Terrorismo

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El terrorismo es una forma violenta de lucha política mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general. Se trata de un tipo de violencia que busca la ventaja política de cara suma hipotética negociación con el Estado, cuyos principales órganos ejecutivos se encuentran en la capital. En consecuencia, es un fenómeno que ha estado muy presente en la reciente historia de Madrid: escaparate privilegiado y lugar elegido para actuar, dada su proximidad a los centros de decisión, para quienes pretenden aterrorizar, amedrentar, anular o eliminar a los adversarios políticos. Durante el siglo XX, todas las circunstancias políticas en las que se ha extendido la deslegitimación del Estado han favorecido las manifestaciones de violencia en forma de terrorismo. Así ocurrió en varias ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII, así volvió a suceder en la República y en las postrimerías de la dictadura de Franco y durante el proceso de transición, y es un fenómeno todavía vivo cola actualidad debido a la actuación del nacionalismo radical de ETA y su entorno.

El siglo comienza con el protagonismo del terrorismo anarquista, heredado del siglo XIX. En la última década del siglo anterior se impuso dentro del anarquismo la tendencia violenta de la «propaganda por el hecho» mediante el asesinato político en forma de magnicidio. Ello provocó una oleada de atentados terroristas de carácter individual que pretendían movilizar una sociedad aletargada y derivaría en identificación entre anarquismo y terrorismo. El Estado se defiende con una dura represión, que incluye torturas y ejecuciones, generando una imparable espiral de represalias.

Las bases sociales del anarquismo estaban en la Cataluña industrial y en la Andalucía campesina pero los atentados más resonantes iban a llevarse acabo en Madrid. Este el caso del atentado de Mateo Morral el 31 de mayo de 1906 contra el cortejo nupcial de Alfonso XIII[1] en la calle Mayor. El militante anarquista arrojó una bomba envuelta en un ramo de flores desde el tercer piso del número 88 de la calle Mayor. Matar al rey supondría para los anarquistas el «doctorado de la propaganda por el hecho». Veintitrés personas murieron y ciento ocho resultaron gravemente heridas. Morral huyó, y en Torrejón de Ardoz, tras matar a un guardia jurado que intentó detenerlo, se suicidó.

Un nuevo coletazo del asesinato individual decimonónico fue el homicidio del jefe del Gobierno, José Canalejas, el 11 de noviembre de 1912 en la Puerta del Sol, en el momento en que, yendo a pie al Ministerio de la Gobernación, se detenía ante el escaparate de una librería, a manos de un anarquista, Manuel Pardiñas, que no pretendía acabar con él sino con el monarca. El asesino estaba fichado por la policía y se suicidó instantes después de haber cometido el crimen.

El principal foco de violencia anarquista es, pese a todo, Barcelona. Eduardo Dato había nombrado en 1920 al general Martínez Anido para dirigir la represión estatal frente al pistolerismo de sindicatos y patronal. La famosa «ley de fugas» autorizaba el asesinato bajo el pretexto de que los presos intentaban escapar. La respuesta a la represión estatal supondrá el asesinato de un jefe del Gobierno, Eduardo Dato, como antes había supuesto el de Cánovas en 1897. El 8 de marzo de 1921 se producía su asesinato en la Plaza de la Independencia en un atentado a lo Chicago, en el que los anarquistas Mateu, Nicolau y Casanellas lo ametrallaron desde una motocicleta con sidecar.

La Segunda República inaugura una etapa de auténtica paramilitarización de la vida política, constituyéndose las milicias de los partidos. La inestabilidad endémica, el enfrentamiento en las calles de Madrid entre los extremistas de izquierdas y derechas, se acentúa en febrero de 1936 tras la victoria del Frente Popular. El extremismo, la violencia incontrolada en forma de bombas y asesinatos «emblemáticos», como los del teniente Castillo y de José Calvo Sotelo, acabará por provocar la apelación de las clases dominantes al intervencionismo del Ejército. El golpe de estado del 18 de julio supone la culminación de la violencia política prevalente desde la primavera. El terror «revolucionario» se expresará en el verano de 1936 en forma de asaltos a prisiones, «paseos» y «sacas». La contrarrevolución se manifestará durante la posguerra en forma de una «causa general» contra los militantes de partidos de izquierdas y sindicatos.

Durante el régimen franquista, en 1959 surge el terrorismo de ETA. El 20 de diciembre de 1973 ETA mataba al jefe del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, en la calle Claudio Coello. Suponía, por sus repercusiones políticas e históricas, la más importante acción llevada a cabo hasta entonces por ETA. El atentado le proporcionó una imagen de eficacia y contundencia inédita para un grupo terrorista. En 1974 hace estallar una bomba en la cafetería Rolando, de la calle Correo, que causó la muerte a once personas y heridas a otras setenta. ETA, ante la magnitud de la tragedia y la condición civil de las victimas, negó entonces que fuera la responsable del atentado.

Desde la extrema derecha también surgen movimientos terroristas. Grupos como los Guerrilleros de Cristo Rey actuaron en sus inicios en forma de terrorismo de amenaza, la paliza y los ataques a organismos culturales considerados «progresistas». Pero a partir de 1975 se endurecieron y comenzaron a utilizar armas de fuego.

Durante el proceso de transición política a la democracia abierto por el Gobierno de Adolfo Suarez y mientras la Constitución se debatía, el nacionalismo radical vasco y diversos grupos de la extrema izquierda (sobre todo los GRAPO) y de ultraderecha, recurrieron, con renovado vigor, a la violencia armada y a los atentados individuales que tenían como primer escenario Madrid, con objeto de intervenir por la fuerza en el proceso de cambio político. La expectativa de que una vez instaurada la democracia y concedidas las sucesivas amnistías, el terrorismo iría menguando hasta desaparecer, no sólo no se vio cumplida sino que debió sustituirse por la evidencia contraria: a medida que el proceso avanzaba los atentados se incrementaban a la par que ampliaban sus objetivos, con el prop6sito de provocar a las fuerzas armadas.

En enero de 1976, pistoleros de extrema derecha pretendieron paralizar el proceso recién iniciado con la brutal matanza de abogados laboralistas perpetrada en un despacho de la calle de Atocha. Entre 1976 y 1978 la extrema derecha fracasó en sus intentos de obstaculizar el proceso de cambio político. En julio de 1978, mientras los parlamentarios celebraban su moderación, su sentido de la responsabilidad y su firme decisión de no fracasar esta vez, ETA apuntaba a la cúpula militar en Madrid con el evidente propósito de provocar una reacción que paralizase el proceso. De hecho, el último coletazo de la extrema derecha, el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, está ligado a la respuesta antiterrorista.

ETA sigue siendo una cuestión abierta tras el golpe de estado, y el llamado «comando Madrid», se afirma como el más activo fuera del País Vasco. Desde 1985 la direcci6n de ETA decide hacerlo permanente y generalizar el uso del coche bomba. ETA envía a Madrid un comando estable, adiestrado en instalaciones militares argelinas. La organizaci6n terrorista opta por acercar sus atentados a los centros de poder, consciente de que las consecuencias políticas y el impacto social son mucho mas grandes atentados como los ocurridos en la calle Príncipe de Vergara (con cinco guardias civiles muertos) o en la plaza de la República Dominicana (con dote agentes asesinados) son un ejemplo de la estrategia de ETA en Madrid.

El final de la «tregua» que ETA había iniciado en septiembre de 1998 se consumó también en Madrid e121 de enero de 2000 con el asesinato del teniente coronel Blanco. Desde 1973 hasta diciembre de 2001, ciento veinte personas han sido asesinadas en Madrid por el terrorismo etarra.

Referencia[ ]

  • SÁNCHEZ ILLÁN, José Carlos. Terrorismo, en Enciclopedia Madrid S.XX


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Este artículo reproduce el capítulo homónimo de la Enciclopedia Madrid Siglo XX, cuyo autor conserva el copyright.
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  1. Alfonso XII en el original