Revista Escorial

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La elección de titulo para la revista cultural de Falange Española en los años de la alta posguerra no fue casual. José Ortega había definido el monasterio como «muestra gran piedra lírica» y le había consagrado buena parte de la «Meditación preliminar», en las Meditaciones del Qujite. Luego, Manuel Azaña lo evocó en su novela El jardín de los frailes. En noviembre de 1939, un cortejo de falangistas a pie llevó el féretro de José Antonio Primo de Rivera des del cementerio de Alicante al presbiterio escurialense, donde se le sepultó y estuvo hasta que en 1958 fue trasladado Valle de los Caídos. Y en 1940, el mismo año de la fundación de la revista, Luis Cernuda finalizó su libro las nubes con el bellísimo poema «El ruiseñor sobre la piedra», que había escrito en Glasgow a fines de 1939 y que glosa cómo “mucho enseña el desierto de nuestra propia tierra».

Escorial tenía también varios antecedentes. Su atracción por la cultura de la España «imperial» venía de Acción Española, la revista antirrepublicana y católica de Ramiro de Maeztu, y de la Revista de Estudios Hispánicos, fruto de la derecha académica del momento. Su apasionamiento un poco insolente lo había heredado de Cruz y Raya, la publicación de José Bergamín, de la que también imitó su diseño formal y hasta su índice (compuesto de secciones «ensayos», «Poesía», «La vida del espíritu» y «Notas»), y además los juguetones almanaques ('Escorial publicó el suyo en 1943 y no repitió). Pero el antecedente decisivo fue Jerarquía, la «revista negra de la Falange», cuyas cuatro entregas habías visto la luz en Pamplona, durante la guerra, bajo la dirección intelectual del canónigo Fermín Yzurdiaga y el celo tipográfico de Ángel María Pascual

En Jerarquía habían estado los mentores de Escorial: Pedro Laín Entralgo y Dionisio Ridruejo, quien dejaría la Dirección General de Propaganda a primeros de 1941 y en junio se incorporaría a la División Azul. Luis Rosales, el poeta falangista granadino, fue también de la escuadra pamplonesa y llevó la secretaría de Escorial, compartida con Antonio Marichalar, que había sido antes de 1936 uno de los más agudos reseñistas de Revista de Occidente e incluso había escrito la crónica española en Criterion, la revista de Eliot. No es fácil reconocer, a primera vista, lo que Escorial tuvo pudo tener de palenque cultural auténticamente plural. La retórica y las convicciones de su equipo se imponen al lector: Se definió como «propaganda en la alta manera» y «norma y ejemplo de una voluntad colectiva», «bajo la norma segura y generosa de la nueva generación», pero también afirmó que las «obras de España –propias de España– serán las del espíritu y la inteligencia para las que abrimos estas páginas»: Excluyó explícitamente de ellas a los «auxiliares del crimen», pero en uno de sus primeros editoriales habló algo crípticamente «Sobre los límites del arrepentimiento» para repudiar la actitud intransigente de los conversos al nuevo régimen. En rigor, lo que Escorial consiguió fue la creación de un nuevo diálogo cultural, un poco artificioso y limitado pero, al cabo, más digno que el propiciado por las triviales y entusiastas revistas de Juan Aparicio, El Español o La Estafeta Literaria.

La temprana presencia de la pluma de Ramón Menéndez Pidal (con un artículo sobre la conquista de América: «¿Codicia insaciable o ilustres hazañas?») ratificó el entronque con la tradición liberal y, a la vez, las firmas de Eugenio Montes (con un artículo contra el racionalismo laico en el número 1, «El Sueño de la Razón») y de Luis Felipe Vivanco (con otro sobre «El arte humano», en el 2) definieron muy bien su horizonte ideológico: humanismo cristiano y tradicional, clasicista ma non troppo, con dejos orteguianos. De todas las secciones, la de poesía fue la más ejemplar: estuvieron, claro, Rosales (desde el número 2) y Leopoldo Panero (desde el 5), Adriano del Valle (3) y Gerardo Diego (que dio a conocer Alondra de laverdad en el 2), pero también se anticiparon poemas de Sombras del paraiso, de Vicente Aleixandre (37) y de Oscura noticia de Dámaso Alonso (33) y en su momento, no faltaron los versos de Blas de Otero (34), Eugenio de Nora (44) y José Luis Hidalgo (49). La revista Escorial publicó un total de sesenta y cinco entregas y faltó a su cita mensual entre 1947 y 1949, se extinguió en 1950 y después de Laín, la dirigieron José María Alfaro (a partir del número 27) y en sus entregas finales Pedro Mourlane Michelena.


Referencia[ ]

  • MAINER, José Carlos. Revista Escorial, en Enciclopedia Madrid S.XX


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