Vivienda
En Madrid se materializan los grandes cambios que experimenta la vivienda en el siglo XX: la evolución de la familia, la aparición de la estructura portante y los nuevos materiales, hormigón armado y hierro, y la nueva concepción arquitectónica del Movimiento Moderno. Sin embargo, el paisaje madrileño mantiene sus características a través de la vivienda, que constituye la mayoría de la edificación: el color rojizo que infunde el ladrillo visto y la austeridad propia de una burguesía mayoritaria de funcionarios, empleados y un proletariado formado por oleadas sucesivas de inmigración.
Hasta la guerra se duplica la población, alcanzando el millón de habitantes. La burguesía abandona el casco y se traslada a las casas en renta del Ensanche. Allí, el edificio característico es de ladrillo visto, balcones de hierro forjado y aleros de madera pintada con canecillos y encontramos edificios de estilo ecléctico historicista o regionalista en los arranques de las calles Serrano, Velázquez y Príncipe de Vergara, al igual que el art déco de los años treinta aparece en Chamberí. Las viviendas mas antiguas, sin ascensor, tienen la fachada jerarquizada del principal al ático; la distribución se organiza desde la fachada de la calle al patio de manzana: zona representativa, familiar y de servicio.
El proletariado se instala tanto en un casco densificado (y a veces tugurizado) como en la periferia del Ensanche. Ocupan edificios de tipo especulativo, como las corralas o las viviendas interiores en bloques paralelos a escasa distancia unos de otros, con un solo portal, donde hasta mil doscientas personas viven en apartamentos de veinticinco metros cuadrados de superficie. En el extrarradio, allí donde no hay ordenanzas ni control, las viviendas se agrupan junto a las carreteras de salida de Madrid (las únicas infraestructuras existentes) articulándose en las inmediaciones de General Ricardos, Alcalá, Albufera o Bravo Murillo edificios de ladrillo visto aunque también habitan en infraviviendas y, en algunos casos, en cuevas.
Tras la Guerra Civil se vuelve a producir una gran inmigración: en 1950 hay un millón y medio de habitantes y en 1960, dos millones y medio. El régimen legisla (Viviendas Bonificables, 1944) y promueve. Entre 1939 y 1975 se construyen más de cien barrios con más de cien mil viviendas, se colonizan las áreas intersticiales entre carreteras de salida y se incorpora el racionalismo con innovaciones tipológicas de los mejores arquitectos de la ciudad (Oiza, Sota, etc.). Los barrios se conciben como polígonos cerrados, centrípetos, con equipamiento elemental. Mayoritariamente los bloques colectivos son de cuatro plantas (máximo permitido sin ascensor), doble crujía (doble fachada exterior), unos cuarenta y cinco metros cuadrados útiles, cubiertas inclinadas y ladrillo visto. Las viviendas unifamiliares son adosadas con dos plantas y frente estrecho (hasta 3,6 m en Entrevías, que da lugar a dos dormitorios de 1,80m en la segunda planta). Desgraciadamente, la calidad constructiva y sus superficies eran tan reducidas que la mayoría han desaparecido aunque quedan ejemplos para admirar como Tercio y Terol (1945) o el poblado dirigido de Fuencarral (1957).
A partir de los años sesenta Madrid crece por polígonos de iniciativa privada, siguiendo el modelo morfológico y tipológico de la iniciativa pública: Moratalaz, Batán, Parque de las Avenidas, Barrio de la Concepción, entre muchos otros. Forman un paisaje discontinuo, resultado de sumar agrupaciones de bloques abiertos con escasez de equipamiento y transporte público. A finales de los setenta la democracia permite que las barriadas y los barrios de promoción oficial puedan defender la centralidad adquirida tras tres décadas de soportar sus viviendas, y consiguen que la Administración promueva treinta barrios con más de 38.000 viviendas en los mismos lugares, con edificios de gran calidad, otra vez proyectados por los mejores arquitectos, que plantean nuevos tipos. Cada vivienda tiene unos noventa metros cuadrados, distribución mejorada, bloques altos (por razones del proceso de trasvase y aprovechamiento del suelo), como forma paralelepipédica pura, terrazas remetidas y ladrillo visto, que tratan de definir el espacio público en calles y plazas.
En los años ochenta surge una fuerte demanda de viviendas unifamiliares con jardín, que se extiende como un magma por llanuras y terrenos ondulados del alfoz madrileño. El sueño de la vivienda individual ha vencido de momento al modelo mediterráneo de la calle, la plaza y la tasca de barrio. El estilo posmoderno, en su versión más tópica, permite ahora satisfacer el deseo inconsciente de emular a los palacios incluyendo columnas y frontispicios. En los noventa la transformación social de las telecomunicaciones no se refleja en la vivienda más que en actuaciones singulares. La realidad madrileña es la de una fuerte inmigración extranjera que se sitúa preferentemente en el centro histórico: Madrid se incorpora al mestizaje que antes experimentaron otras ciudades europeas. Sus condiciones de alojamiento son ínfimas en muchos casos, sufriendo alquileres abusivos. La vivienda del siglo XXI tendrá que adaptarse a los nuevos tipos de familia y al trabajo telemático en casa; probablemente desaparecerán fachadas y tabiques interiores. Esperemos que la nueva tecnología y sobre todo el control del suelo permita abaratar su precio y aumentar el confort.
Problemática[ ]
Hoy en día Madrid es la ciudad de España donde más cara está la vivienda.
Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Luis Moya González