Ilustración
El cambio de dinastía traerá beneficiosas consecuencias a la ciudad. Ésta había devenido en una población oscura, de calles angostas, masificada, sin sistemas de alcantarillado y definitivamente pestilente. Los Borbones se plantean la necesidad de equiparar Madrid a otras capitales europeas.
El incendio del Alcázar Real en 1734 (suceso desgraciado que causa la desaparición de una tercera parte de la colección real de pinturas) es la excusa para construir el Palacio Real siguiendo el Rococó y Neoclasicismo francés. Las obras durarían hasta 1755 y no sería ocupado hasta el reinado de Carlos III.
Es probablemente este rey el que más hizo para adecentar y embellecer la ciudad. Puentes, hospitales, parques, fuentes, edificios para el uso científico, ordenanzas de alcantarillado... son responsabilidad de este rey, que cuenta con un puñado de arquitectos y urbanistas excepcionales: Francesco Sabatini, Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva, por citar algunos. El proyecto del Salón del Prado, en las afueras de la ciudad, entre el conjunto del Buen Retiro y la cerca, es probablemente el más importante y el que ha dejado una herencia más importante a la ciudad: los paseos del Prado y Recoletos, las fuentes de Neptuno, Cibeles y Apolo, el Real Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado)