Leyendas de la casa de las Siete Chimeneas
El nombre de casa de las Siete Chimeneas parece que procede de las primitivas siete chimeneas que coronaban la casa, que, a pesar de las sucesivas transformaciones, aún conserva. En cuanto a la leyenda, cuenta que la casa fue mandada construir por un montero real quien se la regaló a su hija recién casada. A mediados del siglo XVI el marido recibió la orden de partir a Flandes donde murió en combate. Su viuda, al poco tiempo de recibir la noticia, apareció muerta en su lecho en extrañas circunstancias. A partir de entonces la casa fue pasando por diferentes dueños, entre ellos don Gaspar de Guzmán y Pimentel, Rivera y Velasco y de Tovar, más conocido por el conde duque de Olivares, así como otro inquilino no menos famoso, el marqués de Esquilache. Hasta aquí los hechos ciertos, pero lo que ya forma parte de la leyenda es que se afirmaba que ciertas noches, una mujer, con el pelo suelto y una antorcha en la mano, se paseaba por el tejado de la casa, y que de rodillas y santiguándose, se golpeaba el pecho repetidas veces hasta que desaparecía. Y la leyenda continúa hasta nuestros días. Hace pocos años, durante las obras de acondicionamiento del edificio para el Banco de Castilla, en su sótano apareció el esqueleto de una mujer, que tenía junto a sí, unas monedas de la época de Felipe II.
Otra leyenda parecida cuenta que la casa fue construida por orden de Felipe II o alguno de sus cortesanos para residencia de una de sus favoritas. Por eso, remató la casa con siete chimeneas, tal vez para recordar los siete pecados capitales. La mujer murió de una forma un tanto misteriosa, lo que dio origen a la leyenda de que se paseaba por el tejado cada noche, deteniéndose unos instantes en cada una de las chimeneas. Esta leyenda termina como la primera, con el esqueleto y las monedas del siglo XVI encontrados en los sótanos. El edificio es hoy sede de la Secretaría de Estado de Cultura.