Leyenda del alférez y el escritorio
Hacia 1588 vivía en la calle del Príncipe esquina a la de Manuel Fernández y González una doncella de gran belleza llamada Prudencia Grillo, la cual era cortejada por un alférez a quien ella correspondía. Una tarde, el joven fue a ver a su prometida con una mala noticia: le explicó que debía partir de inmediato por orden del rey para embarcar a bordo de uno de los barcos de la Armada Invencible. La dama rompió a llorar desconsolada de tristeza, pues presentía que le perdería para siempre. El alférez, para consolarla, le prometió que, en caso de morir en combate defendiendo España, ella sería la primera en conocer la noticia.
-«Si acaso muero en la batalla, el cajón de ese escritorio se abrirá y esa será la señal».
Pasaron los días y los meses con el constante temor de que el escritorio se abriera. Una noche, mientras la doncella dormía en sus aposentos, notó que una fría corriente de aire movía las cortinas de su ventana inundando la estancia. Presintiendo lo peor, la Prudencia saltó de la cama y se alejó corriendo no queriendo ver el escritorio que, en ese momento, se abría, dejando caer al suelo un cajón y desparramando su contenido. Algunas semanas más tarde, llegaron noticias sobre la destrucción de la Armada Invencible, confirmando la muerte del alférez.
Prudencia Grillo, afligida por la pena de la pérdida de su amado decidió dedicar su vida a Dios y para ello fundó un convento de agustinas recoletas en su propia casa que llamó de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel, más conocido como convento de Santa Isabel.