Serenos

De Madripedia
Saltar a: navegación, buscar

No se sabe a ciencia cierta cuándo se estableció el servicio de serenos nocturnos. Lo cierto es que el cuerpo de serenos nació no para aportar seguridad en las noches sino para encender, apagar y mantener los faroles en buen estado.

En 1765 Carlos III descargó a los vecinos de la obligación de encender y mantener los faroles que el rey había mandado colocar en las calles. Para ello creó un cuerpo de faroleros que a la vez fueran vigilantes nocturnos cuya función era encender, apagar y cuidar del buen estado de los faroles con el fin de aportar mayor seguridad a los ciudadanos y evitar que los gamberros rompiesen los faroles. El alumbrado se inauguró en ese año con faroles de algodón empapado en aceite protegidos con cristales y sujetos a la pared con palomillas de hierro. Se instalaron 4.408 atendidos por 100 faroleros (que luego ascenderían a 150). El alumbrado se encendía al anochecer hasta la medianoche salvo las seis noches de luna de llena que había cada mes. Se colocaron en zig-zag en una y otra fachada, separados por 34 o 64 pasos según la calle y a 12 pies de altura.

Una de las obligaciones de estos vigilantes era la de avisar al vecindario del tiempo climatológico periódicamente, así el vigilante gritaba la hora correspondiente y añadía la información de “sereno”, “lluvioso”, etc. Cualquier vecino que tuviera que salir a la calle no tenía más que gritar “sereno” y éste le indicaba el estado del tiempo por si hacía falta coger el paraguas. Como en Madrid las lluvias son escasas, la mayoría de las veces el vigilante repetía la palabra “sereno”, de donde le quedó el nombre. El reglamento obligaba a los serenos-faroleros a cumplir unos requisitos: tener veinte años cumplidos, medir cinco pies de altura como mínimo, clara voz, robustez y agilidad además de no haber sido procesados por embriaguez o camorrismo. Con el tiempo los serenos fueron los encargados de tener las llaves de los portales para poder abrirlos a los vecinos que llegaban tarde a sus casas. Se les llamaba al grito de “sereno” y/o con palmadas y él vigilante respondía con un “va” y con el sonido del golpe del chuzo que portaba sobre la acera. Los serenos desaparecieron en 1977.