Torres Blancas (artículo)

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Los veinte años transcurridos desde los primeros sesenta a los primeros ochenta, fueron tiempos de cambio... En esos años los españoles pasaron del desarrollismo de los años sesenta, al advenimiento de la democracia, la legalización de los partidos políticos y la crisis económica de los ochenta. Sin duda, en esos veinte años de cambios y permanencias, la figura más importante del panorama arquitectónico nacional fue Francisco Javier Sáenz de Oiza que, aparte de otras obras maestras, tuvo la oportunidad de construir en Madrid las dos torres más emblemáticas de la cultura arquitectónica española del siglo XX: Torres Blancas (1961-1968) y el Banco de Bilbao (1971-1981).

En esos años, mientras la obra de Oiza se trasladaba, materialmente, del hormigón gris de Torres Blancas a los vidrios bronceados del Banco de Bilbao, este país transitaba de la opacidad barroca del bunker nacional-católico a la sugerencia de una matizada transparencia en el inicio de la era democrática.

La distancia temporal entre estas dos obras, y su evidente diferenciación formal, no impide apreciar la existencia de un semblante común que las hace ser percibidas como pertenecientes a una misma familia. Un semblante común que tiene que ver con el eclecticismo entusiasta del autor, con la perplejidad creativa que acompañó a Oiza a lo largo de toda su dilatada carrera, y que hizo que ambas torres supusieran una extraña mezcla, con diferentes proporciones, entre organicismo y racionalismo. Oiza, siempre sensible a lo que ocurría fuera de nuestras fronteras, y una vez superada su primera época de tardío pionero del Movimiento Moderno en España, se apunta con Torres Blancas a la revisión orgánica de la modernidad funcionalista; una revisión orgánica catalizada por las obras que en aquellos años realizaban arquitectos como Eero Saarinen, Jorn Utzon y, por supuesto, el polifacético Frank Lloyd Wright. Una revisión orgánica que, por otra parte, también afectaría, de forma plural, al trabajo de otros arquitectos próximos geográficamente a Oiza. Construida toda ella en hormigón gris, Torres Blancas estructura su volumen por medio de varios prismas verticales opacos entre los cuales vuelan un conjunto de orgánicas terrazas circulares, plementadas parcialmente con carpinterías de madera y bloques de vidrio prensado. La planta tipo se organiza como una aglomeración de elementos circulares y rectangulares que configuran una esvástica en tomo al núcleo central de comunicación vertical. Torres Blancas, con sus variaciones en la volumetría y distribución de las diferentes plantas, semeja un atillo de fustes rematados, en su parte alta, con un complejo capitel formado por gruesos platos circulares donde se ubican la cafetería y otros elementos comunes. Por contraste con el carácter clásico del remate superior, cuando la torre llega al suelo, su unión con la tierra se lleva a cabo por medio del recurso moderno de excavar el piano de acceso, donde unas extrañas bóvedas plásticas, al gusto de la época, contribuyen a la complejidad y contradicción del conjunto.

Tones Blancas, inspirada formalmente en la Torre Tone Price de Frank Lloyd Wright, supuso la consolidación de Sáenz de Oiza fuera de nuestras fronteras, incorporándose, con esta obra, a la experiencia internacional del organicismo. Sin embargo es necesario decir que la amplitud de referencias del siempre bien informado Oiza, y la voluntad de evitar una transcripción literal de postulados unidireccionales o excluyentes, llevaría a éste a realizar, en esta torre residencial, una sofisticada interpretaci6n de las ideas que, en tomo a la vivienda, habían propuesto anteriormente otros arquitectos como Le Corbusier o los miembros del Team X. Los veinte altos transcurridos desde los primeros sesenta a los primeros ochenta, fueron tiempos de cambio... En esos años la comunidad de arquitectos realizó un largo viaje de revisión de los postulados modernos; un largo viaje que se inició con la polémica reunión de Otterlo en 1959 (una reflexión colectiva sobre la asociación, la identidad, los modelos de crecimiento y la movilidad), y termin6 con la Autobiografía científica que Aldo Rossi publicara en 1981, (manifiesto poética sobre la expansión de la individualidad romántica como modelo vital). Los veinte años transcurridos desde los primeros sesenta a los primeros ochenta, fueron tiempos de cambio... En ese periodo de tiempo Oiza vivió, desde el origen de la idea, en un apartamento de Tones Blancas, hasta que a principios de los ochenta se trasladó a una vivienda del Ensanche. Con las dudas que siempre arrastraba el profesor, Oiza pasó de vivir en la última utopía construida, a habitar en la ciudad consolidada, en el barrio que el marqués de Salamanca trazara con la rigidez militar del racionalismo especulativo decimonónico

Referencia[ ]

  • TUÑÓN, Emilio. Torres Blancas, en Enciclopedia Madrid S.XX


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