Economía
La economía de la ciudad de Madrid, con un Producto Interior Bruto de 79.785 en 2003 (Fuente Ayuntamiento de Madrid) es la mayor entre las ciudades españolas y la cuarta entre las europeas.
El PIB ha venido creciendo en los últimos años a un ritmo superior que el resto de España, situandose la ciudad como la locomotora económica del país.
Año | Euros |
1998 | 56.076.454€ |
1999 | 60.573.828€ |
2000 | 66.535.412€ |
2001 | 71.595.433€ |
2002 | 75.334.358€ |
2003 | 79.784.603€ |
Contenido
Historia Económica[ ]
Siglo XX[ ]
Transcurrido más de un siglo desde los inicios de su proceso industrializador, Madrid continúa siendo un centro industrial de primer orden. Según el Anuario Económico de España 2001 (La Caixa), es el de mayor índice industrial (4,78% sobre el total de establecimientos industriales contabilizados en el país), frente al 3,14% de Barcelona, o el 1,44% de Zaragoza, que le siguen; según el Directorio de Unidades de Actividad Económica (Comunidad de Madrid, la capital contaba en 1999 con 10.766 locales y 157.575 empleos industriales, lo que supone valores cercanos (48%) a la mitad del total regional, a gran distancia de los municipios (Alcalá, Fuenlabrada, Getafe...) que le siguen en volumen de ocupación. A lo largo de ese proceso se ha transformado tanto la estructura empresarial como -en el tipo de ocupaciones- su localización, los paisajes característicos y su impacto sobre el medio ambiente urbano. Aunque existen precedentes históricos, los inicios de un verdadero impulso industrializador no se produjeron hasta que la ciudad superó, a comienzos del siglo XX, los obstáculos que habían retrasado su despegue por comparación con las urbes litorales.
Tras la Guerra Civil, la posguerra supuso un débil crecimiento industrial. En las dos décadas de autarquía, la novedad más importante fue la creación del Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941, que localizó en la ciudad un total de once grandes empresas fabriles. Las empresas públicas permitieron un desarrollo de sectores avanzados (maquinaria y bienes de equipo, material eléctrico, automoción, aeronáutica...) hasta entonces muy escasos, junto a la proliferación de Pymes auxiliares de estas grandes fábricas. Su localización, en el sur, reforzó la dualidad urbana heredada, pero la instalación de algunas junto a la carretera de Barcelona contribuyó a impulsar ese sector de la ciudad en décadas posteriores.
La rápida expansión de la industria española, tras el Plan de Estabilización, se reflejó en Madrid, que experimentó un dinamismo bastante superior al promedio, por lo que en 1975 la provincia reunía ya el 12% del empleo y la producción industrial de España (8% en 1955), y de ese volumen la capital aún polarizaba dos terceras partes. La implantación de transnacionales y grandes empresas de capital nacional atraidas por la externalidades ligadas al propio tamaño urbano, a la concentración de infraestructuras y servicios de calidad, así como a unos recursos humanos abundantes, diversificados y con presencia de cuadros cualificados, permitió elevar su especialización en sectores intensivos en tecnología, de elevada capitalización y rápido crecimiento de su demanda (electrónica, químico-farmacéutica, automoción...). Ubicadas sus sedes en los distritos centrales, sus fábricas se llevaron a las áreas periféricas, junto a los ejes de transporte radiales, si bien las pequeñas empresas en sectores tradicionales (alimentación, transformados metálicos, artes gráficas, confección...) se mantuvieron en barrios antes periféricos y ahora integrados en la ciudad (Tetuán, Usera, Carabanchel...). El salto metropolitano a partir de los años sesenta supuso consolidar la difusión industrial de los municipios de la corona sur y este, mientras en el interior de la capital se esbozaban indicios desindustrializadores derivados del deterioro ambiental en ciertas áreas, la presión ejercida por la revalorización del suelo y las posibilidades abiertas a la recalificación de usos por el Plan General de 1963. Desde finales de los años setenta, el final del ciclo expansivo de la economía mundial, sumando a la transición política en España, provocaron un intenso proceso de ajuste industrial que hizo necesaria una reestructuración de las estrategias empresariales y la puesta en práctica de nuevas políticas, aspectos que han tenido un importante reflejo en Madrid.
Las estrategias espaciales de las empresas se ha transformado sustancialmente, lo que se traduce en una metamorfosis del paisaje industrial madrileño, que ya no puede identificarse de forma exclusiva con el ocupado por fábricas y talleres. La flexibilidad productiva que permiten las nuevas tecnologías (junto a la mejora de los transportes) han favorecido la segmentación de tareas realizadas por empresas medianas y grandes que mantienen en la ciudad de Madrid sus oficinas centrales y locales destinados a tareas de distribución, diseño y desarrollo tecnológico, servicio al cliente, etc., en tanto las tareas fabriles se desplazan a espacios de coste inferior. Esa proliferación de oficinas industriales explica que sean los distritos centrales los que reciben mayor número de establecimientos, así como la reducción de su tamaño medio medido en cifras de empleo, superficie ocupada o inversión inicial. Crece también la presencia de aquellas ramas intensivas en conocimiento (telemática, farmacéutica, óptica, nuevos materiales...) y que buscan para su instalación los nuevos parques industriales y empresariales del noroeste, con mayor calidad ambiental, en tanto los distritos industriales del sur resultan hoy menos atractivos para este tipo de iniciativas y padecen con mayor intensidad los costes sociales de esta nueva era industrial.
Industrias[ ]
Automoción[ ]
A nivel nacional, el sector madrileño de automoción -inscrito bajo la rúbrica más utilizada de material de transporte- ocupa el segundo lugar, después de Cataluña, por su producción y también por el número de empleos que acoge; en el conjunto de la industria regional madrileña, altamente diversificada, le superan los sectores de productos metálicos y maquinaria, papel, imprenta y artes gráficas, alimentación y productos químicos. Aun así, su producción sobrepasa ampliamente los cien mil millones de pesetas y ocupa a más de veinte mil trabajadores, de los cuales algo más de un tercio corresponde a las industrias instaladas en el municipio madrileño.
A diferencia de Barcelona, la construcción de vehículos a motor en Madrid se desarrolla con ciertas dificultades a lo largo del primer tercio del siglo XX, en el que destacan los Talleres Franco-Españoles (1922) que fabrican los modelos Landa hasta 1935. El verdadero inicio y posterior desarrollo del sector lo llevan a cabo en los años cuarenta y cincuenta el Instituto Nacional de Industria (INI) y Eduardo Barreiros. El INI crea en 1946 la Empresa Nacional de Autocamiones S.A. (ENASA) para la fabricación de ómnibus y camiones Pegaso, instalando la fábrica en amplios terrenos al este de la ciudad, junto a la carretera de Barcelona. Por su parte, Barreiros construye en 1957 una gran factoría en Villaverde para desarrollar sus motores diésel con la fabricación de tractores agrícolas, camiones y autobuses. En torno a estas dos empresas, más un potente subsector auxiliar que se inicia a partir de los años sesenta y del que es claro exponente la evolución de la hoy multinacional Robert Bosch España, ha pivotado la evolución del sector de automoción en el municipio de Madrid durante el último medio siglo, adaptándose a las reestructuraciones que la empresa pública y la industria automovilística han experimentado a nivel mundial. De este modo, el Estado en los años noventa privatiza ENASA, transformándose en la empresa Iveco Pegaso, que con unos mil empleados sigue conservando su antigua localización.
Por su parte, en 1963, Barreiros S.A. adquiere la firma y, tras un largo y difícil período de reconversión, segrega la fabricación de vehículos industriales que pasa a la firma Renault. Actualmente el grupo PSA Peugeot Citroën, con cuatro mil empleos y asegurada su localización en Villaverde, forman parte, junto con Fasa-Renault, Seat, Opel España y Ford España, del reducido y selecto grupo de empresas multinacionales del sector que operan en España y que hacen de nuestro país el tercero en Europa y el quinto en el mundo como productor de vehículos de turismo.
Industria Química[ ]
El desarrollo de la industria química en Madrid data del primer tercio del siglo XX. Mientras que su participación en el valor añadido español era en 1900 del 10% y en los años sesenta era casi un 25%, a primeros de los setenta se redujo por debajo del 20%. En el caso de Madrid, las cifras se reducen a la mitad, debido a que el principal enclave de la industria química se encontraba en Cataluña. A finales de los ochenta algunos subsectores (química fina) de la industria química madrileña poseían más del 27% del mercado nacional. El sector está dominado por pequeñas y medianas empresas, a excepción del caso de los productos farmacéuticos, en los que destaca la presencia de un importante conjunto de multinacionales.
Durante el último cuarto de siglo, la industria química madrileña ha ocupado un 9% del empleo industrial de la región, aunque ha perdido el 4,6% del empleo -frente al 19,3% de la industria madrileña-, suponiendo alrededor de un 11% del valor añadido industrial y con una productividad (valor añadido por ocupado) superior a la del conjunto de la industria en más de 1,7 puntos porcentuales.
Su evolución está jalonada por dos importantes crisis: a finales de los setenta y primeros de los ochenta -coincidiendo con la segunda crisis de las materias primas y el petróleo- y a principios de los noventa, siendo en general más agudas que las sufridas por el conjunto de la industria, lo cual no le ha impedido crecer a una tasa media del 4,2%. En sus inicios se identificó con la industria ligera de perfumes, jabones y algunos productos farmacéuticos, destacando empresas como Gal o Floraria, Oxígeno Industrial o S.E. del Oxígeno que son pioneras en este ámbito. Posteriormente desplazadas por la química fina e industrial y la industria transformadora del caucho y del plástico y, más recientemente, por las ramas industriales de nuevos materiales. Desde los años setenta y más intensamente durante los ochenta, se ha ido conformando un núcleo de empresas alrededor de las multinacionales como Welcome-Glaxo, SmithKline Beecham, o Repsol-YPF que poseen laboratorios de investigación básicamente radicados en Tres Cantos. En general, las actividades principales de las empresas químicas madrileñas están unidas a la comercialización e investigación y en mucha menor medida a la producción.
Sector Servicios[ ]
El elevado y creciente peso de las actividades de servicios constituye uno de los rasgos más característicos de las economías avanzadas. En los Estados Unidos, el sector servicios proporciona ocupación a más del 70% de la población activa. En la Unión Europea, este sector supone – como media - el 67,5% del valor de la producción total y en España, los servicios aportan en torno al 67% del valor añadido total del país y emplean a algo más del 65% del total de la población ocupada del país.
En Madrid, al igual que otras regiones-capital de los países europeos, la importancia del sector servicios alcanza cotas que están muy por encima de la media nacional. Los últimos datos disponibles (año 2005, estimación de avance del INE) muestran que los servicios representan el 76,1 por 100 del valor añadido de la región y el 75,8 % del empleo total de la región, (3.166.800 personas), cifras que en términos relativos son algo más elevadas cuando los datos se refieren exclusivamente a Madrid-capital, donde más del 80% de las personas que trabajan realizan actividades de servicios, bien sea en el sector público o en actividades privadas.
La expansión que han experimentado los servicios ha sido espectacular en las últimas décadas. En 1959, las personas que realizaban tareas de servicios en España suponían alrededor del 31,5% del total. Nuestro país podía todavía calificarse entonces, según se afirmaba en algunos textos, como ‘un país esencialmente agrícola’, aunque las actividades industriales y las relacionadas con la construcción tenían ya notable importancia. En 1975, el anterior porcentaje se elevaba ya al 42,6 % del total de empleos y treinta años más tarde, es decir, en 2005, la cota porcentual alcanzada se sitúa - como antes se ha indicado - por encima del 65%, equivalentes a 11,2 millones de puestos de trabajo.
El hecho de que Madrid pueda calificarse hoy como una economía de servicios no constituye algo reciente. De hecho, en 1959 el peso del empleo en actividades de servicios en Madrid (612.755 empleos según datos de la serie BBVA) equivalía ya al 59,5% del empleo total de la región. Pero, lo que ha sucedido desde entonces es que dicha cifra se ha triplicado como consecuencia no sólo del constante crecimiento de la población en Madrid-capital y en la Comunidad de Madrid en su conjunto, sino debido a la creciente capacidad de concentración de servicios que se ha producido en Madrid y su área metropolitana. Por supuesto que el hecho de que la Administración Central tenga la mayoría de sus organismos en Madrid ha sido uno de los motores favorables a la expansión de la economía madrileña, en general, y de forma particular en cuanto a los servicios. El llamado ‘efecto capital’ que se observa en otros muchos países (con ejemplos como París, Berlín, Bruselas, Londres, Copenhague y otras capitales) ha tenido también su reflejo en el caso de España, incluso a pesar del fuerte proceso de descentralización que ha comportado la existencia de las comunidades autónomas. La proximidad a los centros políticos de decisión atrae la localización de las sedes de muchas grandes empresas nacionales y las representaciones de muchas multinacionales, además de numerosas empresas de servicios cuya área de mercado es muy amplia (como sucede con determinados servicios a empresas). A todo ello se ha ido sumando la potenciación financiera de la capital (concentración de centrales bancarias y de nuevas entidades financieras; relevancia de la Bolsa de Madrid; sedes de compañías de seguros), así como el importante crecimiento de las actividades relacionadas con el turismo (negocios, espectáculos, museos), el ocio, y la fuerte expansión de las ferias y exposiciones, donde Ifema se ha convertido en un punto de referencia a escala internacional.
No hay que olvidar, por otra parte, que Madrid-capital y su entorno metropolitano concentran actualmente un volumen de población que, por si misma, es ya demandadora de servicios de todo tipo: comercio, transportes, educación, sanidad, restauración, y servicios sociales y personales. Y tampoco debe dejarse a un lado el papel que en Madrid y su entorno sigue jugando la industria, ya que, como consecuencia de la política industrial desarrollada durante el franquismo Madrid se convirtió hace años en un importante núcleo industrial. A pesar de que la crisis internacional y sectorial iniciada a mediados de los setenta provocó fuertes reajustes industriales en toda España y en muchos países, que también afectaron directamente a Madrid y las principales localidades de su área metropolitana, el potencial industrial de Madrid sigue siendo muy elevado y ha experimentado nuevos desarrollos en el entorno de la capital, en las ramas productivas de informática, telecomunicaciones, aeronáutica, componentes de automóviles y vehículos de transporte,...) que se han sumado a las industrias instaladas con anterioridad y a las más orientadas al consumo. En concreto, los ejes de las grandes carreteras y autovías que parten de Madrid (el Corredor del Henares, la autovías de Burgos-Irún, de Valencia y de Extremadura, p.ej.) han registrado un importante crecimiento industrial (que se extiende hacia Guadalajara y Toledo), el cual ha venido acompañado también de la localización de servicios en varias localidades importantes de la región. A su vez, en un largo tramo de la Nacional II (autovía de A Coruña) se ha operado una extraordinaria expansión de empresas de servicios, centros comerciales y de negocios, con una importante dotación de locales destinados a oficinas y servicios centrales de grandes empresas. Torrelodones, Pozuelo, y Villalba son, actualmente, núcleos de servicios particularmente importantes y en crecimiento, como lo son, en mayor o menor medida, Coslada, San Fernando, Torrejón y Alcalá de Henares al Este, Tres Cantos y San Sebastián de los Reyes hacia el Norte, y Leganés, Getafe, Alcorcón, Fuenlabrada y Parla, al Sur, entre otros.
¿Seguirá creciendo el sector servicios en Madrid-capital y en su entorno metropolitano? La respuesta es indudablemente positiva. En las dos últimas décadas, el mayor número de empleos se ha seguido creando en las actividades de servicios, y el atractivo que tiene Madrid-capital (a escala nacional e internacional), junto con la propia dimensión demográfica y económica del área metropolitana, seguirán potenciando las posibilidades de localización de nuevas actividades de servicios en Madrid y la atracción y el desarrollo de otras que están todavía en sus inicios. Cuando se analiza el crecimiento de los servicios en las economías modernas se concluye que, desde el lado de la demanda, los tres motores básicos que impulsan su desarrollo son: el consumo y utilización de servicios por parte de las familias, la demanda de servicios por parte de la industria y de las propias actividades terciarias, y el crecimiento del comercio internacional, tanto de productos como de servicios. Todos los datos recientes indican que en estos tres frentes se está produciendo una creciente demanda de servicios que no tenderá a detenerse, especialmente por parte de las familias y/o ciudadanos individuales y por parte de las empresas. Desde el primer punto de vista, baste recordar que las pautas de comportamiento de la sociedad actual están determinadas por varios hechos que se relacionan con la demanda de servicios: el trabajo de la mujer (lo que implica demanda de servicios domésticos; comidas fuera del hogar; guarderías, etc.), la creciente valoración de la cultura y actividades de ocio (espectáculos, deporte, mayor atención a la práctica de deporte, clubs sociales....) y el envejecimiento de la población (que va acompañado también de más tiempo libre, una mayor atención a los cuidados personales y los servicios sanitarios, demanda de formación, etc.). Todo ello, sin excluir el crecimiento que ya experimentaban otros renglones de servicios más generales: como los transportes, la educación y lasanidad a todos los niveles. Por otra parte, también la demanda de servicios por parte de las empresas. De hecho, hoy ya no puede hablarse de la industria manufacturera sin considerar de inmediato sus requerimientos de servicios para ser eficiente e impulsar su propio desarrollo. Servicios de asesoramiento fiscal, legal, contabilidad; publicidad; diseño; comercialización; servicios tecnológicos e informáticos, figuran entre los inputs imprescindibles para que las manufacturas sean cada vez má competitivas, y algo similar ocurre con muchas de las ramas de servicios, demandantes a su vez de servicios proporcionados por otras ramas del sector. (Véase la voz Servicios a empresas).
Por otra parte, la propia centralidad de Madrid y su oferta de algunos servicios de elevada calidad o prestigio atrae hacia la capital a usuarios de las provincias limítrofes e incluso del resto de España. Este es el caso de algunos servicios sanitarios y hospitalarios, o el de la educación y enseñanzas universitarias. Además, a pesar del fuerte proceso descentralizador que ha experimentado España a partir de la Constitución de 1978, algunos servicios directamente prestados por el sector público (o al menos dependientes del mismo), como son la justicia, la defensa y numerosos servicios administrativos centrales, siguen estando fuertemente localizados en Madrid. Esto sucede, asimismo con las actividades de investigación y desarrollo (I+D), cuya presencia en Madrid se estima en cerca del 40% del total nacional.
En definitiva, Madrid es en estos momentos un gran centro oferente de servicios financieros y a empresas; un centro turístico y comercial de primer orden; y un centro de exposiciones y ferias que compite con muchas ciudades europeas. Una buena parte de estas actividades se localizan y extienden más allá de los límites del municipio madrileño propiamente dicho. Pero, la concentración de servicios financieros y a empresas ha dado lugar al desarrollo y surgimiento de varios ejes urbanos (la Castellana y su entorno inmediato, de forma muy destacable) y centros de actividad que han impulsado no sólo la elevación del coste del suelo y los alquileres en bastante zonas de la ciudad, sino que ha generado serios problemas de congestión, de infraestructuras y de re-diseño de la ciudad.