Proclamación de la República: la fiesta popular del 14 de abril

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El 14 de abril de 1931 Madrid, para celebrar la proclamación de la Segunda República, se echó a la calle viviendo una singular fiesta. Fue una manifestación entusiasta de apoyo al nuevo régimen. El pueblo protagonizó el cambio político ante el vacío de poder y el clima de expectación provocado por los sorprendentes resultados electorales. Las elecciones municipales del domingo 12 de abril dieron la victoria a las candidaturas republicanos-socialistas en cuarenta y una de las cincuenta capitales de la provincia, aunque en todo el territorio español se saldaron con 40.275 concejales monárquicos y 26.563 republicanos. Ante la evidencia de los hechos y la negativa del general José Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, a emplear la fuerza para defender la Monarquía, el rey se vio obligado a abandonar el país. Los miembros del clandestino Comité Revolucionario Nacional pasaron a formar parte del Gobierno provisional de la República.

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A las ocho de la mañana se personó en el Ministerio de la Gobernación Eduardo Ortega y Gasset, en calidad de nuevo gobernador civil de Madrid, para tomar posesión del edificio en nombre del Gobierno de la República, a la espera de la llegada de los ministros. A pesar del fácil y pacífico traspaso de poderes junto a la espontánea participación de los ciudadanos, el advenimiento de la República no dejó de ser un hecho revolucionario. A las tres y media de la tarde una bandera tricolor se izó en el Palacio de Comunicaciones, dejando perplejos a los viandantes y clientes de los cafés de la Calle de Alcalá. La noticia se difundió rápidamente, a la vez que se congregó numeroso público para contemplar la enseña republicana y marchar desde Cibeles hasta la Puerta del Sol. Desde Lavapiés y los barrios bajos acudían riadas de gentes, principalmente obreros y artesanos; los jornaleros llegaban desde el extrarradio; los estudiantes afluían desde San Bernardo, y los empleados desde Argüelles y Princesa. Las muchachas de los talleres improvisaron gorros frigios con papel de seda, las sociedades obreras sacaron sus banderas, en las que predominaban las rojas y las republicanas, los coches llevaban banderines rojos, y los transeúntes saludaban jaleados por el público que aplaudía desde los balcones. Los colectivos socioprofesionales de la ciudad inundaron las calles del centro, los blusones y las boinas se mezclaban con los trajes, los sombreros, y las faldas. Esta multitud enfervorizada entre gritos de <<viva>> y de <<abajo>> comenzó a entonar La Marsellesa, el Himno de Riego y la Internacional. Las fuerzas del orden confraternizaron con el pueblo, los soldados se unieron a la algarabía, la gente lanzaba vítores a la Guardia Civil y la calificaba de republicana.

Aunque los orígenes de la República se encuentran en el agotamiento del sistema sociopolítico de la Restauración y en el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, la causa inmediata hay que buscarla en la movilización colectiva. La presión popular obligó a los nuevos dirigentes a proclamar la República en la madrileña Puerta del Sol, y a colocar la bandera tricolor en el balcón principal del Ministerio de Gobernación como símbolo del nuevo poder constituido, en medio de la alegría desbordada del gentío. La presencia masiva de la ciudadanía en la calle durante las jornadas de abril legitimó la joven República. Aunque el soleado y bullicioso día transcurrió apaciblemente, algunas estatuas reales sufrieron desperfectos: la imagen de Isabel II fue empujada hasta el convento de las Arrepentidas y acabó destrozada en la Puerta del Sol, y la estatua ecuestre de Felipe IV fue derribada y arrastrada por la Plaza Mayor. Los periódicos de la tarde publicaron el manifiesto de Alfonso XIII a los españoles, donde no renunciaba a ningún derecho dinástico, pero comunicaba su marcha ante el rechazo popular y para evitar un derramamiento de sangre. A las nueve de la noche, desde el despacho del ministro de la Gobernación, Niceto Alcalá Zamora proclamó la República en toda España por radio. Quince minutos más tarde el rey salía del Palacio Real por la Casa de Campo, camino del exilio. A mediodía, en el domicilio del doctor Marañón, el conde de Romanones y Alcalá Zamora habían negociado la marcha pacífica de la familia real. A las seis y media de la tarde el régimen republicano quedó oficialmente instaurado en España, ya que el ministro de la Gobernación, Miguel Maura, había telefoneado a todos los gobernadores para que hiciesen entrega del poder a los presidentes de los comités republicanos o a los de cada audiencia.

En Madrid confluyeron los festejos por el advenimiento de la República como capital del Estado y sede de los organismos oficiales, y el nombramiento de los concejales electos en el Ayuntamiento de la ciudad. La conjunción republicana-socialista consiguió en la capital el 46% de los votos respecto al total de inscritos y el 69,2% sobre el total de votantes. La victoria fue rotunda; incluso en los distritos más pudientes como Buenavista y Congreso alcanzó más del 40%, y en los más señoriales como Centro, Hospicio y Palacio los votos superaron el 35% sobre los electores posibles. Lógicamente, en los distritos más populares, Hospital, Inclusa y Latina, se consiguieron más del 50% de los votos, y en los de Universidad y Chamberí, que contaban con presencia obrera y popular, se lograron más del 45% respecto a los votos posibles. A las cuatro de la tarde la bandera tricolor subió al asta del Ayuntamiento, que el concejal socialista Trifón Gómez trajo de la Casa del Pueblo. A las cinco y cuarenta minutos el alcalde saliente, Joaquín Ruiz Giménez, hizo entrega de los documentos municipales y del bastón de mando a Andrés Saborit. Mientras se esperaba la llegada de Eduardo Ortega y Gasset, como gobernador civil de Madrid, para presidir la primera sesión del Ayuntamiento republicano, desde el balcón principal y ante innumerables vecinos madrileños, se gritaron vivas a los héroes de Jaca, a la República y al pueblo español. La corporación municipal eligió alcalde por unanimidad al abogado Pedro Rico, concejal electo por Buenavista junto con Fernando de los Ríos y Miguel Maura. Las funciones entre el Gobierno provisional y las autoridades municipales se confundieron debido a la improvisación y al ritmo trepidante de los acontecimientos. Así, varios candidatos presentados por Madrid fueron nombrados ministros, y por orden de la corporación un grupo de jóvenes socialistas convertidos en Guardia Cívica, y que llevaban como único distintivo un brazalete rojo con sello del Ayuntamiento, se encargaron de velar por la integridad del Palacio y la seguridad de la familia real.

Madrid se volvió republicano porque esa forma de Estado aglutinó los descontentos de las distintas capas sociales, y además se identificaba con la democracia como instrumento necesario para transformar el país. La República despertó numerosas esperanzas e ilusiones en la sociedad española como la panacea que debía resolver los problemas endémicos. La euforia popular se prolongó varios días hasta el 19 de abril de 1931.

Fuente de la primera versión: Artículo de la Madrid Siglo XX. Enciclopedia, autor Ana Martínez Rus