Ventura Rodríguez

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Ventura Rodríguez
Profesión Arquitecto
Nacido en: Ciempozuelos, 1717

Fallecido en Madrid, 1785

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Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717Madrid, 1785), arquitecto del siglo XVIII. Uno de los mejores arquitectos españoles de su época, su trayectoria se sitúa a caballo entre dos grandes corrientes artísticas: el Barroco y el neoclasicismo, en las que se inscriben, respectivamente, las obras de sus inicios y las realizadas a partir de 1760.

Era hijo de un modesto albañil que trabajaba en las obras del Real Sitio y Villa de Aranjuez. Mientras ayudaba a su padre dio pruebas de una fuerte y hábil inclinación hacia el dibujo, de modo que no tardo en hallar ocupación como delineante de los ingenieros franceses que dirigían las obras (Marchand y Brachelieu). Con motivo del traslado de la corte a Aranjuez, el arquitecto Filippo Juvara (encargado del proyecto del Palacio Real de Madrid) tiene ocasión de ver unos croquis de Ventura Rodríguez, y solicita al rey que le fuera asignado como delineante. El arquitecto italiano se convirtió entonces en maestro de Rodríguez, de forma que a su muerte en 1736, su sucesor al frente del proyecto del Palacio Real, Giovanni Battista Sacchetti, lo mantuvo con él. En 1741 ostentaba ya el cargo de aparejador segundo del Palacio Real.

Con un profundo conocimiento de la arquitectura de Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, fue depurando sus gustos barrocos para seguir una línea más herreriana y finalizar su obra plenamente integrado en la arquitectura academicista. En 1747 fue nombrado en Roma académico de mérito de la Academia de San Lucas.

A su período inicial corresponden sus obras barrocas, realizaciones todas ellas en las que aplicó los complicados trazados del Barroco italiano, basados en el predominio de la línea curva.

Entre 1749 y 1753 construye la iglesia parroquial de San Marcos en Madrid, con una planta de cinco elipses sucesivas (sorprendente por la inversión de valores, la articulación disimétrica de los espacios y la resonancia de sus bóvedas elípticas) y una fachada de orden gigante flanqueada por antecuerpos curvos que conforman un atrio cóncavo. En 1752 fue nombrado director de los estudios de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En 1750 recibió el encargo para la remodelación y terminación de la basílica del Pilar de Zaragoza. Los anteriores proyectos de Herrera, Perelada y Domingo de Yarza no lograban satisfacer las tres exigencias del cabildo: distancia conveniente al río, orientación apropiada y alineación de la fábrica del templo en consonancia con la mirada de la virgen. El hábil proyecto de Ventura satisfizo tales requisitos y, de esta forma, el arquitecto se apuntó uno de sus mayores y más populares triunfos. Sugirió la solución del alojamiento de la capilla de la Virgen en un templete de planta cuadrilobulada a base de sectores circulares y bóveda elipsoidal. Es precisamente en esta capilla donde se produce la transición del estilo barroco al neoclásico, manifestándose este último en la decoración del interior del templo.

El cabildo de la catedral de Cuenca reclamó sus servicios para levantar un Transparente (ventana de cristales que ilumina y adorna el fondo de un altar) que rivalizara con el levantado por Narciso Tomé en la catedral de Toledo. Rodríguez lo situó en un ambulatorio gótico, de forma que resplandeciera gracias a la iluminación posterior e indirecta, por cuyo medio se consiguen unos espectaculares efectos. En 1754 edificó la destruida iglesia de San Norberto y en 1755 remodeló la del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid.

En este momento, su éxito parecía no conocer límite. Sin embargo, Fernando VI encarga al arquitecto francés Marquet importantes obras en Aranjuez y Carlos III, a la muerte de Sacchetti, nombra a Francesco Sabatini arquitecto real. Tras el fallecimiento de Fernando VI (1759), Ventura Rodríguez dejó de trabajar para la corte. No obstante, fue tal la cantidad de encargos que recibió, sobre todo de particulares, que sus obras se encuentran repartidas por toda la geografía española.

A partir de 1760, la obra teórica de Blondel influyó decisivamente en sus concepciones, hasta el punto de que abandonó la tendencia barroca y se convirtió en un abanderado de la neoclásica, con una serie de trabajos en que repitió a menudo los mismos esquemas, como la iglesia de los Agustinos Filipinos de Valladolid (triunfando ya el neoclasicismo en su fachada, aunque el interior es todavía de planta circular), el colegio de Cirugía de Barcelona (1761, sede actual de la academia de Medicina), en el que sólo la geometría confiere expresividad a sus fachadas, el ayuntamiento de Haro (1769) y sus proyectos para la nueva Biblioteca y la fábrica de Vidrio de La Granja.

Abordó la arquitectura palatina en Madrid, dejando diseños en los que se refleja su dependencia del trazado de la residencia real: palacios de Arenas de San Pedro; Liria (1770), que tiene características de barroco italiano; Altamira (1773-1775); Astorga; Regalía y Osuna.

Obtuvo el título de Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid en 1764 y sus informes fueron decisivos para el ordenamiento urbano de la capital. Desarrolló también una actividad de gran dimensión fuera de la corte diseñando ayuntamientos, escuelas, puentes, mataderos, etc. Sirvan como ejemplos la plaza Mayor de Avila, el Hospital General de Madrid, la fachada de la catedral de Toledo, los baños de Caldas (1773), el sanatorio de Trillo (1775), la cárcel de Brihuega, la iglesia Larravezna, etc.

Sin embargo, nada le pudo compensar de la pérdida del favor real, a lo que se unió el fracaso de algunos proyectos: la puerta de Alcalá (construida finalmente por Sabatini en 1764) o la basílica de San Francisco el Grande (también terminada por Sabatini en 1768). A todo ello se añadió la muerte de su esposa en 1776.

Finalmente, dentro de las obras neoclásicas de su última etapa, cabe citar el palacio de Boadilla del Monte para el infante don Luis (1776), así como el grandioso proyecto (no construido) para la basílica de San Francisco el Grande en Madrid, y la imponente fachada de la catedral de Pamplona (1783), con una portada plenamente clasicista, a base de columnata y frontón, y dos torres-campanario (vestigio de su etapa barroca) que confieren verticalidad al conjunto.

También es de su autoría la actual iglesia neoclásica del monasterio de Santo Domingo de Silos. Dada la escasa sensibilidad hacia las obras del medievo de que hicieron gala todos los artistas de la época, no tuvo reparo en derribar el primitivo templo románico del que no ha quedado sino una parte del transepto y la Puerta de las Vírgenes que lo comunicaba con el claustro. El propio claustro estuvo en trance de desaparecer bajo su piqueta, debiendo su salvación a la falta de presupuesto.

Murío en Madrid el 26 de agosto de 1785. Sus restos reposan en la capilla de los arquitectos de la iglesia de San Sebastián.

Se le considera, junto con Juan de Villanueva, el principal representante del neoclasicismo en España, pero sus realizaciones barrocas son también muy notables. Fue, en todo caso, el principal arquitecto español hasta la aparición de Villanueva.

Tiene dedicada una calle en el barrio de Argüelles en Madrid y una estación de metro (línea 3).


Fuentes[ ]

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