Zaj

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Este nombre designa una iniciativa artística promovida en el Madrid de principios de los sesenta por un grupo de músicos, aunque sus actividades abarcaron mucho más y desbordaron los conceptos tradicionales, tanto en la música como en las artes plásticas.

El canario Juan Hidalgo y el italiano Walter Marchetti, que trabajaban en el entorno de la música concreta, entraron en 1958 en contacto con el compositor norteamericano John Cage, en Darmstadt, con motivo del IX Festival de Nueva Música. A partir de entonces la relación con Cage determinó un viraje en las obras de ambos artistas, que se orientaron, por una parte, a ampliar el concepto de música al fenómeno sonoro en su conjunto, incluyendo su complementario, el silencio; por otra, a asumir lo temporal como clave fundamental de sus obras, y por último, y derivada de ello, a incorporar la dimensión del acto en sí mismo, sumándose así a las experiencias de los happenings que el propio Cage había contribuido a crear en los Estados Unidos.

Las actividades de Zaj no eran propiamente musicales: incluían traslados o, según la palabra tan del gusto de los situacionistas, «derivas» por la ciudad, envíos por correo (Mail-Art), escritos, libros y tarjetas, exposiciones, festivales y algunas otras cosas más que llamaron «etcéteras» (sencillas teatralizaciones de movimientos y acciones cotidianas). En julio de 1964 Hidalgo, Marchetti y Ramón Barce realizaron la acción fundacional de Zaj, enviando por correo un «cartón» que convocaba al traslado de tres objetos de madera a pie por Madrid. En noviembre de ese año se realizó el traslado hasta el colegio mayor Menéndez Pelayo, donde se celebró dos días después un «concierto de teatro musical». Con los listones de madera fabricaron una «jaula esquemática» donde se introdujo Hidalgo e interpretó la obra de John Cage 4'33, una pieza no sonora basada exclusivamente en su duración. Este concierto fue el inicio de una serie de eventos celebrados en España que provocaron el escándalo del público y la perplejidad de muchos críticos, además de serias sospechas por parte de un sistema político y social extremadamente conservador, aunque Zaj no tenía un carácter abiertamente político. Por contra, su acogida fuera de España fue buena desde fechas anteriores incluso a su fundación, período que llamaron «Pre-Zaj».

Al núcleo ya mencionado de músicos—del que pronto se saldría Barce— se sumaron de manera más o menos estable Tomás Marco, José Cortés, Manolo Millares, Alejandro Reino, Manuel Cortés, José Luis Castillejo, Alberto Schommer, Ignacio Yraola, Luis Mataix, Alain Arias-Misson, Eugenio Vicente y Esther Ferrer. Desde 1970 se redujo prácticamente a tres miembros: Juan Hidalgo, Walter Marchetti y Esther Ferrer.

Zaj no pretendía ser ni un grupo cerrado ni un espectáculo ni un producto comercial asimilable, era «aquello que no queréis saber pero que sabéis, aquello que queréis hacer pero que no hacéis, aquello que no queréis comprender pero que comprendéis, aquello que queréis decir pero que no decís». Las llamadas «etcéteras» estaban dirigidas a hacer explícitos ciertos elementos menores de la existencia cotidiana, alejados de los grandes temas y problemas, y centrados en el devenir, en el curso de las cosas más simples y en la posibilidad de percibirlas de otras maneras: «adquiriendo conciencia de la utilidad sutil de lo inútil, entro en los dominios del arte», diría Hidalgo en uno de sus textos. No había improvisación; el material sonoro compartía protagonismo con el silencio y el desarrollo espacio-temporal de la acción, según un planteamiento en el cual el espectador no desempeñaba más papel que su estar allí y sólo podía mostrar su indignación o entusiasmo. La conciencia del silencio estaba relacionada en Zaj con la idea del vacío del budismo Zen y con la obra de Cage, y la idea de creación como un acto en despliegue, como un fluido en devenir en lugar de como un producto foral y cerrado, vinculaba a Zaj con Fluxus, movimiento con el que colaboró en varias ocasiones, pero del cual quiso marcarles distancias a partir de los años setenta.

En el panorama artístico español de los sesenta y setenta Zaj aportó aires nuevos con su incorporación de comportamientos próximos al arte conceptual, del que fue pionero en España, participando en los Encuentros de Pamplona de 1972. Contribuyó al desarrollo del performance, y con los envíos de «cartones» por correo haciendo uso de este soporte como un nuevo ámbito para el arte, aportó experiencias del llamado internacionalmente Mail-Art. En el terreno literario Zaj—especialmente Hidalgo y el poeta José Luis Castillejo— hizo incursiones en la escritura experimental, que contaba con un importante antecedente en las vanguardias históricas españolas de principios del siglo XX. Los textos rompen las estructuras sintácticas y tipográficas, hacen usO de la repetición y valoran la letra como signo en sí mismo situado en el espacio textual como lugar activo y autónomo. La época de mayor actividad fue la comprendida entre 1964 y 1973; posteriormente Hidalgo y Marchetti se establecieron en Milán y Esther Ferrer en París. Sus apariciones en España se hicieron mas escasas, y la dimensión objetual de su trabajo se hizo más clara. Juan Hidalgo y especialmente Esther Ferrer aportaron la presencia activa del cuerpo como argumento en performances y trabajos objetuales y fotográficos (entre otros, Autorretratos y El libro del sexo, de Esther Ferrer, de 1979, o Biozaj apolineo y Biozaj dionísiaco, de Hidalgo, de 1977), y desde los años ochenta la creación de instalaciones y objetos que remiten en última instancia a Dadá ha aportado elementos lúdicos, ilógicos y conceptuales, como por ejemplo La mano feliz (objeto de 1989) o Natura morta, instalación de 1986, ambos de Marchetti, y Pisazapatos (1975) o Naturaleza casi muerta (1985) de Esther Ferrer.

La consideración y valoración crítica de Zaj halló expresión, durante la décade de los ochenta, en la celebración de varias exposiciones que llamaron la atención sobre el relativo aislamiento critico en que se había tenido al grupo. En 1983 la exposición Fuera de formato, celebrada en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, destinó, una amplia sale a Zaj, reconociendo el papel pionero que sin duda había tenido en nuestro país. En 1989 la Galería Estampa de Madrid y la Galería Ciento de Barcelona celebraron el vigésimo quinto aniversario de Zaj con sendas retrospectivas, y más recientemente, en 1996, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, organizó la hasta el momento más completa exposición celebrada en España.

Referencia[ ]

  • BERNÁRDEZ SANCHÍS. Zaj, en Enciclopedia Madrid S.XX


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