Daniel Vázquez Díaz

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Aunque se había graduado en la Escuela de Comercio de Sevilla, cuando se trasladó a Madrid en 1903 su única dedicación era la pintura, para la que se educó haciendo copias en el Museo del Prado. En 1906 se trasladó a París, donde permaneció hasta 1918, aunque con frecuentes viajes a España y largas estancias en el País Vasco, de cuyo paisaje es, como Darío de Regoyos, fiel interprete, en especial durante aquellos años. A su regreso a Madrid en 1918, abrió un estudio en el que impartía clases de pintura, y en 1932 obtuvo la cátedra de Pintura Decorativa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y, en 1940, la de Pintura Mural. El influjo de Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 1882-Madrid, 1969) en los medios artísticos madrileños hasta la posguerra espñola fue enorme por sus muchos discípulos, las importantes exposiciones que realizó y las distinciones que se le concedieron. Entre estas se encuentra su nombramiento en 1931 como patrono del Museo de Arte Moderno bajo la presidencia de Juan de la Encina.

La pintura de Vázquez Díaz está estrechamente unida a la generación literaria del 98. Retrató a los autores más representativos de la época, como Miguel de Unamuno, los hermanos Baroja y Juan Ramón Jiménez. Pero fue retratista de otras muchas celebridades, como Manuel de Falla, el escultor Antoine Bourdelle o pintores como Alberto Modigliani, Juan Gris, José Gutiérrez Solana y Ignacio Zuloaga. Los que más fama le reportaron fueron sus retratos de toreros, como los de Juan Belmonte, Juan Centeno y otros muchos. Junto a sus trabajos de retratista destaca extraordinariamente en su trayectoria la pintura narrativa, cuyos cánones actualizó al unir sus conocimientos de la pintura moderna con una notable atención a los modelos de la pintura del Quattrocento italiano y, por ejemplo, a la obra de Francisco de Zurbarán. Particular importancia tuvieron la serie grabada Ciudades mártires (1918), cuyo tema es la tragedia de la Primera Guerra Mundial, cuadros al óleo como Los monjes (1929), enraizados en la pintura piadosa espñola, y, muy especialmente, los frescos del monasterio de la Rábida, dedicados al descubrimiento de América (1930).

Durante la posguerra Vázquez Díaz siguió ocupando un lugar destacado en los medios artísticos españoles: desarrolló particularmente su talento como pintor de toreros y cuadrillas, fue objeto de varias exposiciones antológicas y, en 1968, un año antes de morir, ingresó en la Real Academia de San Fernando.

Referencia[ ]

  • ARNALDO, Javier. Daniel Vázquez Díaz, en Enciclopedia Madrid S.XX


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