Academia Breve de Crítica de Arte

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Fundada por Eugenio d'Ors en 1941 y disuelta en 1954, fue una de las primeras iniciativas planteadas en los años de la inmediata posguerra con el deseo de recuperar la modernidad artística anterior al conflicto, así como de promover cierta actitud renovadora en el ambiente artístico de la época. Fue concebida como una asociación privada de marcado carácter elitista y agrupó a críticos de arte, artistas, arquitectos, diplomáticos, galeristas, profesionales y coleccionistas entre los que se encontraban la condesa de Campo Alange, Luis Felipe Vivanco, Ángel Ferrant, José Camón Aznar, Manuel Sánchez Camargo, Juan Antonio Gaya Nuño, Rafael Santos Torroella, Josep Llorens Artigas, Ricardo Gullón, Pablo Beltrán de Heredia, Cesáreo Rodríguez-Aguilera y Conchita Montes. La Academia tuvo su sede en la Galería Biosca de Madrid, con la que colaboró estrechamente. No obstante, algunas de sus actividades se desarrollaron en las Salas del Museo de Arte Moderno, con el que mantuvo una constante vinculación, de tal manera que se ha hablado de la Academia como el germen de lo que sería después el Museo de Arte Contemporáneo. Según consta en sus estatutos, los objetivos de la Academia eran: «a) orientar y difundir en España el arte moderno, por cuantos medios estén a su alcance; b) favorecer la publicación y edición de los trabajos concernientes al arte moderno, dentro del criterio sustentado por la propia Academia Breve; y c) celebrar exposiciones y conferencias».

La labor de la Academia, cuya importancia se comprende sólo al situarla en su contexto histórico, se caracterizó por un fuerte eclecticismo, así como por un progresivo acercamiento a las tendencias de actualidad. Frente al predominio general de la figuración académica más tradicionalista, estética e ideológicamente, la Academia alentó la posibilidad de una cierta modernidad en Madrid, que comenzó por la recuperación de algunas de las figuras capitales de la vanguardia histórica española, como Benjamín Palencia, Pablo Gargallo, José Gutiérrez Solana, Joaquín Torres-García, Rafael Barradas, María Blanchard o Joan Miró. Pero desde la primera exposición, dedicada a Isidre Nonell (con un solo cuadro) en 1942, y los proyectos de exposiciones que aparecían en la proclama fundacional sobre impresionistas franceses, pintores italianos del Novecento, las propuestas de la Academia fueron evolucionando y se hicieron progresivamente más audaces, dando cabida en los últimos años a algunos de los artistas de la primera vanguardia de la posguerra que estaban marcando una pauta de modernidad acorde con las tendencias internacionales. Es el caso, por ejemplo, de Jorge Oteiza, Antoni Tápies, Modest Cuixart, Antonio Saura o Manolo Millares, que presentaron su obra en este foro madrileño en los primeros años cincuenta. Sin embargo, la mayoría de los artistas que exponen al amparo de la Academia Breve pueden encuadrarse en una figuración de moderada modernidad: es el caso de Rafael Zabaleta, uno de los artistas predilectos de D'Ors en esa época, así como de Miguel Villá, San José, Eduardo Vicente, Cirilo Martínez Novillo o el grupo de los Indalianos, por ejemplo.

Esta diversidad de estilos y de intereses artísticos característica de las actividades de la Academia queda reflejada en las dos modalidades de exposiciones que organizaba: los llamados «Salones de los Once», celebrados desde 1943 y sin duda se manifestación más importante, y las «Exposiciones antológicas de la Academia Breve de Crítica de Arte», celebradas desde 1945. En estas últimas se exponían once obras seleccionadas entre las presentadas en Madrid en la temporada anterior. Por su parte, en los Salones de los Once, cada uno de los once miembros de que se componía la Academia debía proponer y presentar a un artista. De entre las sucesivas ediciones de estos salones podría destacarse el tercero, concebido como homenaje a José Gutiérrez Solana en el año de su fallecimiento; el séptimo, con importante presencia de arte catalán— ̶Miró, Dalí, y el grupo Dan al Set ̶—; el noveno, que invitó al Salón de Octubre de Barcelona y al grupo de grabadores La Rosa Vera, y el undécimo y último, dedicado al arte religioso. A mediados de la década de los cincuenta, con la recuperación de la iniciativa expositiva por parte de los organismos oficiales —como muestran las Bienales Hispanoamericanas o la exitosa participación española en las Bienales de Venecia y São Paulo—, y con el auge de una abstracción que no todos los miembros de la Academia aceptaban, esta institución dejó de existir, considerando que se habían cumplido ya los fines para los que había sido creada.

Referencia[ ]

  • JIMÉNEZ BLANCO, María Dolores. Academia Breve de Crítica de Arte, en Enciclopedia Madrid S.XX


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Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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