Espacio Social
Madrid manifiesta a lo largo del siglo XX un patrón social claramente segregativo que se traduce en su territorio. En esta situación de la ciudad interviene un componente heredado, cuyas raíces están asentadas en su historia y en sus características naturales, pero también en toda una serie de actuaciones y procesos de decisión que son producto de la desigual valoración secular del territorio.
La competencia por los espacios más accesibles y de mayor prestigio social de la ciudad está presente a lo largo del siglo, marcando claramente las diferencias entre el norte y el sur. En efecto, cuando Madrid entra en el siglo XX los barrios bajos merdionales del casco antiguo, con marcados desniveles topográficos y con un caserío en el que todavía abundan las casas de una planta y las corralas, siguen siendo el asiento tradicional de las clases más populares. Por el contrario, la centralidad se mantiene en el eje de las calles Mayor-Alcalá, con el centro neurálgico en la Puerta del Sol, hasta bien entrado el siglo. De aquí, irradia hacia el norte una edificación de cierto empaque, al ser lugar acostumbrado de residencia acomodada.
De igual manera, el naciente Ensanche presenta una segregación de acuerdo con las actuaciones urbanísticas realizadas en sus diferentes ámbitos, mostrando un marcado carácter residencial de prestigio al norte, especialmente por los barrios de Salamanca, Almagro y Retiro, ubicados a lo largo del eje del paseo del Prado-Recoletos-Castellana. Sin embargo, en el sur, las instalaciones industriales que se amparan en el trazado ferroviarioque lo atraviesa, los arroyos que todavía a modo de cloacas a cielo abierto lo recorren y un río que funciona como desagüe de la ciudad, siguen propiciando una ocupación social de tonos populares en los barrios de Delicias y Peñuelas. La inmigración procedente de las zonas rurales continúa instalándose en el extrarradio, por los menores precios, y principalmente al norte por su mejor conectividad con la ciudad. De esta forma los suburbios históricos de Cuatro Caminos, Bellas Vistas, Prosperidad y la Guindalera, al ser asiento de una población de escasos ingresos, de casas de una planta y estar infradotados de los servicios urbanos más indispensables, contrastan con el tono general de bienestar dominante que hasta el momento había caracterizado al ámbito septentrional.
La distribución social descrita se mantuvo hasta mediado el siglo, no haciendo las intervenciones urbanas habidas o bien su ausencia más que remarcar el esquema ya descrito. Valga recordar la apertura de la Gran Vía, en la mitad norte del casco antiguo, que se consolida como el centro de negocios de la ciudad. O el mantenimiento de la penuria de dotaciones y servicios que soporta un desordenado extrarradio que se va densificando progresivamente. En el Ensanche son los tipos de vivienda surgidos los que marcan la componente social de cada sector, pues la acción urbanizadora no es uniforme en todo su espacio, como tampoco el ritmo de las construcciones. De esta forma, salvo en los barrios aledaños al eje burgués Prado-Recoletos-Castellana, se levantaron casas de tonos medios y populares según los intereses de los propietarios. Pero la vivienda más deficiente, aunque se entremezcla con la calidad por todo el Ensanche, está principalmente representada en el sur, conviviendo con una industria que progresivamente va ocupando más espacio y unos equipamientos, como los mercados y el matadero, que no son precisamente los vecinos más deseados.
Con la anexión mediado el siglo de los municipios del entorno la ciudad pasa de seis mil hectáreas a sesenta mil. Es el suelo periférico el que recoge la mayor parte del aumento poblacional de la ciudad, que pasa de poco más de un millón y medio de habitantes a principios de siglo a tres millones en los años sesenta. En este nuevo espacio cobra aún más protagonismo, si cabe, el medio natural en la distribución de los distintos tipos de residencia y, en consecuencia, de sus ocupantes. Y así, la presencia en el noroeste de las masas forestales de la Casa de Campo y del Monte de El Pardo y, en definitiva, la mayor cercanía a la sierra, introducen un ambiente de naturaleza y frescor que sólo puede ser costeado por las clases sociales de mayores rentas, llegando las más altas a residir en urbanizaciones de vivienda unifamiliar en ámbitos como los de Puerta de Hierro, Aravaca o El Plantío. Sin embargo, la aridez que aportan las margas y los yesos desprovistos de vegetación que abundan en la mitad sur es el lugar de acomodo principalmente de la población de menores recursos, en edificios plurifamiliares de escasa calidad construidos por el Estado o por promotores privados, o en viviendas marginales qeu conforman grandes bolsas de pobreza que no desaparecerán hasta los años ochenta. Tónica general en toda esta periferia popular es la carencia de dotaciones, que se mantienen hasta tiempos relativamente recientes.
Entre otros factores, no menos importantes, que también contribuyen a mantener la segregración norte-sur, está la localización de un mayor número de equipamientos (sanitarios, escolares, universitarios, deportivos, etc.) en el norte, mientras que los servicios urbanos que restan calidad ambiental (cementerios, cárceles, mercados, centro de transportes, etc.), así como las industrias, se instalan al sur, conformando en este caso el distrito obrero-industrial por excelencia, el de Villaverde. Por otra parte el crecimiento de las actividades terciarias más fuertes económicamente (centros comerciales de prestigio, hoteles de lujo, oficinas de empresas multinacionales, etc.) y de los mejores empleos ha seguido una trayectoria hacia el norte, siguiendo el eje de la Castellana, en consonancia con la calidad de la residencia. Puede servir de colofón la realidad de que el Madrid turística no contempla al sur, pues ningún itinerario se interna más allá del Museo Reina Sofía, en la glorieta de Atocha.
En los años sesenta se producirá el salto metropolitano qeu desviará el crecimiento hacia fuera del municipio madrileño, la ciudad se convierte en el centro de un área qeu nace dependiente y esta localización la revaloriza, por lo que el precio del suelo de nuevo actuará como verdadero clasificador de los grupos sociales. En efecto, en el último tercio del siglo los procesos de renovación urbana que han actuado sobre cualquier zona de la ciudad han llevado a desplazar a los habitantes de poca solvencia económica fuera del municipio, siendo sustituidos por capas sociales de mayor poder adquisitivo en consonancia con la calidad de las nuevas viviendas, y en el caso de que se trate de unifamiliares éstas se localizan exclusivamente en la mitad norte del municipio, en donde los interesados están dispuestos a pagar el sobrecosto de este tipo de construcción consumidora de abundante suelo.
Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Dolores Brandis