Centro de planificación familiar Federico Rubio

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Los métodos anticonceptivos, salvo la abstinencia periódica, estaban prohibidos en España por los artículos 416 y 416 bis del Código Penal, hasta 1978.

No obstante desde los primeros años setenta el cambio legal, en éste como en otros muchos aspectos, era una reivindicación constante del movimiento feminista. Las mujeres debatían sobre aspectos relacionados con la sexualidad, el derecho a decidir sobre su propio cuerpo y la necesidad de elegir cuándo y cuántos hijos tener. Las alternativas y consignas sobre esa libertad constituían una de las más indiscutibles señas de identidad de las múltiples organizaciones que formaban el colectivo feminista. Un grupo de mujeres de Madrid asumió una tarea de acción directa y externa de información y divulgación dirigida a otras mujeres, que no tenían nada que ver con los debates internos del movimiento feminista. Ese grupo se llamó Grupo de Planificación Familiar de Madrid. Se buscaba informar a mujeres con escasos recursos: amas de casa, trabajadoras de baja cualificación, mujeres ajenas a movimientos reivindicativos sociales, sindicales o políticos. Se daban charlas colas que había un inevitable mensaje de teoría feminista, sobre la libertad y los derechos de las mujeres, sobre la posibilidad de disociar sexualidad y maternidad, pero el contenido era sobre todo práctico.

Por entonces la mayoría de los médicos no recetaba anticonceptivos, y menos a mujeres solteras, y se sabía quiénes eran los más progresistas y asequibles que sí lo hacían de tapadillo en sus consultas privadas, lo que discriminaba a las mujeres con menos recursos.

Ante la reacción de interés y demanda que se producía en las charlas, el Grupo de Planificación Familiar comprendió que no bastaba la información y que se podía hacer el intento de satisfacer, aunque fuera mínimamente, una parte de la demanda, en un claro deseo de ayuda y de ejemplo: se trataba de demostrar con los hechos lo injusto de la ley y la necesidad de que el Estado asumiera la tarea.

Así, en los primeros meses de 1976 se creó, con muy escasos medios, el primer centro de planificación familiar en España, en un pequeño piso alquilado en la madrileña calle de Federico Rubio que, dado su carácter doblemente ilegal, por su actividad y por ser un centro de reunión donde se impartía algo de doctrina liberadora, no recibió otro nombre que el de su dirección y así pasó a llamarse Centro de Federico Rubio. El dinero para el alquiler, los muebles, el material ginecológico, los gastos, etc., procedía todo de donaciones altruistas de gentes ganadas para la causa y del propio movimiento feminista. El equipo que atendía el centro trabajaba asimismo sin cobrar un céntimo, de forma rotativa y voluntaria. Había algunos ginecólogos hombres, como Javier Martínez Saimeán, y mujeres, como Elena Amedo o Renée Suárez, y un nutrido grupo de mujeres de profesiones diversas, como Delia Blanco, Charo Ema, Pilar Jaime y muchas otras. Ellas daban la consabida charla informativa obligatoria o hacían de ATS, recepcionistas, telefonistas, secretarias, asistentes sociales, psicólogas y hasta abogadas.

El centro era mucho más que un lugar al que recurrir para buscar anticonceptivos, se daba apoyo psicológico, información y se hacía medicina preventiva. Se escuchaba y se exploraba a las mujeres, se les hacían citologías y analíticas y se era extremadamente cuidadoso.

Aquel milagro pudo sobrevivir porque todos los que trabajaban allí gratuitamente eran muy conscientes de estar respondiendo, desde la más absoluta modestia, a una demanda acuciante de la población femenina.

Jamás las autoridades ni la policía interrumpieron la actividad de aquel primer centro, aunque era evidentemente conocida, y es que probablemente desde fuera se reconocía su valor como ejemplo y catalizador.

El modelo de historia clínica, la recogida de datos, la batería de análisis y otras pruebas y controles, así como muchos aspectos organizativos del Centro de Federico Rubio sirvieron de modelo para los nuevos centros de planificación familiar.

Porque el ejemplo cundió y se fue expandiendo, se crearon otros centros de mujeres en Madrid, en Vicálvaro y Vallecas, y luego en Andalucía, País Vasco, Cataluña, hasta crearse una red de centros en toda España. Los primeros fueron organizados por mujeres de los partidos de izquierda, como los del PSOE y el PC en Madrid, pero pronto las administraciones autonómicas crearon los suyos y poco a poco se generalizaron.

La modesta experiencia voluntarista se cerró una vez conseguido su objetivo: desapareció el artículo 416 del Código Penal y la planificación familiar pasó a formar parte de los servicios de salud institucionales.

Referencia[ ]

  • ARNEDO, Elena. Centro de planificación familiar Federico Rubio, en Enciclopedia Madrid S.XX


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