Deporte (artículo de Madrid Siglo XX. Enciclopedia)
A principios del siglo XXI la práctica de alguna actividad deportiva se ha extendido enormemente en el seno de la sociedad madrileña, bien en un sentido lúdico, bien por el deseo de conservar o conseguir un aspecto físico acorde con los cánones que fija la moda, bien por mantener un equilibrio saludable o, finalmente, como un signo de distinción o de sociabilidad o de estatus. La práctica de algún deporte o de una actividad similar se ha convertido en los últimos decenios en indicador de la consolidación de una sociedad mesocrática y consumista, como es el caso madrileño. Lo mismo sucede si analizamos el deporte como un espectáculo que se contempla y se disfruta, bien directamente en sus espacios específicos y singulares, o bien a través de la televisión. En cualquiera de los dos contextos resulta evidente que son necesarias varias condiciones para la socialización del deporte entre las familias: disponer de tiempo libre, susceptible de ser transformado en tiempo de ocio, poseer el nivel de renta personal suficiente para costearlo, y que los poderes públicos y las iniciativas privadas sean capaces de crear las infraestructuras necesarias.
Todo ello supone que la evolución del deporte madrileño a lo largo del siglo XX ofrezca una frontera muy delimitada, un antes y un después, a lo lago de los años setenta, conforme cuajaban las transformaciones que estaban modernizando la ciudad y creando las condiciones para el ulterior desarrollo de las prácticas de ocio, gracias a la acción de los sucesivos ayuntamientos democráticos. En este aspecto cabe hablar de un desfase temporal acusado con otras ciudades europeas que se ha ido corrigiendo en los últimos quince años.
A principios del siglo XX la incidencia del deporte, como actividad o como espectáculo, era mínima en Madrid o en todo caso apenas desbordaba el mundo social de algunos miembros de la nobleza; es decir, existía una concepción aristocratizante del deporte como exponente de las virtudes físicas y mentales de un estilo caballeresco de la vida ya en franca decadencia. Desde mediados del siglo XX una brevísima nómina de gimnasios había mantenido esta mínima y cara actividad.
No obstante desde 1900 se detectan nuevos síntomas de avance casi inapreciables. Nos referimos, por un lado, a la difusión en España del desarrollo del deporte en Gran Bretaña, a lo que colaboró grandemente el matrimonio de Alfonso XIII con Vitoria Eugenia de Battemberg, con la consiguiente entronización de comportamientos británicos en la corte de Madrid. Alfonso XIII era muy aficionado al deporte, bien como practicante o como espectador. Los deportes ecuestres y el automovilismo eran los favoritos del monarca, con su proyección hacia la nobleza cortesana. Progresivamente se fueron popularizando las carreras de caballos en el hipódromo donde en los años treinta empezarían a construirse los Nuevos Ministerios.
Mayor importancia tuvieron los primeros impulsos provenientes de sectores de la clase media madrileña, a veces como derivaciones del deporte aristocrático, pero en general con unas señas de identidad propias muy próximas al discurso de la Institución Libre de Enseñanza, incansable propagandista de las virtudes del deporte para hacer realidad el antiguo principio mens sana in corpore sano. En plena época de revisiones y cuestionamientos tras el noventa y ocho, cabe hablar pues del nacimiento de un regeneracionismo deportivo, con centro en las principales ciudades españolas. En el caso de Madrid los dos primeros decenios del siglo XX contemplan la primera y relativa expansión del ciclismo, las competiciones atléticas y el fútbol, protagonizada por elementos de las clases medias a través de los ámbitos universitarios.
Desde principios de los años veinte hasta la Guerra Civil asistimos en Madrid al nacimiento del deporte de masas únicamente en el caso del fútbol, la construcción en 1922 y 1923 de los estadios Metropolitano y de Chamartín constituyen un paso decisivo al respecto. Significa en gran medida la irrupción de las capas populares en el deporte a partir del fútbol. Los campeonatos de empresa y de barriada desde finales de los años veinte dan testimonio de ello.
Durante la Segunda República la oferta deportiva se incrementa paulatinamente conforme aumentan las asociaciones deportivas y se hace palpable un mayor interés por parte de las autoridades universitarias. En el proyecto original de la Ciudad Universitaria de Madrid, en 1929, se contempló una oferta suficiente de instalaciones deportivas, incluido un gran estadio -jamás levantado-, susceptible de ser utilizado para la realización de unos juegos olímpicos. El rugby, el baloncesto, la natación o el hockey sobre hierba dieron sus primeros pasos en la Universidad Central, principalmente a partir de la labor realizada por la Federación Universitaria Escolar (FUE). Igualmente cabe destacar el papel de Canoe, en sus instalaciones del Manzanares, o el Club de Campo. Ambas representaban el paradigma del asociacionismo deportivo cuyos miembros disponen de un gran poder adquisitivo. En suma, a la altura de 1936 se habían colocado los primeros cimientos del deporte en Madrid, como práctica y como espectáculo, pero resultaría exagerado hablar de despegue. Ni la situación económica de una parte considerable de la población madrileña ni la ausencia de una política deportiva oficial permitían el gran salto adelante.
La Guerra Civil tuvo unas consecuencias negativas para el deporte madrileño, como en general en todos los órdenes de la vida de la ciudad. El estadio del Metropolitano, situado en las cercanías del frente, quedó arruinado al igual que las instalaciones de la Ciudad Universitaria. A pesar de que los discursos del nuevo Estado franquista insistían, con argumentos raciales, en las ventajas del deporte, éste quedo arrinconado, por falta de recursos, aunque surgió la primera organización oficial del deporte español a través de la Delegación Nacional de Deportes. El fútbol espectáculo se convirtió en el gran referente deportivo, con su mejor expresión en la construcción del Nuevo Chamartín en 1947 -luego Santiago Bernabéu- y en los triunfos del Real Madrid en la Copa de Europa durante los años cincuenta. Por lo menos hasta los años setenta la relación habitual del madrileño con el deporte tuvo un carácter pasivo, como mero espectador. La modernización económica y la creación de una estructura deportiva con cierta planificación configuraron una relación estable. La realización en Madrid de varios eventos deportivos de alcance mundial ha permitido el incremento de las instalaciones deportivas y su utilización. A esta labor ha colaborado una política municipal más sensible con este tema desde la llegada de la democracia a los ayuntamientos en 1979.
Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Ángel Bahamonde Magro