Oposición democrática a la dictadura

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Desaparecidas las expectativas de una intervención aliada que pusiera fin a la dictadura tras la derrota de la Alemania nazi, los años cincuenta contemplaron la consolidación del franquismo. Los años del hambre empezaban con el inicio de los años cincuenta a ser superados, pero el coste de la vida se había disparado, dando lugar a las primeras manifestaciones de descontento ajustadas a la nueva realidad política. Este punto de inflexión encontró en la llamada huelga blanca de 1951 su expresión más emblemática.

En mayo de 1951 el boicot a los transportes alcanzó un notable éxito. Fue la primera protesta de masas de la dictadura en la capital. En el mundo laboral las nuevas formas de la protesta encontraron un instrumento de acción en la utilización de las elecciones al sindicato vertical desde 1950, encontrando una forma específica de organización en las comisiones de fábrica, antecedente inmediato de las Comisiones Obreras. En este resurgir de la contestación obrera fueron importantes los círculos cristianos organizados en la JOC y la HOAC y la USO, al que pronto se incorporaría el PCE. Las protestas universitarias de febrero de 1956 que provocaron la explosión del SEU, convirtieron desde entonces la Universidad en un foco permanente de contestación a la dictadura.

De los círculos universitarios surgió en esos años el FLP, popularmente conocido como Felipe, que tuvo en Madrid uno de sus principales focos con postulados próximos a la nueva izquierda. El metal madrileño fue punta de lanza, junto con la Cataluña industrial, el País Vasco y Asturias, de la conflictividad obrera contra la dictadura, rápidamente expandido al potente sector de la construcción madrileño. Madrid se estaba convirtiendo en uno de los principales polos industriales del país. La nueva clase obrera se formó en el contexto complejo en el que se combinó su incorporación a la fábrica y su hacinamiento en los arrabales obreros de la gran ciudad, carentes de todo tipo de infraestructuras. Así, la lucha por el salario y la vivienda se convirtieron en los motores del ciclo del conflicto obrero, en los tres grandes espacios simbólicos de la nueva clase obrera madrileña: el tajo, la fábrica y el barrio. La pujanza del nuevo movimiento obrero llevó en 1967 a la ilegalización de las Comisiones Obreras. A la vez, la contestación en la Universidad alcanzaba niveles desconocidos articulada alrededor del SDEUM, el sindicato democrático de estudiantes que fue perseguido hasta su desarticulación en 1969.

En 1971 se produjo el cierre del Diario Madrid, la voladura de su edificio puso de manifiesto la inviabilidad de la política aperturista de la dictadura, su carácter irreformable. Los años setenta registraron un crecimiento sostenido de la protesta social y de la influencia de la oposición democrática. El movimiento obrero se había reconstituido alrededor de la experiencia de las Comisiones Obreras, mostrando una creciente pujanza que en Madrid ya desbordaba los sectores más combativos, metal y construcción, extendiéndose por el sector público y de los servicios, un ejemplo fue la huelga del metro de julio de 1970. La revuelta estudiantil fue una constante en el decenio de los setenta hasta el restablecimiento de la democracia. Hasta los sectores profesionales comenzaron a incorporarse a las filas de la oposición a la dictadura, ejemplo fue en 1972 la suspensión de la Junta del Colegio de Abogados de Madrid. En junio de 1972 fueron detenidos en Pozuelo de Alarcón los dirigentes de Comisiones Obreras, dando lugar al famoso Proceso 1001.

El 20 de diciembre de 1973 se produjo el atentado que costo la vida al presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. El golpe fue brutal. Madrid quedó conmocionado y por las calles se extendió el miedo a la reacción de los sectores ultras y del ejército. La tensión resultaba insoportable y se desbordó en el entierro de Carrero Blanco, cuando la ultraderecha insultó y amenazó al cardenal Enrique Tarancón, arzobispo de Madrid desde 1971. El grito de ¡Tarancón al paredón! resonó en las concentraciones ultras de esos años por las calles de Madrid. En julio de 1974 se constituyó en París la Junta Democrática, que pronto encontró su expresión en Madrid, formada por el PCE, el PSP, el PTE y destacadas personalidades de la oposición democrática, que formuló la estrategia de la ruptura democrática para poner fin a la dictadura, el impacto de la triunfante <<Revolución de los claveles>> del 24 de abril de 1974, que terminó con la dictadura en Portugal, alimentó los sueños en las filas de la oposición democrática española. En enero de 1975 fueron detenidos los miembros de la Junta Democrática de Madrid, que en los días 4 y 5 de junio convocó unas jornadas de lucha democrática. En mayo de 1975 se había formado la Plataforma Democrática por el PSOE, Izquierda Democrática Cristiana, PNV, ORT, UDC de Catalunya, MCE y Reagrupamiento Socialista de Catalunya. Finalmente, el dictador tras una inacabable agonía murió el 20 de noviembre de 1975, las calles de Madrid se sumieron en un silencio expectante.

La incertidumbre sobre el inmediato futuro se palpaba en todos los ambientes. La conflictividad social que desde septiembre de 1975 venía desarrollándose comenzó a desbordarse en el mes de diciembre, el metal, la construcción, Correos, el transporte público, la banca fueron progresivamente a la huelga, cuyos momentos culminantes llegaron en enero de 1976. Fue la famosa huelga de Madrid. El Gobierno Arias, desbordado, militarizó los servicios públicos. Decenas de miles de personas estaban en huelga y la Universidad se encontraba paralizada, fue lo más cerca que se estuvo de una huelga general en Madrid, el ambiente de movilización de hecho lo era. La detención del comité de huelga producida en la calle de Silva desactivó la huelga; a pesar de ello tuvo un éxito relativo al romper los topes salariales impuestos por el Gobierno.

Entre enero de 1976 y junio de 1977, fecha de las primeras elecciones democráticas, Madrid vivió un estado de agitación permanente, las manifestaciones por la libertad y la amnistía ocuparon los espacios simbólicos del triángulo formado por la Castellana, Gran Vía y Princesa. El 9 de mayo de 1976 se celebró en la Universidad Autónoma el Festival de los Pueblos Ibéricos, que concentró a miles de personas a favor de la libertad. Mientras, la ultraderecha franquista, en connivencia con sectores de la policía política, sembró el terror en las calles de Madrid. El 23 de enero de 1977 fue asesinado un estudiante por los ultras en una manifestación. La estrategia de la tensión, tal como fue conocida, encontró su punto culminante con el asesinato de los abogados laboristas de la calle de Atocha el 24 de enero. El impacto fue enorme, a su entierro acudieron decenas de miles de personas. El 9 de abril de 1977, el famoso Sábado de Gloria, Adolfo Suárez legalizaba el PCE, despejando las incógnitas respecto de la aceptación de las elecciones por la oposición democrática. De abril al 15 de junio de 1977 se vivió la fiesta de la libertad. Una explosión de color y de júbilo recorrió las calles de Madrid, la campaña electoral de las primeras elecciones democráticas fueron una auténtica fiesta, los madrileños acudieron masivamente a los mítines de los distintos partidos políticos, los estadios de fútbol, la plaza de toros, la Casa de Campo fueron una constante celebración de la democracia y la libertad. El 1 de mayo fue una explosión de júbilo, desde 1938 no se había podido celebrar en libertad; las largas colas para votar el 15 de junio fueron la mayor expresión en favor de la democracia con la que se saldó el fin de la dictadura.


Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Luis Enrique Otero Carvajal