Fábrica de Tabacos

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La Fábrica de Tabacos de Madrid es un edificio ubicado en Madrid, cuya fachada principal da a la calle de Embajadores nº 54. Otra de sus fachadas da a la Glorieta de Embajadores. Fue una de las obras públicas que se llevaron a cabo bajo el reinado de Carlos III. Fue terminado en 1790, dos años después de la muerte este rey y en pleno reinado de su hijo y sucesor Carlos IV. Se trata de un buen ejemplo de arquitectura industrial del siglo XVIII. El proyecto de la obra corrió a cargo del arquitecto Manuel de la Ballina.

Historia del edificio[ ]

El proyecto de la edificación de esta fábrica fue debido a la necesidad de colocar en un sitio determinado los productos estancados del monopolio del Estado español, tales como el aguardiente, los licores, las barajas de juego, el papel sellado, y depósito de efectos plomizos. (El estanco es la prohibición de la venta libre de algunos artículos). Pero la fabricación de dos de estos productos duró poco tiempo porque se produjeron cambios importantes: la elaboración del aguardiente le fue concedida a la condesa de Chinchón, que dio nombre al anís y la fabricación de barajas de juego le fue otorgada a Heraclio Fournier, un súbdito de procedencia belga.

El 25 de septiembre de 1781 la Real Hacienda de su Majestad compró las huertas de la Comunidad de Clérigos Seglares de San Cayetano, para comenzar las obras en su terreno. El edificio se llamó en un principio Real Fábrica de Aguardientes.

En 1808, el ejército de Napoleón se encontraba en España. En Madrid, se acuartelaron en varios edificios, uno de los cuales fue ésta fábrica, que ya estaba cerrada porque ya no cumplía su misión respecto a los productos estancados. El regimiento venía bien abastecido de comida y bebida, incluso de hojas de tabaco. Pero estas hojas de nada les servían porque ningún soldado sabía convertirlas en cigarrillos. El tabaco era algo importante e imprescindible en aquellos años, y sobre todo para la tropa de un ejército. En España había tres fábricas de este producto: la de Sevilla, la de Cádiz y la de Alicante; pero no eran suficientes para el abastecimiento de todo el país y a Madrid llegaba muy poca producción.

Se sabía (y los franceses también) que en el barrio de Embajadores existían talleres clandestinos de elaboración de tabaco, cuyo trabajo estaba en manos de mujeres. En vista de los problemas y en vista de que las hojas de tabaco estaban esperando a que alguien se ocupara de ellas, la decisión por parte del rey José Bonaparte no se hizo esperar y en poco tiempo, aquel edificio que servía de cuartel se convirtió en una verdadera fábrica cuyas obreras contratadas fueron aquellas mujeres cigarreras que hasta el momento habían trabajado en la clandestinidad. El día 1 de abril de 1809, festividad de San Venancio, la nueva Fábrica de Tabacos comenzó su andadura y en ella comenzaron su trabajo 800 cigarreras.

El taller funcionó con carácter provisional hasta comienzos del año 1816, que se paralizó para estudiar la conveniencia de su continuidad. Tras varios años de informes favorables y tímidos intentos de restitución, finalmente, en junio de 1825, la Dirección General de Rentas Estancadas autorizó el restablecimiento definitivo del trabajo en la fábrica. Con ello, se dio paso a una nueva singladura productiva que, superando las dificultades de sus comienzos y la progresiva adaptación del uso del espacio original a las nuevas necesidades manufactureras, llegó a convertirse en uno de los principales centros tabaqueros de la Península y una de las mayores concentraciones obreras de la ciudad, empleando en 1853 a 3.000 obreros y en 1890 a 6.300 operarios.

En la evolución histórica del edificio, destaca la adecuación y uso real de algunos espacios concretos no estrictamente productivos vinculados a la condición femenina del personal obrero ocupado. Así, el temprano funcionamiento de una escuela-asilo para los hijos de las cigarreras -aprobado en 1840 por iniciativa personal de Ramón de la Sagra- o los diferentes lugares destinados a la lactancia que ha conocido la historia de la fábrica. Ejemplos de esta significativa ocupación espacial fueron la llamada sala de leche, establecida en los años 20 en la portería de mujeres, y la habitación con cunas y camas para los hijos de las operarias, improvisada junto a los talleres de puros en la última planta del edificio durante la Guerra Civil.

A partir de 1887, con la cesión de la explotación del monopolio a la Compañía Arrendataria de Tabacos -momento clave en la historia de la renta del tabaco-, se acometieron reformas y obras de saneamiento para solucionar los graves problemas derivados del hacinamiento y la falta de higiene que modificaron, en parte, la vieja estructura fabril del edificio, al mismo tiempo que los cambios introducidos en la organización del trabajo con el avance de la mecanización comenzaban a transformar el panorama sociolaboral de la fábrica.

La Fábrica de Tabacos de Madrid, con una historia productiva continuada de más de ciento setenta años, representa un escenario social de referencia en la vida de las mujeres que allí trabajaron, un espacio físico que condensa una memoria colectiva emblemática. Además de la evidencia numérica -que durante casi un siglo no bajó del millar de operarias-, las cigarreras mantuvieron un amplio protagonismo en los diferentes ámbitos de la realidad contemporánea madrileña. Como mujeres trabajadoras -reclutadas desde niñas y adiestradas en las labores del humo, y del vivir, por sus propias madres y abuelas-, las cigarreras manifestaron una temprana conciencia social y una sorprendente capacidad de movilización y lucha obrera, tal y como muestra el famoso motín ocurrido en la fábrica en 1830 que hizo temblar a las autoridades. Pero además del activismo asociativo, canalizado sindicalmente a partir de los años veinte, y de su protagonismo en numerosos conflictos y huelgas en defensa de sus condiciones de trabajo, como grupo social, la presencia y solidaridad de las cigarreras se destacó en manifestaciones públicas, populares motines de subsistencia, protestas de carácter político, de estudiantes o en las numerosas muestras de apoyo ante las frecuentes tragedias que azotaban a las clases trabajadoras madrileñas, como ilustra el trágico accidente que provocó el derrumbamiento del tercer depósito del Canal de Isabel II en abril de 1905.

De los talleres de Embajadores, así como de otras fábricas del Estado, salieron destacadas líderes obreras, como Eulalia Prieto o Encarnación Sierra, que durante la guerra se comprometieron y militaron en la lucha femenina contra el fascismo.

Fuera de la fábrica, durante la época de mayor esplendor, la particular atmósfera del oficio de cigarrera se respiraba literalmente en el aire promovido por la alta concentración de trabajadoras que vivían en los barrios de Lavapiés, Huerta de Bayo y Cabestreros, entre otros, alojándose, mayoritariamente, en corralas o patios de corredor y compartiendo con el resto de sus vecinos escenarios y espacios de sociabilidad tan populares como la Fuentecilla (calle de Toledo), el lavadero, el mercado, los merenderos, etc. La proximidad de las viviendas, que facilitaba la simultaneidad de funciones, espacios y tareas en el vivir cotidiano de las cigarreras, la invasión y el ajetreo diario que provocaban sus entradas y salidas en la calle de Embajadores, y sus travesías inmediatas, eran un fiel reflejo de su presencia y protagonismo local y de la enorme influencia que la fábrica mantuvo durante años en el ritmo de vida del barrio.

En manos de la empresa Tabacalera S.A. desde 1945, durante las últimas décadas, la fábrica ha visto disminuir progresivamente su actividad, al tiempo que su plantilla se mantenía bajo mínimos. A finales del año 2000, casi como un símbolo económico de ruptura milenaria, el centro de Embajadores cerró silenciosa y definitivamente sus puertas dejando tras de sí una singular cultura social tabaquera cuya impronta y memoria colectiva encierran todavía hoy los muros y secretos de la fábrica.

El Ministerio de Cultura español tiene previsto que en el año 2008 ya habrán terminado las obras de adaptación y remodelación del edificio que será la nueva sede de los museos de Reproducciones Artísticas y Artes Decorativas. El nuevo centro museístico contará con dos salas de exposiciones temporales, una sala de audiovisual, un lugar de embalaje, almacén y taller con actividades didácticas.

Esta decisión va en contra de la opinión de algunos de los vecinos del barrio de Lavapiés, que demandan al Ministerio de Cultura, que otro museo mas no es lo que realmente hace falta. Y piden al MIC, que el edificio se use para cosas más pertinente a los vecinos, como un centro social, un espacio para mayores, un centro de saludo, viviendas para jubilados, etc.

El edificio[ ]

Es de forma rectangular, exento, con cuatro plantas. La fachada principal tiene balcones y ventanas y tres buenas portadas. La del centro es la principal, adornada con 2 pilastras dóricas con triglifos en el cornisamento que sirve de base a un balcón principal en cuyo guardapolvo puede verse un escudo de armas. Tiene un corralón contiguo, rodeado por un tapia, que da a la glorieta.

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Descripción de Ramón de Mesonero Romanos[1][ ]

Al terminar dicha calle de Embajadores, en la acera izquierda, se alza el extenso edificio construido en los últimos años del siglo pasado con destino a fábrica de aguardientes y licores, estancados entonces por la Real Hacienda, barajas, papel sellado y depósito de efectos plomizos, y hoy destinado a la de Tabacos, desde 1809, en que comenzó en él la elaboración de cigarros y rapé, hasta el día, en que cuenta más de cinco mil operarios, principalmente mujeres, con inmensos talleres, en que se labran al año sobre dos millones de libras de cigarros. Este considerable edificio, que ocupa una superficie de 101.406 pies, tiene su fachada principal a dicha calle en 428 pies de línea, 29 balcones y una decoración seria y apropiada al objeto

Vídeos[ ]

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Referencias[ ]

  1. Mesonero de Romanos, Ramón de. El antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa. Disponible en Internet

Bibliografía consultada[ ]

  • Madrid, tomo II. Editorial Espasa Calpe, S.A. 1979. Patrocinio del Ayuntamiento y del Instituto de Estudios Madrileños. ISBN 84-239-5370-X
  • Rincones del viejo Madrid. Ángel Olivares Prieto. Editorial La Librería. Madrid 2002. ISBN 84 89411-17-4

Artículos relacionados[ ]


Fuentes[ ]

  • El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de Wikipedia, publicada en castellano bajo la licencia GFDL.