Antonio Palacios y Ramiro

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La obra arquitectónica de Antonio Palacios hay que interpretarla en el contexto de las tensiones entre tradición y modernidad que caracterizan el Regeneracionismo español. Titulado en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1900, irrumpe en el ámbito arquitectónico de la ciudad cuando en 1904, junto a Joaquin Otamendi, gana el concurso para el edificio de Correos y Telégrafos. Este temprano éxito, que da lugar a uno de los iconos urbanos más determinantes del nuevo Madrid, había sido anticipado por su participación en los concursos para la nueva sede del Casino y el Puente Señorial sobre la ría de Bilbao.

La construcción del Palacio de Comunicaciones supone el comienzo de una etapa de colaboración con Otamendi, con importantes encargos. El Banco del Río de la Plata (1910-1918)—también en el ámbito de la plaza de la Cibeles— o el Hospital de Jornaleros de Maudes (1908-1916), su participación en el diseño de los elementos arquitectónicos del metro (inaugurado en 1919), o la casa comercial Palazuelo de la calle Mayor (1919) y la Matesanz de la Gran Vía (1923), son algunos de los edificios más representativos de este periodo, que culmina con su ingreso en la Academia de Bellas Artes y la finalización de la sede del Circulo de Bellas Artes, en 1926.

El reconocimiento madrileño se complementa con su proyeccíon gallega —su tierra de origen— en una arquitectura de identidad vernácula, que busca en un neomedievalismo pintoresco el mismo objetivo que los intelectuales de la generación Nós. El Ayuntamiento de Porfirio (1919-1924) o el Templo Votivo del Mar (1932-1937) son ejemplos de esta dimensión regionalista de su trabajo, que tiene su contrapunto en la arquitectura más urbana del Teatro Casino Garcia Barbón (1911-1927) de Vigo. En 1935 proyecta una de sus mejores obras, el Banco Mercantil e Industrial en la calle de Alcalá, que se inaugurara en 1943, donde consolida su adaptación de un tipo edificatorio de resonancias norteamericanas.

Parte significativa de su trabajo propositivo reside en los estudios de reforma u ordenación, urbana como el anteproyecto, en clave neobarroca, para el centro de Madrid (1919), de los accesos a la catedral de Santiago (1932) y el más profesional de Ensanche y Reforma Interior de Vigo (1932-1937). O los realizados —como especulación intelectual— durante los altos de la guerra: el de Nuevo Salón del Prado y la Gran Vía Aerea sobre el Manzanares, que constituyen su personal reflexión sobre la nueva dimensi6n metropolitana de la ciudad.

En la arquitectura de Palacios —ademas del mérito de haber configurado una escenografía madrileña de calado popular—hay que considerar las distintas continuidades y rupturas históricas que explican su oscilante fortuna crítica. Tal como resulta del análisis del Palacio de Correos y Telecomunicaciones, la aceptación de un mundo contradictorio de referencias. Si la influencia figurativa de Otto Rieth y Otto Wagner ya ha sido reseñada, también está el mundo del plateresco; lo que resulta lógico en una obra que toma cuerpo en el clima intelectual derivado de la introspección regeneracionista. Lo que en Lamperez o en Cabello Lapiedra es explicito, en Palacios esta tamizado por el experimentalismo de la funcionalidad moderna y por los presupuestos de una arquitectura que se referencia en la urbe moderna. Y que tiene su desahogo en su contacto con el vernáculo gallego, en coincidencia con los intereses de los Álvarez Sotomayor, Paz Andrade o Castelao.

Destaca su aportación a la renovación tipológica, con la reinterpretaci6n de la arquitectura del edificio comercial, ensayado en su Banco Mercantil e Industrial; obra que resulta el resumen maduro de los ensayos para las distintas casas comerciales. O el intento novedoso de la solución estratificada y vertical del Circulo de Bellas Artes, reflejo de los tipos condensados en altura de la experiencia norteamericana.

Hay un rasgo distintivo en su dilatación y fragmentación del lenguaje clásico, que entiende como un código disponible para conseguir una escala urbana y representativa. Que es, al mismo tiempo, una pielue asume la confrontación con la tectonicidad del edificio, y con la expresividad de los materiales: acero, cristal o granito.

Referencia[ ]

  • HERNÁNDEZ LEÓN, Juan Miguel. Antonio Palacios y Ramiro, en Enciclopedia Madrid S.XX


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