Leyenda del convento de San Plácido

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Se dice que en el convento de San Plácido hubo una monja de gran belleza -Sor Margarita de la Cruz- de la que el rey Felipe IV tuvo noticia y se enamoró tras verla y hablar con ella a través del locutorio. Como el rey quería convertirla en su amante planeó, junto con el conde duque de Olivares y Jerónimo de Villanueva, secuestrarla una noche. Cuando los tres hombres llegaron por la noche hasta la celda de sor Margarita -a través de un túnel- encontraron en su lugar un ataúd rodeado de cuatro cirios y a Sor Margarita en el interior del mismo con la cara muy pálida y un crucifijo entre sus manos. Los tres hombres huyeron de allí rápidamente y Felipe IV, para expiar su pecado, regaló al convento de San Plácido un Cristo Crucificado pintado por Velázquez (hoy en el Museo del Prado) y un reloj que cada cuarto de hora tocaba las campanadas a muerto, y así sonaron hasta que Sor Margarita de la Cruz murió realmente y a partir de ese momento, el reloj sólo tocaba cada vez que moría una monja.


Este artículo incorpora material del Diccionario Enciclopédico de Madrid, de María Isabel Gea, publicado por Ediciones La Librería, autorizada su inclusión en Madripedia bajo licencia Reconocimento-CompartirIgual