Paseo del Prado
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Una vez llegada la corte a Madrid, Felipe II tomó la decisión en 1570 de reorganizar los Prados de San Jerónimo y de Atocha, y hacer de esos espacios extramuros, conocidos con el común denominador de Prado Viejo, un sitio preferente de recreo y esparcimiento para los madrileños.
Durante el reinado de Carlos III, las reformas urbanas de Madrid se plantearon en lo que entonces era la periferia de la ciudad: el Prado Viejo que, pese a ser un paseo muy popular había ido cayendo en un estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de esparcimiento.
El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma, cubrió el arroyo que lo cruzaba (arroyo de Valnegral), convirtiendo esta zona, profusamente arbolada, en un paseo con jardines y fuentes. La idea fue promovida por el Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, iniciándose los trabajos en 1763. Se trataba de integrar de forma unitaria los fragmentos dispersos del espacio de transición entre la ciudad y el conjunto palatino del Parque del Retiro, mediante la creación de un espacio circoagonal limitado y embellecido por fuentes y vías arboladas.
El Salón del Prado fue ordenado urbanísticamente por José de Hermosilla, el cual diseñó una planta longitudinal, con grandes fuentes de trecho en trecho (Cibeles, Neptuno y las Cuatro Estaciones o de Apolo). Las fuentes y los elementos decorativos fueron proyectados por Ventura Rodríguez, trabajando en las esculturas los más reconocidos escultores del momento.
El Salón del Prado discurría desde la actual plaza de Cibeles a la glorieta del Emperador Carlos V (glorieta de Atocha), distinguiéndose tres tramos. El primero, con la fuente de Apolo (o de las Cuatro Estaciones) en su centro, contaba con las de Cibeles y Neptuno en los extremos, recibiendo el nombre de Prado de Apolo. El segundo, iba de Neptuno al Jardín Botánico, ante el cual se disponía una glorieta con cuatro pequeñas fuentes (en el cruce de la calle de Huertas), y por último, el paseo que discurría delante de la fachada principal del Real Jardín Botánico constituía el tercer tramo, al final del cual se colocó la fuente de la Alcachofa, levantándose al fondo como parte de la cerca del Salón, la Puerta de Atocha o de Vallecas. La obra se remató con el arreglo y ornato del paseo que desemboca en la Puerta de Alcalá (1774-1778) y la remodelación del paseo que por el sudeste se dirige hacia la Basílica de Nuestra Señora de Atocha.
En la actualidad las estatuas de la Cibeles, Apolo y Neptuno aún nos acompañan. Entre palacios a uno y otro lado, se asentaron el Gabinete de Historia Natural (hoy el edificio principal del Museo del Prado), el Real Jardín Botánico y el Observatorio Astronómico, todos proyectados por otro de los grandes arquitectos del rey: Juan de Villanueva. La fuente de la Alcachofa se trasladó al ángulo suroeste del estanque del Parque del Retiro. En la actualidad, existe una réplica moderna de la original en el centro de la glorieta del Emperador Carlos V.
De la época de creación del salón del Prado, aunque destinados inicialmente a residencias particulares, son los palacios de Buenavista, en la intersección de la calle de Alcalá con la plaza de Cibeles, y de Villahermosa, en la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con el paseo del Prado. Ya en el siglo XIX se construyeron el palacio de Linares (1873), y el edificio del Banco de España (1891), ambos en la plaza de Cibeles, y la Bolsa de Comercio (1893). Edificios singulares del siglo XX son hoteles Hotel Ritz (1910) y Palace (1912), y el palacio de Comunicaciones (1919).
A la importancia urbanística de esta zona hay que añadir la existencia de una muestra pictórica de tremenda importancia con los museos del Prado, Thyssen-Bornemisza y Reina Sofía, este último ya en la Glorieta del Emperador Carlos V.
En febrero de 2002, el arquitecto portugués Álvaro Siza ganó el concurso internacional convocado por el Ayuntamiento de Madrid para la remodelación del eje Recoletos-Prado y su entorno; el proyecto se inspira en la concepción original del Salón del Prado y contempla la ampliación de los espacios peatonales, el incremento de las zonas verdes y la supresión de barreras arquitectónicas.