Leyenda de la calle del Pozo
Según una tradición, en la calle del Pozo estaba la casa de Francisco de Viarte en la que había un pozo, por el cual penetraron los soldados calvinistas que acompañaban al archiduque Carlos en la guerra de Sucesión hasta el vecino convento de la Victoria. Tras saquearlo, robaron las joyas que guardaban los monjes, entre ellas dos espinas de la corona de Cristo guardadas en un relicario de oro y piedras preciosas quedándose con éste y tirando al pozo las espinas. Desde aquel momento, el agua del pozo, que siempre había sido amarga, se transformó en dulce y potable, llegando incluso a curar a algunos enfermos que la bebieron. Y así permaneció hasta que años más tarde, al sacar agua en un caldero, aparecieron las espinas y el agua se volvió amarga de nuevo. Otra tradición cuenta que el pozo pertenecía a un tal Solórzano, del cual saltaban basiliscos que luego se convertían en sapos, perros, gatos y otros animales. Se dice que un caballero murió por mirar a los ojos a uno de estos animales y que al ir a enterrarle salieron del ataúd más de veinte mil bichos de todas las clases.