Convento de los Padres Capuchinos

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El Convento de los Padres Capuchinos o Convento de Nuestra Señora de los Ángeles, conocido popularmente como el Cristo de El Pardo, por la imagen que allí se venera, se encuentra situado en el Monte de El Pardo, a pocos kilómetros del pueblo del mismo nombre, dentro del término municipal de Madrid


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Historia[ ]

El convento, ubicado en lo alto de una colina y rodeado de pinares y encinares, se fundó bajo los auspicios de la monarquía española, que, desde la Alta Edad Media, mostró un especial interés por el paraje, dada su riqueza cinegética. Se debe al rey Felipe III, que lo mandó edificar en el año 1612.

La primera construcción se concibió de un modo completamente provisional. Dos años después, abría sus puertas un segundo edificio, que contaba con una pequeña iglesia, advocada a Nuestra Señora de los Ángeles.

El convento definitivo, que ha llegado hasta nuestros días con diferentes reformas y transformaciones, empezó a construirse en 1638. Fue inaugurado oficialmente el 9 de octubre de 1650.

Su función actual es la de seminario seráfico capuchino, con el nombre de Seminario de Misiones, donde se forman alrededor de doscientos seminaristas.

Valores artísticos[ ]

El convento destaca principalmente en el terreno de la pintura y de la escultura. Arquitectónicamente, su lugar más sobresaliente es la iglesia, cuyo interior está presidido por un lienzo de Francisco Ricci.

En este cuadro, situado en el altar mayor, se representa a Nuestra Señora de los Ángeles, con Felipe de Betsaida "San Felipe" a su derecha y San Francisco a su izquierda.

Hasta el siglo XIX, el convento albergó una importante colección pictórica, de aproximadamente quinientos cuadros, la mayor parte donaciones reales. En la actualidad, solamente se conservan algunas obras de José de Ribera, Bartolomé González y Lucas Jordán, además del ya citado Francisco Ricci.

En lo que respecta a la escultura, la iglesia del convento guarda, en una capilla lateral, el llamado Cristo de El Pardo, una escultura policromada en madera del siglo XVII, tallada por Gregorio Fernández, que representa a Jesucristo en posición yacente.

Fue encargada por Felipe III, tras el nacimiento de su heredero. La imagen estuvo originalmente en Valladolid, pero el monarca ordenó trasladarla a su actual emplazamiento en el año 1615, donándola al convento. Se encuentra en el interior de una urna acristalada, obra del orfebre Félix Granda, costeada, en el siglo XX, por el dictador Francisco Franco.

También tiene cierto interés artístico la imagen de La Divina Pastora, obra de Mariano Bellver.