó paseo de la Unión Proletaria, los dos primeros tramos construidos de la Gran Vía que pasaron a ser avenida de la C.N.T., la calle Mayor fue de Mateo Morral,... El 28 de marzo de 1939, el Ayuntamiento cambió el nombre de ciento veinticinco calles. Así, la del General Arrando pasó a ser del General Goded; la de Santa Engracia, Joaquín García Morato; la del Príncipe de Vergara, General Mola y la Gran Vía, avenida de José Antonio, entre otras. En 1981, el Ayuntamiento devolvió el nombre antiguo a veintisiete de estas calles.

Si en un principio los nombres de las calles pudiera ser que fueran "calle de arriba", "calle de enmedio", "calle de abajo" o "calle nueva" llega un momento en que el número de vías es tan grande que se hace necesario diferenciarlas de alguna manera. Existen muchas formas para bautizar las calles y nuestro callejero está repleto según las leyendas y tradiciones. Veamos algunas formas de hacerlo: identificando el nombre con el de su topografía: Barranco (barranco de Embajadores), Arenal (calle de igual nombre), Vega (cuesta de la Vega), Cerro (cerro de las Vistillas); refiriéndose al nombre del propietario de una o varias casas de esa calle o zona (calle de Preciados, plaza del conde de Miranda); por un convento (cuesta de Santo Domingo, Concepción Jerónima); por la forma de la calle (Codo, Barco); por un suceso (Puñonrostro, Carnero); por una exclamación (Ave María, Válgame Dios); por las vistas o panoramas que se divisaban desde el lugar (Quitapesares, Vistillas de San Francisco); indicando su situación con respecto al entorno: Mira el Río Alta, Mira el Río Baja, Altos de (Altos del Hipódromo), Alta (Cava Alta), Baja (Cava Baja)...; con el nombre del oficio que se desarrollaba en una o varias casas de la calle (Cuchilleros, Esparteros); porque en origen fue un antiguo camino que conducía a una determinada ciudad o pueblo (Toledo, Hortaleza); porque según la tradición se hacía el reparto de un determinado alimento (Pasa, pasadizo del Panecillo); por un árbol que diferenciaba esa calle de otra (Almendro, Limón); por una leyenda (Cabeza, Divino Pastor); refiriéndose a las características de la calle: Angosta, Callejón, Travesía, Carrera, Costanilla, Transversal; el espacio construido sirve también para identificar las calles: Cava, Camino, Ronda, Escalinata, Pasaje, Pretil, Puente, Puerta, Atalaya, Postigo, Escalerilla, Campo, Campillo. Por último, no hay que olvidarse de las calles bautizadas con nombres de reyes, personajes (escritores, músicos, políticos, etc.), ciudades de España y del mundo, batallas importantes,... En el actual callejero quedan aún más de cien calles que conservan estos nombres antiguos de identificación como memoria histórica del lugar que en un momento determinado les dio vida. El derribo de la última cerca en 1868 supuso el crecimiento de la ciudad lo que hace que surjan nuevos nombres como avenida, gran vía, bulevar, paseo, y ya en nuestro siglo colonia, polígono, poblados y UVAS...

Pero Madrid es una ciudad que crece y esto obliga a buscar nuevos nombres para nuevas calles en nuevas zonas. De esta forma se busca una cierta cohesión en el bautizo de las vías. Como a mediados del siglo XIX, se habían dado nombres de ciudades españolas como Zaragoza, Gerona y Bilbao (hoy plaza de Vázquez de Mella) por su significación patriótica; Cádiz y Barcelona a propuesta de Mesonero Romanos a las antiguos callejones Angosta y Ancha de Majaderitos y Sevilla a la antigua Ancha de Peligros, en 1880, el Ayuntamiento decidió designar con nombres de provincias a varias calles del barrio de Delicias (en el llamado Ensanche) que tan sólo estaban proyectadas. Las provincias que aún faltaban por figurar en el callejero madrileño se repartieron siete años más tarde por el barrio obrero de Cuatro Caminos. Cerca del puente de Ventas, en torno a una plaza que en origen se denominó España (hoy América Española) se construyó una colonia de hotelitos cuyas calles recibieron también nombres de provincias españolas: Zaragoza, Cádiz, Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla que años más tarde, para evitar repetición, tuvieron que cambiar su denominación por los de Almería, Marqués de Mondéjar, Alejandro González, Bocángel, Pedro de Heredia y Sancho Dávila respectivamente. Ya en nuestro siglo se dieron nombres de ríos a las calles de la Colonia del Viso, pueblos aragoneses en Canillejas, pueblos de la sierra madrileña en la colonia del Pilar, lagos en Vicálvaro, frutos en Carabanchel Alto, flores en Carabanchel Bajo y en la colonia Ciudad Jardín, pueblos de Toledo en Ciudad Parque Aluche, pueblos de Guipúzcoa en el Poblado Dirigido de Orcasitas, advocaciones marianas en el barrio de la Concepción, Corregidores de Madrid entre los siglos XV y XIX en Moratalaz, nombres de islas en el distrito de Fuencarral, constelaciones en Barajas, mares en Hortaleza, montañas, sierras y puertos en Vallecas,...


Este artículo incorpora material del Diccionario Enciclopédico de Madrid, de María Isabel Gea, publicado por Ediciones La Librería, autorizada su inclusión en Madripedia bajo licencia Reconocimento-CompartirIgual