Ocio

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Ocio durante los años de la República[ ]

(Basado en el artículo de Antonio Pizza para Madrid Siglo XX. Enciclopedia)

Una de las grandes novedades en el Madrid durante los años treinta consistió en la voluntad por planificar la vida cotidiana de los conjuntos urbanos, buscando organizar el ocio de las masas. De hecho, las infraestructuras para el tiempo libre encontraron una fundamental consagración en el París de finales del siglo XIX, metrópoli que, gracias a las incisiones de los bulevares haussmannianos, fue equipada admirablemente para responder a unas nuevas exigencias de la existencia colectiva: avenidas y áreas para el paseo, parques, zonas comerciales, se definieron así como realidades organizadoras del contexto ciudadano, entrando a formar parte directamente de lo urbano.

Por otro lado, el debate promovido por la arquitectura moderna europea en las primeras décadas del siglo XX a menudo privilegió aspectos aparentemente más conformes a su buscado perfil social, aspirando a encontrar soluciones para el problema de la vivienda masiva, de los servicios elementales o de las necesarias urbanizaciones del territorio. En este marco de referencias, la originalidad de algunas iniciativas españolas (por ejemplo, el proyecto de piscinas, baños y zonas de deportes para el río Jarama de Madrid, y la propuesta de la Ciutat de Repós para la costa mediterránea), se afirmaba en el compromiso activo con las reformas sociales activadas por la República, pero sobre todo trabajadoras, como principio operativo de expansión de la ciudad contemporánea, especialmente equipada para poder responder a estas indefinibles y nuevas instancias.

En síntesis, el talante progresista de estas prefiguraciones de la vida colectiva interpreta la complejidad del crecimiento metropolitano a través de una definición ulterior de lo que se considera ser fundamentalemente la ciudad pública; no sólo en sus vertientes ya institucionalizadas por las últimas conquistas políticas, sino también en las que todavía hay que imaginar y proyectar. Por estos motivos, ante el avanzar incontenible de la sociedad de los consumos privados se plantea el diseño de unos espacios para el tiempo libre que, en el respeto de unos derechos inalienables, sepan perfilar válidas alternativas al modelo capitalista preexistente.


Ocio Juvenil[ ]

(Basado en el artículo de Carlos LLes Lazo para Madrid Siglo XX. Enciclopedia)

La evolución del ocio juvenil madrileño está íntimamente ligada, de una parte, a los cambios que afectan al propio concepto de ocio: su relación con el papel asignado al trabajo, con los valores sociales sobre bienestar y tiempo libre, con el auge del consumo, etc. De otra parte, está unido a la duración y características del período juvenil en cada contexto socioeconómico y cultural concretos, que condicionan la capacidad de los jóvenes para integrarse social y laboralmente; pero también explica las distintas posibilidades de éstos de incidir en la sociedad a través de sus proyectos , valores y prácticas concretas.

El ocio -mientras el trabajo ha constituido el valor social central- se concibe como un elemento complementario al mismo y, para algunos, patrimonio de determinados segmentos sociales. Con el abandono progresivo de la ética del trabajo en la sociedad postindustrial, las actividades de ocio ocupan un lugar cada vez más central; se convierten en un fenómeno generalizado e interclasista. Sin duda -y especialmente en el caso de los jóvenes- por su íntima relación con la incitación al consumo y las formas de vida ligadas a actividades no productivas.

De hecho, el ocio de los jóvenes -por su relación con la actividad laboral y sus peculiares situaciones de intercambio económico, simbólico, etc.- reúne unas características específicas que los diferencia del de los adultos. Se configura, como un espacio-tiempo básico en su proceso de socialización y en el desarrollo de su vida cotidiana y relacional.


Años 1940[ ]

En los años 1940 escasa presencia relativa de jóvenes tras la sangría de la Guerra Civil; además, buena parte de ellos están involuntariamente encuadrados militar [1] o políticamente. Aún no recuperados de la conflagración bélica doméstica, viven el comienzo y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Madrid está huérfana de actividades culturales y de ocio para jóvenes, en parte suplidas por los seriales radiofónicos... Ni pandillas, ni fiestas. Sólo restricciones y sucedáneos en un entorno de moral pública estricta. Algunos pocos, una minoría -que refleja el cine oficial-, gozan de automóviles, fincas, etcétera.


Años 1950[ ]

El ocio en estos años -y anteriores- era espontáneo: se jugaba libremente en la calle, que no padecía el intenso tráfico actual. Se formaban pandillas entrañables con los vecinos, los compañeros de estudios, los camaradas del barrio. Se asistía durante tardes enteras a los cines de "sesión continua" (que son bastante anteriores a los años sesenta, como afirma el artículo). Existían locales de billares, de ping-pong y, a partir de los años cincuenta, también de futbolín. Se organizaban automáticamente -aprovechando cerros y solares vacíos- partidos de fútbol contra otras pandillas. Había tiendas de "alquiler de bicicletas" para pedalear ociosamente por las afueras y también por la ciudad. Se hacían excursiones al campo -como refleja la novela "El Jarama" de Sánchez Ferlosio- o a la Sierra. Se participaba activamente en las verbenas y fiestas populares. Y también se asistía a locales de "bailongos" de mala fama o, en su caso, a los famosos guateques caseros (que también son anteriores a los sesenta).


Años 1960[ ]

Los años sesenta suponen un cambio importante. Madrid es ya un polo industrial. Durante su primera mitad, cala el mensaje de los Planes de Desarrollo: trabaja duro y triunfarás, hazte a ti mismo. Los jóvenes reconstruyen sus señas de identidad respecto de su infancia. Guateques, fútbol y cine. A partir de mayo del 68 una parte de los jóvenes se afirma socialmente, marginándose de lo institucional; reivindicando espacios privados y públicos propios. El conflicto con los padres se agudiza. Barba, melena; Beattles, vaquero, minifalda: son signos de la protesta contra las convenciones. Ruptura de compromisos sexuales; no violencia. Proyectos para transformar la realidad; confianza en la emancipación colectiva. Abandono del ocio casero y búsqueda del ocio extradoméstico.


Años 1970[ ]

Los años setenta marcan un antes y un después de 1975. En la primera mitad: el malestar juvenil europeo pasa las fronteras pese a las restricciones; conflictos sociales y políticos. Largas faldas, floreadas botas y jerseys de cuello vuelto; rock sinfónico y cantautores. Segunda mitad: muerte del dictador, transición políticay primeras elecciones. Grandes esperanzas que poco a poco se tornan hacia un cierto desencanto ante la calderilla del 68 recibida. Las pautas de ocio juvenil -para trabajadores y estudiantes- se generalizan: escaso tiempo salvo fin de semana con poco dinero que gastar.


Años 1980[ ]

En los ochenta se produce el tránsito de la esperanza de la fiesta, a la cotidianidad de la libertad. La izquierda gana las elecciones; entrada en la OTAN. Del compromiso de los mítines a los conciertos masivos y la movida madrileña. Los jóvenes sustituyen la posibilidad de la emancipación colectiva por la creación de grupúsculos cerrados de relación. El peso de la población joven -efectos del 'baby boom'- se hace notar: uno de cada cuatro madrileños pertenece al colectivo. Años de ajuste económico y fuerte desempleo juvenil (47%), que es el problema central, seguido de la insatisfacción profesional de quienes trabajan precariamente. Algo que, en parte, se relaciona con comportamientos marginales que, en todo caso, no todos sufren por igual: los jóvenes periféricos madrileños- residentes en los distritos de clase trabajadora- llevan la peor parte. La falta de solvencia suspende o retrasa los proyectos de emancipación juvenil y se refuerza el papel de la familia como garantía de estatus. Las relaciones de afecto, diversión y convivencia, se reverencian al grupo de iguales. El ocio en día laborable esta presidido por la preeminencia igualitaria de la audencia de televisión; el fin de semana el colectivo se atomiza reagrupándose en tribus (sobre todo los más jóvenes). Bares, copas y amigos, sobre todo, pero también actividades deportivas y de aire libre. Muy escasas -casi nulas- las de tipo asociativo político o sindical.


Años 1990[ ]

En los noventa la presencia relativa de jóvenes disminuye en Madrid -a pesar de ampliarse la edad joven hasta los treinta años-, que inevitablemente envejece. La fuga de las parejas jóvenes en busca de la vivienda deseada; su constitución cada vez más tardía -la mitad de los jóvenes madrileños, entre veintidos y treinta y cuatro años, vive en casa de sus padres -y las muy bajas tasas de natalidad explican este fenómeno. Los jóvenes de esta década son calificados como pragmáticos, realistas, adaptativos, tolerantes, europeístas y moderadamente optimistas ante la realidad. Están más centrados en hechos y situaciones concretos que en proyectos globales, subsumidos en prácticas de solidaridad (ONG). La cotidianidad está centrada en la formación pues sólo desde la óptica curricular podrán insertarse laboral y socialmente. El escaso ocio en laborables se centra en los medios audiovisuales y las nuevas técnologías de la información: enclaustramiento con Internet. En fin de semana se conquistan nuevos espacios físicos donde se gasta su dinero en ocio, la búsqueda y el mantenimiento de las relaciones de amigos. El mundo doméstico es un mero habitáculo con finalidades de supervivencia.


Años 2000[ ]

El cambio de milenio aporta nuevos factores de multiculturalidad a la juventud madrileña. El ocio juvenil se quiere identificar -más mediática que sociológicamente- y de manera monográfica con la llamada cultura del botellón. Sin duda, el tiempo dará cuenta de tal simplificación.


Notas[ ]

  1. En los primeros años, al término de la Guerra Civil, el servicio militar obligatorio tenía una duración de dos años. En la década siguiente, los años 1950 y siguientes, se redujo a 18 meses, para quedar, finalmente, en 9 meses