Benjamín Palencia

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Benjamín Palencia (Barrax, Albacete, 1894Madrid, 1980), protagonista de la vanguardia madrileña de los años veinte, fue figura clave también en la posguerra como transmisor a las jóvenes generaciones de una visión del paisaje inventada por las primeras vanguardias. Llegó a Madrid a los quince años, donde fue tutelado por su tío Rafael Gómez Egóñez, curioso erudito junto al que disfrutó de un clima cultural refinado y de su relevante biblioteca. Las clases de historia del arte que recibió de Elías Tormo le harían sin duda conocedor de la historia del arte español y de su prehistoria -concebida esta última por Tormo como expresión no sólo arqueológica sino artística-, y le hizo acercarse al Museo del Prado, del que sería asiduo visitante y estudioso. Allí admiró especialmente a Velázquez y se identificó con El Greco.

En 1916 participó en el I Salón de Otoño con obras, como su homenaje a Larra, por las que fue premiado. Tras vivir un tiempo en el País Vasco -a partir de 1918- entró en contacto, en el Madrid de los años veinte, con Juan Ramón Jiménez y con la Residencia de Estudiantes, así como con los ambientes artísticos e intelectuales de la generación poética del 27: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Pancho Cossío, Franciso Bores, Alberto Sánchez, Maruja Mallo, etc. Participó en la Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, que marcó el arranque de la vanguardia española en 1925.

En 1926 inició una estancia en París donde conoció el movimiento surrealista, pero decide regresar a España para construir desde dentro las bases de una vanguardia española, cosmopolita y moderna, pero sin renunciar a sus raíces. Hacia 1927 fomra, con Alberto, Maruja Mallo, Luis Castellanos, Francisco Lasso o Caneja, la primera Escuela de Vallecas, que descubrió plásticamente el paisaje sureste de Madrid, sus páramos esteparios y la belleza de sus cerros del cuaternario. En uno de esos cerros, llamados «testigos», levantaron el «Monumento a los Plásticos Vivos», donde inscribieron nombres como el de Velázquez, Picasso, El Greco o Einsenstein. De 1927 a 1936 su arte fue vanguardista y experimental, con ejemplos magníficos de lienzos a los que adhirió tierras, arenas, pajas o mariposas, así como composiciones con fósiles, formas prehistóricas y paleontológicas.

En la posguerra se erigió en el protagonista de la Segunda Escuela de Vallecas, rompiendo con el clima experimental anterior y reorientándose hacia un realismo renovador pero no vanguardista. Su nueva figuración fue puente hacia un paisajismo que lo trascendió. En 1943 obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, inició una serie de exposiciones en España y el extranjero, y formó parte activa del Salón de los Once de Eugenio D´Ors. Su confirmación como pintor representativo de la posguerra española se produjo con el Gran Premio de Pintura en la I Bienal Hispanoamericana de Arte, en 1951.

Referencia[ ]

  • PENA, Carmen. Benjamín Palencia, en Enciclopedia Madrid S.XX


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