Situación de Madrid
El municipio de Madrid se localiza al norte del río Tajo y al sur de la Sierra de Guadarrama, extendiéndose actualmente por los valles e interfluvios de los ríos Manzanares, Jarama y Guadarrama, afluentes del Tajo por su margen derecha. El paisaje sobre el que se asienta la ciudad y el municipio es la campiña, un conjunto de lomas y vaguadas modeladas por la red de drenaje que desciende de la citada sierra, de su piedemonte o que tiene sus fuentes en cerros y prominencias de la propia campiña. Los ríos y sus principales afluentes: arroyos de Viñuelas, de la Vega, Valdebebas, Tejada, Butarque, Meaques, de la Zarzuela, de Trofa, etc., han generado, sobre las arenas arcósicas del norte de la cuenca y los materiales evaporíticos del centro de la misma, arcillas, yesos y margas, los relieves de la campiña de Madrid. La diversa naturaleza litológica del emplazamiento hace que varíe el relieve entre el norte del municipio, donde las arenas se encuentran más incididas por las escorrentías, acusándose la pendiente, y el sur donde el relieve es más suave. La campiña se rompe en su eje por el cauce del Manzanares, con su llanura aluvial y sus terrazas. El punto más elevado se localiza al norte de El Pardo (860 m) y el más bajo en el río Manzanares, al sur de Madrid (560 m).
El primer emplazamiento de la ciudad fue de carácter defensivo: los árabes edificaron una fortaleza, colgada sobre la elevada margen izquierda del valle del río Manzanares, para defender, de las constantes incursiones de los reyes cristianos, el paso y camino que desde el Guadarrama se dirigía a la ciudad de Toledo; éste era probablemente un antiguo camino romano que enlazaba Titulcia con Cercedilla y el puerto de la Fuenfría. Es posible que el emplazamiento del alcázar árabe se realizara sobre construcciones anteriores, pero el nombre de Madrid —Machrith (Xerif al Edrisi, segundo tercio del siglo XII), Magerit— aparece por primera vez en lengua árabe. Muhamad ben Abd al-Rahman mandó construir, en el año 871, la fortaleza y una pequeña ciudad amurallada rodeada de un foso. Tras diversas vicisitudes, fue el monarca Alfonso VI quien conquistó Madrid en el año 1083, pasando a ser baluarte defensivo de los cristianos contra los ataques de los árabes. Estos intentaron su conquista varias veces, atacaron la ciudad y la destruyeron pero no lograron ya reconquistar el alcázar.
Además de su valor defensivo, el emplazamiento tenía otros valores que, con el tiempo, llegaron a ser de mayor importancia para el desarrollo de la ciudad. El territorio era rico en aguas, gracias a la red de conductos, los qanats, que habían construido los ingenieros árabes, para trasladar el agua de las fuentes del Guadarrama a la ciudad y regar con ella las huertas. El emplazamiento junto al río, en las onduladas tierras de la campiña, añadía al interés militar del corredor estratégico, las posibilidades del desarrollo agrario. Según Oliver Asín, el nombre de Madrid procede de Maîrit, que a su vez deriva de maîra (canal de agua), y pudo recibir este nombre por los numerosos «viajes de agua» que se encontraban bajo la ciudad.
Madrid conservó en su entorno buenos montes para la caza que se unían a los de Colmenar Viejo, Manzanares, la Sierra del Hoyo, etc. El río Manzanares era por tanto también un corredor ecológico, con un gran interés cinegético, ya que por él se desplazaban los animales para aproximarse al río o a los cultivos de las campiñas. Esto despertó el interés de los monarcas por la pequeña ciudad. Enrique III el Doliente transformó la fortaleza en un palacio, hoy desaparecido, y Carlos V construyó, sobre las minas de agua, el Palacio Real. Felipe II subió al trono en 1557 y, a los pocos años, en 1561 , fijó la corte en Madrid. Es probable que, junto a las buenas condiciones del emplazamiento, ya mencionadas, el monarca eligiera esta ciudad por su localización en el centro de la Península.
El crecimiento de la ciudad se produjo fundamentalmente hacia el este del palacio, a lo largo de la calle Mayor, hasta alcanzar la pradera arbolada del Prado de San Jerónimo que, junto con los otros prados, el de Atocha y el de los monjes recoletos, constituyeron, como la ribera del Manzanares, áreas suburbanas de paseo y recreo para los habitantes de la ciudad. La ciudad fue ocupando fundamentalmente el interfluvio Jarama-Manzanares hacia el este, sureste y norte del núcleo primitivo, incorporando al tejido urbano pequeños pueblos, con los pastizales y campos que les rodean. Al sur la ciudad se acerca al río, colonizando sus margenes y las islas próximas, como la de la Arganzuela, formada por el río, como otras muchas, cuando estaba sometido a su dinámica natural. Al otro lado del río, los pequeños núcleos, quedaron enlazados con la ciudad a través de puentes famosos que atraviesan el cauce.
El crecimiento se hace hoy fundamentalmente a partir de las vial de comunicación. Las urbanizaciones van envolviendo los todavía grandes espacios verdes municipales, restos de los antiguos monjes y bosques en los que cazaban los monarcas y nobles castellanos: los montes de El Pardo y Villuelas, y la Casa de Campo, situados al noroeste, norte y oeste de Madrid, respectivamente.
Casi todo el municipio as integra en la campiña madrileña, pero desde é1 pueden contemplarse otros paisajes que forman el piano de fondo u horizonte del mismo. Al norte el escalón del piedemonte serrano, accidentado por cerros y pequeñas sierras, en cuyo borde se asientan pueblos, bien reconocibles de lejos, como Colmenar Viejo; detrás, los bloques montañosos del Guadarrama, el horizonte más valorado por los habitantes de la ciudad; al este del municipio las elevadas mesas de los paramos diluidas en su frente en cerros que conservan, en algunos casos, el aplanamiento; y al oeste y el sur, otras campiñas como las de Brunete, Navalcarnero y Griñón. Entre las campiñas los valles de los ríos Manzanares, Jarama y Guadarrama, rompen —con sus llanuras aluviales, vegas y riberas— la monotonía del paisaje campiñés.
Referencia[ ]
- SANZ HERRÁIZ, Concepción. Situación de Madrid, en Enciclopedia Madrid S.XX
Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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