Lucio Muñoz

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La aventura de la implantación de la vanguardia en España durante los años cincuenta y sesenta tuvo en Lucio Muñoz (Madrid, 1929-1998) uno de sus más esforzados protagonistas. Los inicios de su actividad discurrieron entre el aprendizaje en la Academia de Bellas Artes de San Femando y su asistencia a las clases impartidas por el pintor Eduardo Chicharro. Pero fue la lección de Paul Klee la que le proporcionó una referencia definitiva para su paso a la vanguardia. El juego sutil entre abstracción y figuración, la magia sugerente de lo primitivo, atrajeron al joven pintor. En 1956, de vuelta de un viaje a París que le puso en contacto con las rebeldes propuestas del Informalismo, Muñoz hace sus primeras obras abstractas y comienza a utilizar la madera como cuerpo y soporte de la pintura, algo que no abandonaría a lo largo de toda su trayectoria. Lucio emplea la madera en un momento en el que el valor plástico dala materia, como componente autónomo del cuadro, tenían plena vigencia. El pintor realiza cada cuadro extrayendo materia, astillando y descubriendo la intimidad de la madera hasta el momento de detenerse. Lucio Muñoz me decía que en sus cuadros lo más difícil era siempre saber cuándo detenerse, cuándo el descubrimiento podía considerarse el foral del proceso.

Con el trabajo de la madera y un empleo limitado del color, este artista desarrolló una pintura sugerente, de supuestas figuraciones entreveradas, de paisajes de una materia cálida. También con este material realizó en 1963 una de sus primeras obras monumentales, el gran retablo de la basílica de Aránzazu (Guipúzcoa). La última fue Ciudad inacabada (1998), un gran mural para el hemiciclo del nuevo edificio de la Asamblea de Madrid.

Su pintura se orientó por otros derroteros al plantearse como una sugerencia de potente contenido poético, transmisor de las sensaciones de un estado interior. Admirador de Georges Bataille, amante de la música, su pintura se ofrece como la expresión de un mundo interior cargado de sugerencias inquietantes. Algo que, a partir de 1975, sustituye por imágenes en las que el color se aclara y la pintura aparece como una apoteosis y canto a la vida y la plenitud interior.

Referencia[ ]

  • NIETO ALCAIDE, Victor. Lucio Muñoz, en Enciclopedia Madrid S.XX


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