Leyenda del Guardia de Corps
En el siglo XVII, un guardia de Corps pasó por delante de una casa -la misma que la de la leyenda de la Cruz de Palo y de la leyenda de la casa de los Gatos- y vio a una hermosa mujer que le hacía señas desde el balcón del primer piso.
-«¿Es a mí?»- preguntó don Juan de Echenique, que este era su nombre.
-«Sssshhhh... no gritéis que vais a despertar a todo el vecindario»- le contestó la mujer indicándole con la mano que subiera.
Y Echenique, que tenía que ir a Palacio a hacer el cambio de guardia, atraído por la belleza de la mujer, no pudo resistir la tentación y decidió subir un rato, pues aún le sobraba algo de tiempo. Al cabo de un rato oyó que un cercano reloj daba las horas y salió precipitadamente a Palacio para intentar cumplir la guardia. Cuando llevaba recorrido parte del camino se dio cuenta que se había olvidado el sable y volvió a recogerlo. Entonces observó que la casa donde él había estado minutos antes tenía aspecto de llevar muchos años cerrada y abandonada. Preguntó a un hombre que pasaba por allí por la hermosa mujer y el hombre le contestó que había muerto hacía muchos años y que desde entonces el viejo caserón permanecía cerrado y abandonado. Don Juan empujó la puerta y subió las escaleras a toda velocidad. Encontró su sable sobre una desvencijada cama llena de telas de araña. Salió de allí asustado y entró en la cercana iglesia de San Justo. Se arrodilló ante un Cristo Crucificado y pidió humildemente perdón a Dios. Antes de salir de la iglesia depositó su sable a los pies del Cristo. Don Juan de Echenique se metió a monje en un cercano convento. Y desde entonces el Cristo pasó a ser conocido como el Cristo de los Guardias de Corps siendo sacado en procesión en Semana Santa.
La casa fue derribada en 1972 y el solar se utilizó como aparcamiento para el ayuntamiento. En 1991, Salvador Pérez Arroyo construyó una plaza elevada con una suave cascada sobre un aparcamiento subterráneo.