Racionalismo arquitectónico (1925-1936)

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Madrid, ciudad contemporánea. Todas las ciudades con un pasado intenso adquieren un carácter que induce a detener el tiempo, a producir un efecto estupefaciente. La vitalidad es el don por el que las ciudades con carácter superan su museificación, su caricatura. Una ciudades contemporánea cuando no agota el proceso de su construcción, viviendo la ilusión y los avatares de la modernización. Madrid lo hizo y nos muestra en su arquitectura los testimonios de la innovación producida culos años veinte y treinta del siglo XX.

El Ensanche del Plan Castro o aperturas como la de la Gran Vía representan el impulso de la reforma urbana decimonónica, por más que muchos de sus edificios construidos protagonicen el novecientos. La idea dominante de crecimiento se manifiesta primero en el esbozo de Núñez Granés de 1909, y adquiere toda su dimensión de propuesta urbanística moderna en la de Zuazo y Jamen en el concurso internacional para la Ordenación del Extrarradio y Extensión de la Ciudad de veinte años después, y el consecuente Plan de Extensión de Madrid, la más importante de sus manifestaciones.

Dentro y fuera de la ciudad consolidada, la otra faceta del cambio urbano es la construcción de viviendas, la inno- vación del habitar contemporáneo. La Casa de las Flores (1930-1932, Zuazo) representa, mejor que ningún otro ejemplo, la modalidad reformista de manzana de viviendas saludables, de habitación social, de racionalidad tipológica y constructiva. Pero también otros edificios de viviendas urbanas, antes o después de la Ley Salmón, jalonan la imagen de un Madrid otro. Los de las calles Cedaceros (1926-1928, Ferrero), Almagro y Zurbano (1932-1934, Gutiérrez Soto), José Abascal, 53 (1933-1935, Figueroa) o Miguel Ángel y Rafael Calvo (1936-1941, Gutiérrez Soto), apuntan una reforma interior posible, frente al ideal anglosajón y expansivo de la baja densidad, que engancha con la secuencia de las colonias y con la gran aportación madrileña al urbanismo idealista contemporáneo de la Ciudad Lineal de Arturo Soria. Primero el ensayo del Parque Residencia (1931-1933, Bergamín y Blanco Soler) y después la colonia de El Viso (1933-1936, Bergamín), con el ejemplo de la Casa del Barco, van en paralelo y son el contrapunto del sistema racional de «pastillas» en altura y alineadas dibujadas por Zuazo y Jansen para la Castellana. Las viviendas unifamiliares, ambición intelectual, burguesa y republicana, celebran la ceremonia moderada de un racionalismo posible, frente al imaginario de un Madrid más radical.

No es la única paradoja. Madrid tiene en su Ciudad Universitaria (desde 1927, bajo la dirección de López Otero) el gran proyecto regeneracionista de la España de Alfonso XIII. Si el general Primo de Rivera da el definitivo impulso a las otras dos grandes actuaciones urbanísticas de la época, las exposiciones de 1929 en Barcelona y Sevilla, será la República la que pueda ver los frutos de las mejores obras de arquitectura al servicio de la educación y la cultura superior que representan la Facultad de Medicina (1928-1935, De los Santos), el Hospital Clínico (1928-1936, Sánchez Arcas y Torroja), la Facultad de Filosofía y Letras (1931-1933, Aguirre), la Central Térmica (1932-1935, Sánchez Arcas y Torroja), la Facultad de Derecho (1931-1932, Aguirre), la Escuela de Arquitectura (1932-1936, Bravo y Garcia de Castro), la Residencia de Estudiantes (1932-1936, Lacasa) o la Facultad de Física, Química y Matemáticas (1934-1936, De los Santos y Torroja).

Los entonces jóvenes arquitectos proyectan estos edificios, destinados a sufrir el horror de la Guerra Civil, bajo un ideal modernizador inequívoco, por más que sus inclinaciones estéticas no se compadezcan plenamente con las que entonces propugna Fernando García Mercadal, con la presencia de Le Corbusier, Gropius y Van Doesburg. Si elegimos un creador madrileño destinado a ser valorado por la crítica ortodoxa del Movimiento Moderno, éste es el ingeniero Eduardo Torroja, que personifica magníficamente el paradigma de la estética racionalista, especialmente en el Hipódromo de la Zarzuela (1935-1936, con Arniches y Domínguez). El dominio del hormigón armado alcanza la rara conciliación entre forma y estructura, como ocurría con las bóvedas del desaparecido Frontón Recoletos. Una alianza entre la técnica y la arquitectura moderna que buscan, y alcanzan más modestamente, Fernández Shaw con su reconstruida gasolinera de Porto Pi, o los Ferrero del Mercado de Pescados o del Viaducto.

La imagen de un Madrid moderno, con rasgos moderados ora racionalistas, ora expresionistas, quizá deco, pertenece al orden del ocio, la conquista burguesa más placentera. Por eso, toda ciudad que se precie, y Madrid lo hace sobradamente, se dota de edificios que reúnen una sala cinematográfica y manifiestan su atractivo no sólo en la sala y su vestíbulo, sino destacadamente en la imagen urbana, la contundencia de sus formas, a ser posible en esquina, y el reclamo de su cartelería y sus luces, que hagan de la calla el escenario de la ciudad cotidiana, alegre y confiada. El Europa, el Fígaro, el Barceló, y sobre todo el Capitol en el edificio Carrión (1931-1933, Martinez Feduchi y Eced), pues sólo él se basta para hacer sonar la nada fácil condición contemporánea

Referencia[ ]

  • ESCOLANO PÉREZ, Víctor . Racionalismo arquitectónico (1925-1936), en Enciclopedia Madrid S.XX


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