Reforma interior

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La expresión «Reforma interior» puede entenderse de muchas maneras. Sin embargo, en el caso de Madrid, la palabra interior no puede separarse de las de ensanche y extrarradio. Interior (o casco antiguo), ensanche y extrarradio constituyen el vocabulario urbanístico básico de Madrid en el primer cuarto del siglo XX, por lo menos hasta que el Plan General de Extensión de 1926 supera la división de las tres zonas para agruparlas bajo la misma denominación de núcleo urbano, reservando la de núcleo suburbano para los asentamientos que (separados físicamente) tenían una relación directa con aquél.

De cualquier modo, la reforma interior está ligada tanto a la Ley de Ensanche de 1864 como a la de Mejora, Saneamiento y Ensanche Interior de grandes poblaciones de 1895. Ambas fueron base de multitud de intentos de reforma impulsados por particulares en los primeros treinta años del siglo XX, debido a las ventajas fiscales y posibilidades expropiatorias que permitían. Pronto los propietarios de suelo mostraron interés por reconvertir las rentas de posición en lugares centrales de la ciudad; muchas de estas acciones especulativas quedaron en simples intentos, por lo que la historia de la reforma interior durante esos años fue sólo una larga exposición de proyectos, no de actuaciones. Ejemplos paradigmáticos pueden ser las propuestas de los arquitectos Oriol y Carrasco, la del primero de 1921 y la del segundo de 1928.0 la de José Sela de 1924. Todas desestimadas por la Junta Consultiva Municipal. Que, por cierto, también hizo bastantes propuestas que tampoco contaron con el beneplácito de los ediles.

El ensanche estaba pensado para proporcionar alojamiento a una población urbana que crecía aun ritmo cada vez mayor, pero se convirtió en una forma de inversión de la burguesía. Mientras que la reforma interior cuyos ideales eran la higiene y la adecuación de la estructura histórica de la ciudad al tráfico, fue el medio de conseguir una mayor rentabilidad dolos propietarios de suelo.

El Plan de 1926 detectó los problemas existentes en el interior de la ciudad pero no propuso remedios. Criticado por casi todos, tuvo el valor positivo de concebir la ciudad de forma global. Así, cuando en 1929 se convoca un concurso de anteproyectos para la urbanización y extensión de Madrid (que queda desierto) destaca la propuesta de Zuazo y Jansen, que proponen dotar al interior de servicios e infraestructuras, obviando la apertura de grandes vías. Esta idea (que quedó, como en tantos otros casos, sólo en idea) llega hasta 1934 en que Mutilo y Saborit continúan pensando en el centro como solución a los problemas de dotaciones y llevando los de vivienda ala periferia.

No vaya a pensarse, después de leer lo anterior, que no se realizó ninguna obrado reforma. La más paradigmática fue la apertura de la [Gran Vía]], pero también se realizaron otras, como la conexión de San Francisco con la Puerta de Toledo. Por supuesto, la destrucción de edificios e incluso de manzanas enteras durante la guerra obligó a una reforma interior necesaria: por ejemplo, la apertura de una nueva calle frente a la iglesia de San Sebastián, la reordenación de la plaza del Carmen, la reforma de la plaza de la Independencia o la de los alrededores de San Francisco el Grande.

Pero tras la guerra y del Plan Regional de Besteiro, vino primero el Plan Bidagor y luego el chabolismo. En el año 1956 se aprobó la Ley de Suelo (calificada unánimemente como «Ley de Ensanche») que olvidaba el interior de las poblaciones, lo mismo que sucedió a la de 1975. En los años setenta, el nuevo y ampliado interior de la ciudad sufrió una fortísima presión, concediendose mayores volúmenes edificables con la consecuencia de una importante sustitución, densificación y cambio de uso de los edificios. En 1980 se aprobó el Plan Especial Villa de Madrid que resguardaba el centro histórico, dedicándose importantes ayudas a la rehabilitación de edificios. Todo ello, de forma directa o indirecta, tiene que ver con «reforma interior». Pero, en sentido estricto, todos estos fenómenos que se producen o se relacionan con el centro histórico debieran estudiarse bajo voces tales como reconstrucción, planes especiales de reformas interior, rehabilitación, renovación urbana, conservación y protección...

Referencia[ ]

  • FARIÑA, José. Reforma interior, en Enciclopedia Madrid S.XX


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