Política económica

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El afianzamiento de Madrid como capital económica de España y una de las capitales europeas es un proceso que viene de siglos. Su consolidación como centro neurálgico del sistema de decisiones español en los ámbitos político, administrativo, financiero, económico, empresarial y como cabeza del sistema urbano español ha tenido lugar durante el siglo XX. Inmediatamente después de la Guerra Civil, con el statu quo bancario, Madrid se afirmó como capital del capital en España, con la aceleración de absorciones, fusiones y concentraciones. De las 78 absorciones que entre 1941 y 1960 hicieron los que entonces eran los «seis grandes» de la banca española (Banesto, Hispano Americano, Central, Bilbao, Santander y Vizcaya), 49 las llevaron a cabo los tres con sede en Madrid y las otras 29 los del norte. El siglo se ha despedido con nuevas fusiones bancarias que priman en apariencia y por el momento las localizaciones norteñas. (BBVA en Bilbao y SCH en Santander).

Para contrarrestar el peso de dos regiones tenidas por separatistas (Cataluña y País Vasco), Franco determinó industrializar Madrid. Entre 1945 y 1959 utilizó como instrumento el Instituto Nacional de Industria; en los años sesenta se consolidó el proyecto, con participación de capital privado nacional y extranjero; en los setenta adquiría una dinámica autosostenida y a partir de los ochenta sobrepasó los limites del área metropolitana. Desde los sesenta, Madrid es la segunda provincia industrial española, sin que por ello la capital haya dejado de ser una ciudad administrativa y de servicios. Pero cambiando la imagen de ciudad de burócratas ministeriales por la de centro de servicios avanzados. Además, con las limitaciones propias del país, Madrid destaca también por su papel en el sistema español de investigación y desarrollo. La integración de España en la Unión Europea, con la adopción de la decisión de implantar el mercado único interior, ha contribuido a la aceleración de varios procesos.

La conveniencia de hacer frente a la mayor competencia derivada del más fácil acceso a los mercados ha inducido a las empresas a buscar una dimensión más acorde con las nuevas oportunidades. En el caso español, cuanto mayor es el tamaño de una empresa, más intensa es la propensión a elegir Madrid como sede. A finales del siglo XX, alrededor de la cuarta parte de las empresas activas en España con más de quinientos y menos de cinco mil trabajadores tenían su sede central en Madrid. Cerca de la mitad de las empresas con más de cinco mil empleados hicieron la misma elección. Debido al efecto sede, se produce una centralización en Madrid de los procesos de tomas de decisiones, al tiempo que puede tener lugar una desconcentración de la producción.

La integración económica europea ha comportado una liberalización de los movimientos de capitales, con notable incidencia en los flujos de inversión extranjera. El papel de Madrid como lugar de entrada y registro de las inversiones exteriores que tienen España como destino se ha visto acentuado. Pero la mundialización de las relaciones económicas ha dejado también sentir sus efectos por el lado inverso. Desde 1995, Madrid sobresale como centro emisor de inversiones españolas hacia el extranjero, sobre todo hacia países no europeos, en concreto, latinoamericanos. Un dato de interés es que, a finales del siglo XX, Madrid es la comunidad autónoma española que ha logrado superar más ampliamente el nivel medio de PIE por habitante de la Unión Europea (10% por encima de la media). Así contribuye a la convergencia real de España con la Unión, si bien se da la paradoja de que al mismo tiempo aumenta la divergencia interna en España.

Finalmente, hay que señalar lo que podría denominarse «la doble paradoja de Madrid». Con esta expresión se pretende llamar la atención sobre el hecho de que Madrid es al mismo tiempo el centro geográfico, político y económico de España, como ya se ha dicho, pero es un centro secundario si se contempla a escala europea. Por otra parte, este centro neurálgico español es al mismo tiempo la periferia de Europa. Esta lejos de los grandes ejes de desarrollo del continente europeo. Incluso queda fuera del que se está configurando como el eje más dinámico del desarrollo español, el mediterráneo. El buen hacer político ha de contribuir a superar la paradoja de Madrid.

Referencia[ ]

  • LÁZARO ARAUJO, Laureano. Política económica, en Enciclopedia Madrid S.XX


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