Ciudad global

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La globalización económica se acrecienta en el mundo actual, dada la posibilidad de relacionar personas, actividades y lugares, el desarrollo de la información, los movimientos de capital y trabajo, los nuevos modos de producción, el aumento del comercio internacional y la gran empresa, entre otras cosas. Se define por su expansión en un planeta con límites y limitaciones, siendo las grandes ciudades (los sistemas metropolitanos) sus centros de interés. El concepto ciudad-global está presente en todos los debates económicos contemporáneos y Madrid no es una excepción. Una ciudad global no sólo se define por ser sede o sucursal de empresas multinacionales, sino por ser un importante centro económico con capacidad de liderazgo en un territorio más o menos amplio. Madrid ciudad define, por su importancia económica, la de su Comunidad llegando a constituir una auténtica ciudad-región que extiende su influencia a otras comunidades próximas; es centro coordinador de la economía española, aunque en ocasiones se hable de la bicefalia Madrid-Barcelona, y constituye el primer eslabón de enlace de España con la economía mundial.

En efecto, el valor del PIB de la Comunidad de Madrid, que obedece esencialmente al protagonismo de su ciudad central, ascendió en el año 1999 a 16.216.921 millones de pesetas, lo que supone un 17,31% del valor total de la producción nacional, manteniendo tasas de crecimiento anual próximos al 5% en el final de siglo. Las ciudades globales se definen por una economía de servicios destacando de forma muy especial los servicios a la producción. Asimismo, Madrid es un importante centro financiero, dada la concentración de mercados y entidades que aportan un 9% al VAB regional un valor superior ala media española. Es también un espacio innovador, no en vano en los últimos cinco años ha sido la comunidad autónoma de mayor gasto total en I+D, superando en casi nueve puntos a Cataluña, que ocupa el segundo lugar del Estado.

Madrid es el principal espacio receptor de la inversión directa extranjera, ya que de los 10.831 miles de millones de pesetas que recibió España en el año 2000, asumió el 75,9%, seguida a distancia por Cataluña con un 11,2%. Esta inversión adquiere importancia cada vez mayor y en los primeros años de los noventa oscilaba entre el 40y el 46%: son complejos los factores que explican esta elección por parte del capital internacional, y se identifican con la idea de «competencia espacial» definida por diferentes variables que según el World Economic Forum o la Unión Europea, van desde la naturaleza de su economía interna, su estabilidad política, sus recursos humanos y grado de organización social, su sistema financiero, su nivel de I+D o su dotación de infraestructuras, y un reciente estudio sobre la internacionalización de su economía (a partir de una encuesta sobre treinta y tres empresas multinacionales) destaca, por grado de importancia: el acceso a un amplio mercado; cercanía de los centros políticos y financieros; presencia de empresas afines; dotaciones de infraestructuras; situación geográfica, grado de cualificación de sus recursos humanos y grado de internacionalización de su economía.

A su vez, del valor total de la inversión española en el extranjero (que en el año 2000 ascendió a 10.737 miles de millones de pesetas) el 79,1 % procedía de la Comunidad de Madrid, seguida, también en este caso a distancia, por Cataluña. Madrid cuenta con una economía fuertemente internacionalizada y constituye un espacio de referencia para el capital internacional, aunque todavía se sitúe en una posición inferior respecto de otras ciudades globales del mundo. De hecho, Madrid no se significa por ser sede de empresas multinacionales, ni posee empresas multinacionales de gran repercusión mundial.

La fuerza económica de la metrópoli y de la comunidad autónoma radica en la ciudad central. Foco de atracción de la inversión nacional e internacional, asumiendo las actividades más innovadoras de cada momento e impulsando hacia su periferia las más tradicionales, en el momento actual va sustituyendo la fábrica por el edificio inteligente ola producción de bienes, por los servicios, la decisión y la gestión. La dinámica residencial entre el centro y su periferia se explica, en parte, por la presión económica que sufre la ciudad central y por los elevados precios del suelo, tan sólo compatibles con actividades muy rentables: y aunque se observan procesos de expansión hacia espacios circundantes, tanto el par-quede oficinas, como los establecimientos hoteleros, el terciario avanzado o los servicios a las empresas, se localizan —en mas de un 80%— en su almendra central.

Madrid y su espacio metropolitano alcanzan, en el conjunto de metrópolis europeas, una posición importante, aunque todavía no es suficiente, ya que debe y puede jugar un papel trascendental en la conexión UE con el norte de África y con América latina y ser a su vez un foco de dinamismo económico dentro de la denominada dorsal continental europea. Madrid debe competir y mejorar su grado de competitividad espacial, pero también tiene que controlar la creciente terciarización de la ciudad que conlleva la economía global, así como otras manifestaciones que pueden deteriorar sensiblemente su entorno. Debe mejorar su calidad de vida, tanto desde el punto de vista medioambiental, cuanto social; incrementar sus infraestructuras a efectos de aumentar su accesibilidad, eliminar la congestión y solucionar su grave problema de tráfico; debe controlar la urbanización y los procesos especulativos; potenciar los espacios productivos de excelencia; reforzar su identidad cultural, educativa e investigadora y seguir siendo una ciudad abierta, sin olvidar las graves patologías sociales que hay que corregir y eliminar. Una metrópoli reproduce internamente las grandes barreras que detectamos en ese mundo global, por la presencia del espacio de la riqueza junto a bolsas de pobreza y marginación que han definido el denominado «cuarto mundo» y que se resumen en la coexistencia del yuppy con el homeless, o los espacios del lujo con los tugurios. Madrid tiene que enfrentarse al siglo XXI con una estrategia múltiple que apueste por la modernidad, y la innovación para competir con otras metrópolis europeas, en esa «guerra de lugares» de la era global, pero sin olvidar que debe dominar unos procesos que pueden hacerle perder esa posición de privilegio actual. El futuro económico de Madrid debería tener en cuenta también la calidad de vida, el desarrollo humano, el equilibrio social y una buena imagen, con objeto de construir una ciudad para ser habitada.

Referencia[ ]

  • MOLINA IBAÑEZ, Mercedes. Ciudad global, en Enciclopedia Madrid S.XX


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Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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