Rehabilitación

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La rehabilitación, más allá de intervenciones simbólicas como las de Atocha, Plaza Mayor o Puerta del Sol, no empezó a plasmarse en el paisaje urbano madrileño hasta bien avanzada la década de los ochenta. Entre 1963 y 1979 el casco antiguo atravesó por una de las coyunturas más críticas de su historia: las condiciones de habitabilidad se deterioraron, las declaraciones de ruina se multiplicaron y la población huyó (332.973 habitantes en 1955 y 167.957 en 1980). Madrid, desde el primer ayuntamiento democrático de 1979, se convierte en un laboratorio para las políticas de defensa y de rehabilitación del patrimonio urbano. Como pasos previos, fue bloqueado el especulativo Plan Malasaña y aprobado el Precatálogo de 1977.

El Plan Especial Villa de Madrid (1980) apostó por la recuperación de la ciudad. El alcalde Enrique Tierno Galván señalaba su carácter de instrumento para recobrar, rehabilitar y rehacer lo mucho que se había deshecho. A nivel arquitectónico los resultados serían aceptables; mientras que a nivel social y funcional el panorama era más pesimista. El comercio tradicional perdía dinamismo y la población continuaba saliendo del distrito Centro: 167.957 habitantes en 1980 y 143.677 en 1986.

El Plan General de 1985 intentó que las dimensiones sociales y funcionales se incorporaran a la protección. Se regularon intervenciones en Santo Domingo, Conde de Toreno y Cascorro, San Francisco el Grande y Amaniel. Se puso en marcha la operación piloto de rehabilitación integral en la manzana de Cascorro. Las Ordenanzas Municipales de Ayuda a la Rehabilitación (1982 y 1984) abrieron nuevos caminos y se creó la Oficina Municipal de la Rehabilitación.

El Plan de Rehabilitación del Centro de Madrid (1988-1990) buscó superarla rehabilitación difusa, con intervenciones de carácter integral en ámbitos singularizados por sus valores patrimoniales o por su problemática. El centro de la ciudad estaba en ruina y la rehabilitación era una necesidad; entre 1981 y 1987 del orden de ocho mil viviendas se beneficiaron de actuaciones de rehabilitación. Se desarrollaron Programas de Adecuación Arquitectónica en cinco plazas (Conde Duque, Sol, Atocha, con la eliminación del paso elevado, Tirso de Molina, Paja-Carros y Plaza Mayor).

Se asume la necesidad de discutir sobre la funcionalidad de la ciudad histórica en un sentido integral y se identifican 4.538 edificios rehabilitables, siendo los barrios en situación más crítica Lavapiés, Malasaña, sur de Palacio y sureste y centro de Justicia. El plan era ambicioso: 2.031 edificios, 20.350 viviendas y cerca de 20.000 millones de inversión pública.

Los diez Programas de Intervención Preferente tenían una clara preocupación social, centrándose en las zonas con situación física y social de deterioro (Conde Duque, Malasaña-Pez, Malasaña-Barco, Lavapiés-Amparo, Lavapiés-Ave María, Lavapiés-Embajadores, Lavapiés-Olivar, Lavapiés-Argumosa, borde de Malasaña y borde de Lavapiés), donde 16.800 viviendas necesitaban rehabilitación.

Los resultados del Plan Centro se alejaron bastante de las previsiones y no se cubrieron sus objetivos. La recuperación urbana se abría camino con dificultad, la llegada de inmigrantes extranjeros estaba cambiando la realidad social y el comercio tradicional entraba en crisis en calles emblemáticas como Fuencarral y Atocha.

El Nuevo Plan General tuvo que enfrentarse al desafío de la recuperación integrada del centro histórico. El ritmo de la despoblación del distrito Centro se amortiguó (143.677 habitantes en 1986 y 136.125 en 1991) en función de la instalación en él de inmigrantes extranjeros. El diagnóstico de la situación continuaba siendo grave: deterioro del caserío, terciarización, marginalidad, envejecimiento y presencia de infraviviendas. El protocolo de cooperación, entre el ayuntamiento, comunidad autónoma y Ministerio de Fomento, para la Rehabilitación del Centro Histórico y Barrios Periféricos (1994) desbloqueó la rehabilitación, contemplándose objetivos socioeconómicos, urbanísticos y arquitectónicos. Se identifican tres áreas de rehabilitación preferente: Plaza del Dos de Mayo, Plaza Mayor y Plaza Paja-Carros-Alamillo-Cruz Verde. Se incorporaron a éstas los ejes de Mayor y Fuencarral y Lavapiés. El esfuerzo inversor, superior a los 50.000 millones de pesetas, ha permitido que los resultados se visualicen en el espacio público yen la edificación.

En 1997, las acciones se refuerzan con el programa Urban en una zona que, con 31.425 habitantes, 10.600 inmigrantes, una tasa de paro del 18% y 35% de infraviviendas, constituye el epicentro de la marginalidad. El trabajo realizado empieza a ser visible, con mejoras significativas en el medio ambiente urbano y el espacio público. A finales del 2001 el gerente de la EMV declaraba que desde 1994 se habían rehabilitado el 38% de las quinientas hectáreas del centro histórico. Los resultados son más pobres en lo que se refiere a vitalización económica y dotaciones sociales y culturales.

La rehabilitación integral es un proceso abierto y las intervenciones no están libres de polémica: Puerta del Sol, plaza de Oriente, ampliación del Prado, Lavapiés. En el corto tiempo de dos décadas, el centro histórico de Madrid ha sido objeto de fuertes cambios sociales y funcionales. La inmigración extranjera, con cerca del 20% de los residentes, ha adquirido gran protagonismo y la población se ha estabilizado alrededor de 136.000 habitantes; barrios como Lavapiés son un verdadero crisol étnico. Se han fortalecido las funciones cultural y turística y también las actividades relacionadas con el ocio urbano. La cultura de la rehabilitación se ha ido consolidando y se han ido incorporando preocupaciones funcionales.

Referencia[ ]

  • TROITIÑO, Miguel Ángel. Rehabilitación, en Enciclopedia Madrid S.XX


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Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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